La pandemia nos enseñó que otro colegio era posible: el miedo a la IA y los sueldos bajos han catapultado la idea hasta la microescuela

  • Clases de 10 alumnos y atención personalizada parece un sueño para la educación

  • Con matrículas mucho más caras que en la privada, también es un ejemplo de elitismo

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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

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Cuando la pandemia cambió la enseñanza tradicional por las clases a través de Zoom y Google Meet, algo hizo clic en la cabeza de cientos de profesores. La idea de que otra enseñanza era posible más allá de los estándares habituales, sumado a los sueldos bajos y el creciente miedo de hasta qué punto una IA podría transformar un colegio el día de mañana, empujó a muchos de ellos a apostar por un concepto nuevo: las microescuelas.

El ejemplo recogido por Fortune sobre la evolución de Apryl Shackelford es, probablemente, una de las mejores formas de acercarse a un concepto que navega entre la idealización de la enseñanza y la proliferación de oportunidades cada vez más elitistas. Viviendo con lo justo y teniendo que lidiar con trabajos de verano que sumasen algo más de dinero a su ajustado sueldo, el experimento de las microescuelas le invitó a probar suerte. Ahora asegura estar más feliz con su trabajo, sufrir menos estrés, y gozar de un sueldo que supera los 100.000 dólares anuales. 

Cuando la educación se convierte en startup

Para quienes se han sumado a este cambio que empieza a crecer con fuerza en Estados Unidos, la idea es que el auténtico experimento sigue siendo la escuela tradicional, y que pensar a día de hoy que meter a cientos de alumnos en un colegio y pretender que todos aprendan a la par y tengan una experiencia similar es un concepto fallido. Como un híbrido entre lo tradicional y lo vivido durante la pandemia, las microescuelas creen que hay una oportunidad de cambio en ese modelo. 

Su idea pasa por ofrecer espacios con clases más pequeñas en las que los profesores puedan atender a unos 10 estudiantes por clase enseñando sólo aquellas materias que dominan y disfrutan, trabajando por proyectos, y sin tener que lidiar con burocracias o grandes grupos para ofrecer una atención lo más personalizada posible a cada alumno. Sobre el papel, parece un sueño tanto para profesores como para padres y alumnos, pero tiene girito.

En busca de los mejores profesores para cada área, estas microescuelas funcionan como una startup en busca de talento, lo que garantiza sueldos notablemente más altos que los de la escuela pública y privada tradicional. Funcionando como una suerte de empresa, son esos mismos profesores los que emprenden para crear su propia microescuela bajo el paraguas de compañías más grandes que se encargan del papeleo y la burocracia, permitiendo que los profesores se puedan dedicar a lo que les gusta pero, por el camino, planteando un serio desafío financiero. 

Menos niños, gestión externa y sueldos más altos, necesariamente implica que las matrículas sean mucho más altas para poder costear el concepto. Esa idea de elitismo, de una escuela hecha a mi medida, no sólo enfrenta críticas hacia la gestión y la regulación en comparación al sistema público, sino también cómo estar al alcance de unos pocos puede derivar en segregación y falta de oportunidades para quienes no pueden permitirse un modelo similar. Sin embargo, pese a las reticencias, el modelo de microescuela sigue creciendo a buen ritmo en Estados Unidos y ya ofrece cerca de entre 90.000 y 100.000 opciones repartidas por varios estados. 

Imagen | ThisisEngineering

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