Hace casi 100 años, el prestigioso economista John Maynard Keynes llegaba a Madrid para realizar una conferencia en la que pretendía hablar sobre el futuro económico mundial que vivirían sus nietos. En ella, apoyado en las buenas cifras económicas que arrojaba el capitalismo, aseguraba que para 2030 no sería necesario trabajar más de tres horas diarias. O lo que es lo mismo, un total de 15 horas semanales.
La clave de Keynes para alcanzar la semana de 15 horas. La idea de Keynes se centraba en un futuro tan plausible como utópico. Basado en la bonanza que se vivía por aquel entonces, aseguraba que la correcta distribución de la riqueza y el aumento en la escala de la producción permitiría que los jóvenes del futuro pudiesen dedicarse más al ocio, la creatividad, el descanso y el consumo, haciendo girar la rueda aún más y permitiendo llegar a un punto en el que no fuese necesario trabajar o simplemente hacerlo durante cortas jornadas.
"Hay pruebas de que estos cambios técnicos revolucionarios, que hasta ahora han afectado principalmente a la industria pronto podrían estar atacando a la agricultura. Es posible que estemos en vísperas de mejoras en la eficiencia de la producción de alimentos tan grandes como las que ya se han producido en la minería, la fabricación y el transporte. En bastantes años, me refiero a nuestra propia vida, es posible que podamos realizar todas las operaciones de agricultura, minería, producción… de forma automática".
La piedra en el camino de un futuro mejor. Pese a la lógica del economista y lo aparentemente fácil que resultaría alcanzar una realidad en la que las máquinas trabajen por nosotros y podamos dedicarnos a vivir, el discurso de Keynes partía de una premisa en la que resbaló por completo al menospreciar los problemas intrínsecos al capitalismo. Él remarcaba que llegados a ese punto la acumulación de riqueza sería tan innecesaria como inmoral.
"El amor al dinero como posesión, a diferencia del amor al dinero como medio para los placeres y las realidades de la vida, será reconocido por lo que es, una morbilidad algo repugnante, una de esas propensiones semicriminales, semipatológicas, que se entrega con un estremecimiento a los especialistas en enfermedades mentales".
¿Qué ha pasado para que no se cumplan sus predicciones? A grandes rasgos las piedras sobre el camino del futuro económico propuesto por Keynes se reduce a cuatro puntos: la ambición que nos empuja a acumular más ingresos, la necesidad de recurrir a la vivienda en zonas más pobladas incrementando el precio del suelo provocando que tengamos que trabajar más para pagarlo, la insatisfacción producida por acercarnos cada vez más a mejores productos y servicios que no estancan o reducen su coste y, por encima de todo eso, el estancamiento de los ingresos que reduce el poder adquisitivo capaz de hacer girar esa rueda.
"El ritmo al que podemos llegar a nuestro destino de felicidad económica se regirá por cuatro premisas: nuestro poder para controlar la población, nuestra determinación de evitar guerras y disensiones civiles, nuestra voluntad de confiar a la ciencia la dirección de aquellos asuntos que son propiamente de su interés y la tasa de acumulación fijada por el margen entre nuestra producción y nuestro consumo".
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