No negaré que he disfrutado una barbaridad de Baldur's Gate 3 durante las más de 100 que he jugado estas últimas semanas al que para mi es sin duda uno de los mejores RPG de todos los tiempos. ¡Y lo que me queda! Porque aún tengo pendientes muchas aventuras que vivir con otro personaje completamente distinto, y nuevos desafíos a los que hacer frente también junto a mis amigos gracia al multijugador cooperativo. Sin embargo, no negaré que en algunos momentos he arruinado por completo mi experiencia con el juego de Larian Studios por una manía que arrastro desde los tiempos del memorable Half Life, y no es otra que la de guardar y cargar partida una y otra vez, de forma impulsiva, para lograr siempre la jugada perfecta. No digo que no debas hacerlo pero hay que reconocer que jugar así le resta valor a una aventura de rol que potencia precisamente luchar contra lo imprevisto; responder a lo inesperado sin apenas tiempo de prepararse.
Esto es algo que le ha pasado constantemente al director de Baldur's Gate III. Llegaba el día de presentar una nueva característica del juego, te contaba su plan, y de repente todo salía del revés. Una mala tirada de dados, una respuesta equivocada, o simplemente un fallo a la hora de explorar este genial mundo de fantasía. Lo que fuera, al final, desembocaba en una serie de catastróficas desdichas con las que era difícil no reír. Y esa es la magia de este RPG. Incluso cuando algo sale mal la historia continúa creando nuevos desafíos y momentos increíbles que a veces, incluso, pueden ser mucho más espectaculares y estimulantes que el camino "correcto". Algo que te pierdes si como yo, tu primer impulso ante un fallo es siempre "cargar partida".
Tu eres el protagonista, para lo bueno y lo malo
Es irónico que sea yo quien te diga "no cargues la partida, vive con las consecuencias", cuando casi siempre he hecho lo contrario; pero ahora que estoy siguiendo esta nueva filosofía lo cierto es que la experiencia rolera es mucho más satisfactoria. Obviamente vivirás situaciones que no le desearías ni a tu peor enemigo, como perder a un personaje valioso, caer en una trampa que te obligue a pelear contra decenas de enemigos, o enemistarse con alguien que podría haber sido un gran aliado. Y sí. Estoy seguro de que en más de una ocasión sentirás la tentación de darle al botoncito, pero ¡resiste! ¡No lo hagas! Puede parecer una tontería pero esta es la mejor forma de alejarse del concepto videojuego y acercarse más a la idea de rol puro y duro de Dungeons & Dragons.
Baldur's Gate 3 está diseñado para que te equivoques y convivas con ellos
Si algo hace bien Baldurs Gate 3, y hace muchas cosas bien, es que rara vez te conduce a un camino sin salida. Da igual lo que hagas, cómo la pifies, el juego reacciona de inmediato dirigiendo la historia en una nueva dirección. Sin entrar en spoilers, hubo una batalla que no acabó muy bien para mi equipo y la consecuencia fue ver cómo toda una zona del mapa habitada por aliados se transformaba en un terrible campo de batalla. Sé lo que estás pensando, y sí, cargué la partida para evitarlo; pero de haber continuado, me habría tocado lidiar con un enemigo más temible en tanto yo me había quedado sin aliados. Ya te adelanto que el camino que seguí fue bastante épico, pero no tengo dudas de que sobreponerme a un varapalo tan grande como este lo habría sido incluso más.
Por eso hablaba antes de "arruinar" la experiencia; porque Baldur's Gate 3 está diseñado para que te equivoques y convivas con ellos. Que un descuido acabe con la vida de un inocente, que un chiste en el momento más inoportuno termine con tu protagonista peleando contra dinosaurios en mitad de la nada, o que las prisas por resolver un problema te avoquen a un conflicto demencial contra fuerzas que ni tan siquiera imaginabas. ¿La liaste? ¡No pasa nada! Sigue adelante porque nada hay más gratificante que sentir que lo que vives es justo la historia que tú mismo escribes con tus acciones. Y el último RPG de Larian Studios está plagado de momentos memorables que reaccionan y se adaptan a tus decisiones de una forma tan sorprendentemente buena, que a veces incluso, fallar es lo mejor que podría pasarte.
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