Ocurre cada año desde hace más de 60 años. A las 15h de la tarde, en una Suecia famosa por ser una de las ciudades más avanzadas de Europa, casi la mitad de su población viaja al pasado de una forma que difícilmente entendería cualquiera de otro país. Es la hora en la que da comienzo la tradición navideña más surrealista del país, el momento en el que se sientan frente al televisor en Nochebuena para ver "Kalle Anka och hans vänner önskar God Jul". O lo que es lo mismo, en nuestro idioma, "El Pato Donald y sus amigos os desean una Feliz Navidad".
Convertida en una de las retransmisiones de televisión de mayor audiencia año tras año, la emisión de casi una hora de este especial navideño alcanza 4 millones de espectadores en un país de poco más de 10 millones de habitantes. Es una costumbre tan arraigada que las autoridades registran una sonora caída en el tráfico, el uso de redes móviles y las llamadas a emergencias, entre las 15h y las 16h del día de Nochebuena. Entender el porqué de ese fenómeno es más fácil de lo que parece.
La Nochebuena de Suecia y el Pato Donald
Pese a que en el resto del mundo Mickey Mouse es la estrella Disney por excelencia, en Suecia el carácter temperamental del Pato Donald lo han convertido en una suerte de símbolo del país. Su mala suerte y el estar constantemente enfadado con el mundo parece resonar más entre unos suecos que, cuando llega la hora de votar en las elecciones, a menudo lo hacen escribiendo Kalle Anka en las papeletas para reflejar un voto nulo.
Buen ejemplo de ello es que, pese a conocer al especial de Navidad con ese nombre, con el Kalle Anka que hace referencia al Pato Donald, en realidad ni siquiera se llama así. El especial navideño de Disney, que incluye pequeños cortos entrelazados con clips musicales de las películas de aquella época y en los que el Pato Donald sólo aparece en parte de él, se emitió en Estados Unidos en 1958 bajo el nombre "From All of Us to All of You", pero ese "De todos nosotros para todos vosotros" ha ido desapareciendo con el tiempo.
De hecho, el especial significa bien poco para el público estadounidense, pero para los suecos es una cita inamovible frente a la que está terminantemente prohibido dar paso a la Navidad si no se pasa antes por ella. No se come o se dan regalos hasta que el Pato Donald ha hecho lo suyo, y cualquier cambio que se haga sobre esa tradición es motivo de debate en todo el país.
Cuando Disney editó algunos de los cortos incluidos para evitar estereotipos raciales, Suecia vivió la modificación como una crisis de estado. No estaban retocando un dibujo animado para adaptarlo a los tiempos que corren, estaban manchando un patrimonio cultural, y así lo recogió una encuesta entre más de 40.000 personas en las que el 96% de los suecos se mostraban en contra de la modificación. No es la única vez que Kalle Anka ha dado lugar a un cisma en el país.
Mucho más que una tradición de Navidad
Cuando en 1982 la cadena sueca intercambió el corto de Ferdinand por otro, para huir del recuerdo de aquél toro que prefería oler flores antes que luchar en una plaza, como si fuese una parábola del pacifismo en plena Guerra Civil española, los diarios abrieron con lo que a todas luces parecía un ultraje para la tradición.
Una década después, el presentador que anunciaba la llegada del Kalle Anka desde un sillón, como si con eso diera paso a la Navidad, decidió que ya iba siendo hora de grabar ese segmento para poder disfrutar de las fiestas junto a su familia. No pudo hacerlo al año siguiente porque las críticas se cebaron con él y con la cadena. El propio reportero reconocía años después que aquellas grabaciones le habían costado tres divorcios, destruyendo con ello su vida personal.
Esa enfermiza obsesión con el Pato Donald nace de que, cuando se emitió por primera vez el especial, la cadena SVT era la única disponible en televisión, y también la puerta de entrada a una factoría de dibujos animados que no todo el mundo conocía. Tras el éxito de aquella primera emisión, la SVT decidió repetir la jugada al año siguiente y, viendo cómo la audiencia respondía con entusiasmo, no ha dejado de hacerlo hasta el día de hoy.
Pese a que las nuevas generaciones parecen cada vez menos interesadas en seguir esa fiebre navideña por el Pato Donald, Suecia hace lo posible por mantener la tradición: "La gente siempre quiere cambiarlo todo y hacer que todo sea nuevo", pero lo que ofrece Kalle Anka es mucho más que una simple costumbre sueca, es una repetición que, año tras año, se encarga de aportar "seguridad en un mundo cada vez más confuso".
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