De no haber experiencias similares, en muy poco tiempo estamos viendo la aparición de varios videojuegos dedicados a la gestión de sectas. No me preguntéis por qué, pero el caso es que a mí personalmente me han llamado la atención (y son divertidos, que es lo que cuenta). Si hace unos meses os hablaba del destacado Cult of the Lamb, hoy vengo para traeros otra opción mucho más estratégica y pausada, pero que igualmente considero que merece bastante la pena.
Se trata de Honey, I Joined a Cult, una producción indie que lo primero que me ha sorprendido es que esté realizada únicamente por dos personas. Por eso, no debes esperar algo a la escala de, por ejemplo, el formidable Prison Architect (que fue una creación también bastante independiente). Lo que quiero decirte es que esto no es tan ambicioso, porque se delimita a crear unas cuantas salas, captar a un número limitado de adeptos, vigilar que todos estén más o menos contentos y, sobre todo, ganar mucho dinero. Porque aunque la fe es lo más importante -al menos de puertas para afuera- en esta vida no es posible prosperar sin los fondos necesarios para, como en este caso, hacer crecer tu propia secta.
Gestión de culto al dinero
La base jugable de Honey, I Joined a Cult es crear tu propia base sectaria, y esa es una parte muy importante de la diversión. Recuerdo perfectamente cuando me tiraba horas creando una casa de ensueño en Los Sims, o planificando al detalle mis unidades militares en Command & Conquer. Si eres ese tipo de usuario, aquí tienes un buen puñado de objetos con el que personalizar todo al cien por cien. De hecho, uno de los mayores reclamos de este título es dar lugar a una secta única, y esa es también la razón por la que es tan rejugable, porque cada partida es diferente a la anterior.
Así que no he pasado poco tiempo levantando las paredes de mi base, colocando puertas para conectar las estancias, y por supuesto decidiendo qué sala iba en cada lugar. Aquí el dormitorio, allí la cocina, en el otro lado el baño… y por supuesto en un lugar privilegiado el centro de sermones y otros enclaves como una oficina de investigación, de reclutamiento y un largo etcétera. Cada sala dispone de su función, crucial para avanzar en una partida donde lo bueno es que los adeptos (aquí llamados "guachis") son manejados con una IA.
Y no quiero que se malinterprete con esto, pero si tuvieses que gestionar individualmente a cada guachi, esto sería un sinvivir. Bastante tienes con manejar tu economía y evitar que se amotinen manifestantes antisectas enfrente de tu casa (que puede ocurrir). De hecho, la primera vez que jugué empecé a llamar la atención de la sociedad porque enviaba a mis fieles a misiones poco éticas, y algunos llegaban a morir por una deficiente alimentación. Así que es un juego en que es necesario que te asegures de que todos los engranajes funcionan. Como buen título de gestión estratégica que es, cumple perfectamente su cometido.
Un indie sin grandes pretensiones, pero con buen sentido de humor en su planteamiento y una realización más que decente
¿Cuál es su mayor pega? Pues que cuando ya tienes más o menos todas las salas en activo y has desbloqueado casi todas las características, el juego se viene abajo y se hace menos intenso, más monótono. En el menú de opciones existe una opción para subir o bajar el nivel de dificultad, controlando aspectos específicos como el ritmo al que generas dinero, fe, influencia… y todas esas cosas que te permiten seguir adelante. Sin embargo, considero que en este caso es una solución un tanto antinatural, que parte del problema de que el juego por defecto está desequilibrado.
Con esto te quiero decir que Honey, I Joined a Cult es un juego interesante, pero irregular. Posee un montón de opciones, con estadísticas para aburrir en cada uno de nuestros fieles, los cuales podremos decidir si reclutar o no en un determinado momento. También ofrece la opción de que tu secta siga un determinado camino, e incluso determinar lo que harán sus integrantes a cada hora del día, ya sea dormir, trabajar o tener algo de tiempo libre. Por tanto, complejidad no falta. Sin embargo, llega un momento en que parece como si se cerrara el grifo, como si el juego se agotase y no tuviese tanto que ofrecer. El ritmo decae, y esa es para mí su mayor defecto.
¿Es divertido? Bastante. ¿Es adictivo? Para rato. ¿Resulta original? Ni te cuento. Por eso, y porque visualmente es encantador, con un diseño de menús claro y bastante agradable, solo te puedo animar a que lo pruebes. Es un indie de baja escala, sin grandes pretensiones, pero con buen sentido de humor en su planteamiento y una realización más que decente. Se agradecen experimentos así, y más si poseen tanto poder de adicción (mientras dura, claro).
Honey, I Joined a Cult ofrece una secta adictiva, con diversión y un planteamiento de gestión estratégica cargado de opciones, aunque no lo suficiente como para plantear un esquema jugable lo suficientemente duradero y rejugable. Aún así, si valoras su planteamiento tan cómo y original, en que no existen otros juegos del estilo, puedes plantearte jugarlo, puesto que otorga una satisfactoria experiencia.
Comprar Honey, I Joined a Cult- Jugabilidad original y adictiva, basada en la gestión de tu propia secta.
- .Bastantes opciones de personalización y construcción para crear una organización única.
- Agradable tanto por lo cómico de su propuesta, como por su correcto acabado audiovisual.
- La dificultad por defecto no está bien equilibrada, aunque hay opciones para regularla.
- Puede hacerse monótono a las pocas horas de juego, debido a que su escala es limitada.
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