Con la llegada de la televisión como un electrodoméstico asequible para todo tipo de bolsillos, aquél nuevo entretenimiento que entró como un tifón en las casas de millones de familias a principios de los 50 se llevó por delante a una víctima inesperada, las salas de cine. Sin embargo, conforme ese negocio caía en barrena, otro invento creado en 1933 estaba a punto de explotar y causar una revolución, el autocine o drive-in.
Pero si la mayoría de familias tenía televisión en casa y la venta de entradas de cine había caído cerca de un 21%, ¿por qué la gente acudía a esos autocines que aparentemente ofrecían lo mismo? Pues precisamente porque, aunque la idea pueda parecer la misma, en realidad no tenían nada que ver.
Autocines contra el racismo
La idea de acudir a ver una película al aire libre mientras estás sentado en tu coche nos pilla un poco lejos a este lado de Occidente, pero en Estados Unidos demostraron ser un entretenimiento mucho más amplio y elaborado de lo que las salas de cine tradicionales podían ofrecer.
A menudo no sólo ofrecían la posibilidad de ver una película, sino que también contaban con restaurantes, bares, zonas de baile, pequeños parques y atracciones, farmacias, lavados de coches, lavandería… Frente a lo encorsetado de las salas y las limitaciones provocadas por su espacio, el autocine podía crecer y expandirse en base a las necesidades del público.
Sin embargo, había mucho más que puro entretenimiento detrás de aquella alternativa. El autocine ofrecía una libertad por la que las salas de cine convencionales ni se habían molestado en interesarse. Acudir a ellos era más cómodo para personas discapacitadas, para los ancianos, permitían fumar y traer mascotas, podías ir con niños menores de 12 años, ofrecían más privacidad a los jóvenes y, por encima de todo ello, esa misma privacidad fomentaba un giro inesperado, la no segregación racial entre quienes acudían a ellos.
Con las salas de cine impidiendo la entrada por motivos raciales, o creando zonas apartadas y aisladas, el autocine pronto se convirtió en un lugar seguro y sin restricciones capaz de romper barreras tanto físicas como psicológicas para un gran segmento de la población, especialmente en el sur donde la segregación seguía mucho más extendida.
Al sumarse la explosión del movimiento por los derechos civiles, estos espacios públicos que entraban en una zona gris de dicha segregación se convirtieron también en un lugar en el que los afroamericanos podían unirse a la vista de todos, ofrecer debates y, en cierto sentido, promover también la resistencia y desobediencia civil que poco a poco fue saltando a otros ámbitos de la vida pública. Y así, conscientes de cómo esa apertura resultaba clave para que negocios como estos resultasen rentables por la afluencia de público, quienes hasta entonces no se preocupaban por la accesibilidad y la inclusión, empezaron a hacerlo.
Imagen | Terry Jaskiw
En 3DJuegos | Ni en el mundo del cine ni en el remolque de un camión, la palabra tráiler tiene un origen mucho más sorprendente
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