Hob es un juego de acción y aventuras, pero sobre todo de exploración. Los creadores de Torchlight han creado una experiencia en la que el peso del mundo que debemos explorar parece mucho más importante que el del protagonista en sí. Preparaos para descubrir una tierra cambiante e impresionante habitada por autómatas y animales misteriosos. Análisis de Hob.
Lo primero que sorprende de Hob es la naturaleza decorativa de sus escenarios. Todo dice civilización, todo dice pasado, pero también belleza, soledad y melancolía. Lo segundo que sorprende es que también dice algo de Zelda, de metroidvanias y que con él Runic Games, creadores de la destacada saga Torchlight, han sabido tomar distancia. Hablamos de un juego de exploración y acción en el que la cámara, elevada y en tercera persona, no sabe lo que es la modestia y no duda en enseñarnos constantemente panorámicas que apabullan e impacientan al jugador más curioso.
Guiamos a un individuo encapuchado, solitario y con cierto aire misterioso por este mundo melancólico y, como muy pronto descubrimos, peligroso. Una sustancia morada infecta nuestro brazo y lo perdemos. Por suerte, tenemos un protector: un autómata que no duda en despojarse de su propio brazo mecánico para implantárnoslo. Entonces comienzan las tortas. Pasamos de movernos por esas tierras verdes repletas de ruinas indefensos y confundidos a empezar a ver que hay algo que tenemos que resucitar: el corazón soterrado de algo muy antiguo y olvidado.
Ante nosotros, un mundo semiabierto en el que nos esperan poderosas habilidades, combates de espada y los vestigios de ese mundo de antaño escondido tras rompecabezas cuya resolución llega a cambiar zonas enteras del mapa. Aunque contamos con un mapa que indica el objetivo, Hob se las ingenia para mostrarnos el camino que hay que seguir con el propio diseño del escenario, pero también se permite ocultar secretos y mejoras en zonas del mapa menos visibles. Con esto, aunque el control del prota no sea el más pulido, la exploración es muy agradecida. Especialmente en ocasiones en las que pensando que nos desviamos del «obvio camino principal» acabamos encontrando «el verdadero camino principal». De cualquier manera, todo desvío siempre tiene una buena recompensa, y eso es buen premio para el jugador.
Un mundo muy especial
Por otra parte, el juego peca de escueto en palabras. Nos encantan las historias que se trasmiten a través de la experiencia tanto como a vosotros, pero el problema está cuando a la hora de interactuar con el entorno, como jugadores, no nos queda claro si no podemos avanzar porque no debemos o porque no hemos sabido interpretar las sutiles indicaciones de los desarrolladores. Es decir, que en ocasiones tenemos el ejemplo que mencionábamos más arriba, pero otras también nos sentimos algo desconcertados por ir un poco a ciegas, realizando tareas que no parecen relacionadas con el objetivo principal.
Cuando descubrimos cómo está planteado realmente el mundo de Hob y cómo desplazarnos con más eficiencia, nos topamos con un vasto escenario complejo digno de admirar. Hacia la mitad de la partida empezamos a generar una intuición al respecto de qué hace cada botón, pero tenemos la sensación de que al juego le faltan indicaciones más claras de cómo afectan nuestras interacciones con el mundo. Por mucho que nos movamos por este fantástico mundo, y por mucho que nos guste su diseño, no acabamos de sentirnos apegados a él. Quizá sea culpa de la cámara, que fuera de nuestro control. Al tratarse de un juego en tercera persona con partes de plataformas, es altamente incómodo y que provoca muertes innecesarias. Nos acostumbramos a ella, claro, pero a lo que no queremos acostumbrarnos es a los tirones que da la tasa de cuadros por segundo…
Aunque el protagonista hace bien su trabajo, lo que más nos enamora de Hob es el mundo que habitamos. El trabajo artístico es excelente, pero no ya por el estilo de caricatura o las animaciones, sino por la representación coherente y atractiva del mundo. Se entremezclan secciones de bosques frondosos con partes de piedra, tecnología y maquinaria oxidada que, como ya decíamos parecen estar debajo de todo lo que vemos en la superficie. En lo que respecta a la acción y al combate, aunque quede en un segundo plano con respecto a un Zelda, la mayoría de los encuentros suelen resolverse esperando a que el enemigo ataque, esquivando y contratacando con la espada o el brazo mecánico. A lo largo de la aventura vamos encontrando nuevas habilidades, pero nada que aporte novedades esenciales a las mecánicas de combate.
El trabajo artístico es excelente
Si Hob es una hermosura en el sentido puramente visual, en la parte sonora busca contribuir a la atmósfera aunque de una manera más discreta y menos grandilocuente. Hay buenas partituras, pero las composiciones son algo más sencillas y contrastan, precisamente, con lo abigarrado de lo estético. Seguramente el tipo de diseño de audio tiene algo que ver con crear una sensación minimalista y de aislamiento para encajar bien con el propio universo que pretende crear, así que... nuevamente un punto a favor del programa.
A pesar de los escollos y los fallitos técnicos, Hob es un título que disfrutarán muchísimo los exploradores y cualquiera que quiera conocer un mundo con personalidad y bien planteado. Es un buen ejemplo de cómo llevar a cabo un juego en tercera persona sin preocuparse por el guion, centrándose en la belleza y el sentido del descubrimiento que nos inspira cuando nos regala nuevas partes del escenario. Es divertido, entretenido y a ratos inteligente. Si echáis en falta una bella aventura en vuestra vida, no os lo penséis mucho.
- Visualmente es una gozada. Da verdadero gusto pararse a contemplar las panorámicas.
- La exploración puede llegar a ser muy gratificante
- El fascinante mundo en el que transcurre la aventura
- En ocasiones no queda claro el objetivo
- Hay fallos técnicos que no parecen difíciles de solucionar
- La experiencia habría ganado enteros con mejores cámara y control
