Pocas veces hay un nombre mejor escogido que el de la isla Inaccesible, un pedazo de tierra de 14 kilómetros cuadrados de superficie que, perdido en medio del océano Atlántico y rodeado de acantilados de cientos de metros de altura, hace honor a su nombre de la forma más espectacular posible. De hecho, incluso resulta sorprendente que ese no haya sido su nombre desde el principio.
Descubierta en el año 1656, al principio se dio a conocer como Nachtglas (noche de cristal) en honor al barco neerlandés que se cruzó con ella, pero debido a lo difícil del acceso a la misma, permitiendo desembarcar sólo en ciertas etapas del verano, y con una única playa como puerto de entrada, terminó llamándose la isla Inaccesible. Aunque, en realidad, la isla bien podría haber acabado llamándose la indiferente.
El volcán que se convirtió en una isla misteriosa
Pocas expediciones pasaron por allí y, menos aún, gente con ganas de quedarse. Sólo un par de hermanos alemanes, que acudieron allí en el año 1871 con la intención de crear una zona de comercio valiéndose de la piel y la carne de las focas autóctonas, han sido los únicos hasta la fecha con la intención de asentarse en la isla.
Sin embargo, pese a haber permanecido allí varios años, no calcularon bien hasta qué punto la Inaccesible iba a ser poco llamativa como punto comercial del Atlántico. Sumado a las temperaturas extremas, y cómo los pueblos de Tristán de Acuña, la isla más cercana, iban a hacer todo lo posible para hacerles entender que no los querían allí, los hermanos Stoltenhoff salieron por patas de allí a la primera oportunidad que se les presentó.
Tras la visita del HMS Challenger para investigar la flora y la fauna del lugar, se sumaron a la expedición y fueron rescatados por la misma, terminando con ello su controvertida aventura. Desde entonces sólo la ciencia se ha interesado por una isla que, como un volcán inactivo desde hace 4 millones de años, en realidad tampoco tiene mucho que ofrecer más allá de las especies locales que habitan la isla.
Para protegerlas, habiendo sacado ya de allí los perros y cerdos que llegaron en algún punto de la historia como animales domésticos y terminaron asilvestrados, la isla permanece hoy como espacio protegido y patrimonio natural de la Unesco, evitando que nadie pueda volver a perturbar su paz o aprenda por las malas el significado de su nombre.
Imagen | Brian Gratwicke
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