Todos conocemos la época dorada de Disney con películas como La Sirenita, Aladdin, la Bella y la Bestia o El Rey León. Una época en la que todo lo que generaba la compañía era un éxito y que marcó al cine de animación. Sin embargo, todo lo que sube baja y algunos lanzamientos como Atlantis o El Planeta del Tesoro hicieron que se perdiera la esencia que la caracterizaba. Así, durante años, como títere sin cabeza nos iban llegando entregas que no estaban mal pero que no convencían al público. Eso cambió cuando llegó Frozen.
La clave del éxito de Frozen
Frozen se estrenó en el año 2013 recaudando casi 1.300 millones de dólares siendo tan solo superada por la mítica El Rey León en taquilla y por su secuela, Frozen II, en cuanto a cine de animación estamos hablando. Un éxito como tal, que no se daba desde 1994, responde a una serie de características muy concretas.
En primer lugar, tal y como os contaba, Disney había comenzado un camino con un rumbo confuso en el que se encadenaron diferentes fracasos en taquilla. La aparición de la animación 3D o el cambio generacional dejó a la compañía haciendo experiementos que no acababan de encontrar su lugar, aunque con el tiempo han sido realmente apreciados.
Fue en el año 2011 cuando Disney lanzó la conocida Enredados con un éxito algo más valorado sin contar a las películas de Pixar, que siempre han tenido buena recepción. En ese momento, fue cuando se encontró un filón al darse cuenta de que volver a la época de cuento de hadas resultaba efectiva con una animación mucho más actualizada y llamativa. Así, dos años más tarde llegaría Frozen.
La clave de Frozen reside en tirar toda la carne en el asador, pero haciéndolo con una fórmula muchísimo más actualizada a los tiempos modernos. Así, en esta cinta encontramos una gran cantidad de canciones pegadizas, una historia de fantasía, un cuidado apartado visual y dos protagonistas que se alejan muchísimo del estereotipo de princesa que salvar. Y precisamente ahí está el motivo por el cual Frozen consiguió llegar a un público que ya se había alejado de la misma historia de siempre. En mi opinión, es Anna quien lleva todo el peso de la cinta y lo hace gracias a su potente personalidad, plagada de humor y a su representación humana y equiparable a cualquiera que la esté viendo.
En esta historia encontramos una revisión de "La reina de las nieves" en la que Elsa huirá de su reino y de sus obligaciones como reina al ver sus poderes de hielo desatados. Sin embargo, lejos de presentar una historia dramática, (aunque también tiene sus momentos emotivos), se centra en romper todos los clichés típicos mediante el humor. Una novedad muy importante es que se aleja del amor romántico como eje central y se centra en el fraternal y en la relación entre las dos hermana desde que son niñas hasta su adultez. Si a eso le sumamos unos paisajes de infarto y cierta mitologia ancestral, el resultado es una bomba. Además, no debemos quitarle el valor al hecho de que se trata de la primera película animada de Disney dirigida por una mujer. En este caso, por Jennifer Lee, a la que también conocemos por participar en ¡Raph Ralph! o Raya y el último dragón.
Como curiosidad, os contaré que el año que se estrenó fue uno de los inviernos más fríos en Estados Unidos viviendo genial al equipo de marketing para usarlo a su favor y promocionar la cinta. También en un inicio Elsa iba a ser la villana de la cinta, pero se decidió cambiar el tono del personaje.
Por todo ello, nunca es mal momento para verla, sobre todo cuando la tenemos disponible de una forma tan sencilla a través de Disney Plus. Y para los amantes del formato físico, sabed que también podéis hacerlos con ella a través de Amazon a un precio bastante asequible.