Abordar una crítica de una película como Oppenheimer es complicado. Lo primero, porque está llamada a ser uno de esos éxitos del verano que atraigan masivamente al público a las salas de cine. Un estreno que se presenta para salvar una taquilla anual francamente mala y que no va a mejorar en los próximos meses. Por el otro, porque me parece que es una película que ha sido presentada ante la sociedad de una manera algo confusa. Mi percepción de lo que esperaba de Oppenheimer según los avances y las promoción de la película no se ha correspondido con lo que me he encontrado después de que se apagaran las luces de la sala de cine.
J. Robert Oppenheimer, fue uno de los científicos más influyentes del siglo XX, ha sido objeto de estudio y representación en diferentes medios. Su vida y obra han sido exploradas en profundidad en el libro "Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer" de Kai Bird, en el que se basa Christopher Nolan para dar forma a su Oppenheimer. Entiendo que si conoces mínimamente la historia J. Robert Oppenheimer sabrás que fue el responsable del Proyecto Manhattan, el programa de investigación y desarrollo que llevó a la creación de la primera bomba atómica en Estados Unidos en 1945. Lo que sin duda hizo que para mucha gente, durante muchos años, Oppenheimer fuera un personaje infame de la historia de la ciencia y de la "Historia", con mayúsculas, de la humanidad. Y de eso va la película de Nolan: no tanto de la historia de la creación de la bomba atómica, si no de la destrucción del hombre que se la ofreció a la humanidad.
La trampa del cine de Nolan.
Tengo una teoría, y es que prácticamente todo el cine de Nolan se puede resumir con el principio de El Truco Final, en el que el guionista y director, por boca del diálogo interpretado por Michael Caine, explica en qué consiste un truco de magia. En realidad, eso es lo que hace Nolan en sus películas, un número de prestidigitación excepcionalmente caro, ahora en formato IMAX de 70mm de celuloide. En esta ocasión se aleja de complejas tramas como las de Origen, Interstellar o Tenet, pero no por ceñirse a un formato histórico más tradicional se ahorra su truco de magia. Y este es que Oppenheimer no va del poder de destruir el mundo a base de kilotones, va de destruir a un hombre y la verdad que representa.
Cillian Murphy y Christopher Nolan durante el rodaje de Oppenheimer
La puesta en escena es soberbia y su presentación técnica impecable. No hay discusión en ello. Pero para aquel espectador que acuda al cine a otra cosa que no sean 3 horas de personajes hablando de política (y un poco de ciencia), tal vez no encuentre en Oppenheimer lo que ha ido a ver al cine. De ahí que quien espere algo cercano al "blockbuster" veraniego en lugar de una película que sigue a rajatabla la receta para triunfar en la noche de los Oscar pueda quedar decepcionado. En realidad la película, aunque tiene explosiones, trata de gente hablando, de gente con sus pequeñas miserias humanas, su vida en pareja, sus amistades, sus traiciones, enemistades, infidelidades, sus envidias, sus egos y sus dudas.
Robert Downey Jr. en Oppenheimer
Un reparto atómico
Para lograr que semejante propuesta logre tener al espectador sin moverse del asiento durante 180 minutos, Nolan confía en un reparto sembrado de estrellas. La película de Nolan busca transportar al espectador a través de la narración visual y la interpretación de sus actores, encabezados por un enorme Cillian Murphy en el papel de J. Robert Oppenheimer. Murphy, a quien todos los espectadores reconocerán de la estupenda Peaky Blinders, tiene la tarea de dar vida a la complejidad y el carácter de Oppenheimer en la pantalla. Como contrapesado, Robert Downey Jr., abandonado ya su icónico papel como Iron Man en el Universo Cinematográfico de Marvel, ofrece una interpretación soberbia como el controvertido Lewis Strauss, en uno de esos trabajos que huelen a nominación a mejor actor de reparto.
Florence Pug en Oppenheimer
No están solos: Emily Blunt, Matt Damon, Florence Pugh, Rami Malek, Kenneth Branagh, Alden Ehrenreich, Casey Affleck… Creo que hacía tiempo que no se presentaba una película con una selección de actores tan cuidada. Todos juntos mantienen el pulso de una película que resulta más interesante cuanto más se aproxima a su tramo final, cuando descubrimos el truco de magia y que, en realidad, la película no va tanto de Oppenheimer como creador de bombas atómica, de Oppenheimer como destructor de mundos o de Oppenheimer como científico torturado por su conciencia, si no de de Oppenheimer pagando muy caro decir lo que no debía cuando no debía. Hay chistes que salen muy caros.
Oppenheimer dice las cosas claras
Cuando se habla de la figura de Oppenheimer se suele citar a Prometeo, y esa idea del fuego robado a los dioses. La analogía, no por manoseada, deja de ajustarse bien a la realidad. La propia película lo hace. Pero donde Oppenheimer me parece más brillante no es el del destello de una columna de fuego de 12 kilómetros de altura, si no en el tratamiento que se hace de la humanidad a la que se lega ese poder divino. El retrato que hace Nolan de los herederos de la bomba de Oppenheimer es sencillo, directo e incluso caricaturesco por momentos. Ahí es donde esta película encoge el corazón del espectador. Pero cada día tengo más claro que a la hora de decir quienes son los malos de la historia no hay que andarse con paños calientes y medias tintas, que luego pasa lo que pasa y decimos que no les hemos visto venir.
Vuelvo a ver el material promocional de Oppenheimer, y la verdad, es que veo poco de la película que realmente es. Pero relegando eso al terreno de lo anecdótico, resulta una película tremendamente sólida sobre conspiración y política durante el final de la Segunda Guerra Mundial y el principio de la Guerra Fría. Un propuesta técnica sobresaliente en la que solo se ven destellos del mejor Nolan en contadas ocasiones, uno de ellos con Jean Tatlock (Florence Pugh) como protagonista. Uno de esos instantes de la película que hasta el día de hoy siguen siendo un siniestro interrogante para la historia. Pero esa es otra historia. La de Oppenheimer, el Proyecto Manhattan y la cruenta destrucción de Hiroshima y Nagasaki viene de la mano de una moralina y dos advertencias. Una es la evidente, la nuclear. La otra, es también clara: la gente buena ha de cuidarse de la gente mala. "Ellos no duermen si no han hecho mal; pierden el sueño si no hacen caer a alguno". Ojalá que esta película sirva como tal advertencia.
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