No me fío de los autoguardados y guardo la partida dos veces de forma manual para asegurarme. Lejos de ser un problema, la ciencia tiene una explicación

  • El guardado automático genera una sensación de inseguridad difícil de explicar

  • La psicología no ve como un trastorno la necesidad de certificar acciones rutinarias

Guardar La Partida
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La lógica nos indica que los guardados automáticos son uno de los mayores avances que hemos vivido en materia de tecnología, y es que además de ser un proceso mucho más complejo de lo que podría parecer a simple vista, nos ahorra tiempo y asegura que nada de lo que hayamos hecho hasta el momento queda perdido para siempre. Sin embargo, muchos seguimos acudiendo a guardar la partida una o dos veces sin fiarnos del autoguardado hasta convertir la práctica en un meme. ¿Por qué?

En realidad detrás de ese proceso hay dos conceptos psicológicos que, sin caer en desórdenes como el TOC, validan de alguna forma la necesidad de reafirmar nuestra intención de guardar la partida. El primero de ellos está en la desconfianza, un factor evolutivo mediante el que, para preservar nuestros propios intereses, aunque se reduzcan a algo tan aparentemente simple como el progreso en un videojuego, nos enfrentamos al miedo y la posibilidad de lidiar con un peligro anticipándonos a ellos mediante los pasos necesarios para reducir esa posible vulnerabilidad.

Por qué desconfiamos del autoguardado

El segundo, igual de válido para certificar que no estamos haciendo nada descabellado, está en la dualidad entre la necesidad de crear rutinas que nos ofrezcan seguridad frente a lo que está por llegar (la misma razón por la que la psicología infantil ve tan imprescindible la necesidad de crear hábitos en los niños), y la incertidumbre ante el proceso de automatización que implican esas tareas repetitivas.

Por el simple hecho de lidiar con ellas de forma recurrente y en modo automático, a menudo tenemos la incertidumbre de si el recuerdo que tenemos de esa acción es actual o anterior, lo que nos empuja a verificar que efectivamente así ha sido para aliviar la ansiedad y generar una sensación de seguridad. Dicho de otro modo, tanto a la hora de guardar partida como de comprobar si hemos cerrado la puerta con llave, reafirmarnos es sano, pero en exceso puede convertirse en un problema.

En el caso del autoguardado, en cualquier caso, mensajes como el que aparecen al querer cerrar una partida que nos invitan a certificar si realmente hemos guardado el progreso pese a haber un salvado automático, incitan a aumentar esa dualidad entre hábito y desconfianza que nos hace cerciorarnos de si, efectivamente, cuando volvamos mañana la partida va a seguir justo donde la dejamos. Vamos, que los juegos también tienen parte de culpa al crearnos manías innecesarias.

Imagen | Konstantinvoitenko en Midjourney

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