Cuando entras en una sala de cine, hay cosas que suelen no cambiar nunca: el olor a palomitas, el sonido del Dolby y gente iluminando el pasillo con el móvil para encontrar sus butacas, casi siempre de un intenso color rojo. Digo casi siempre porque en los últimos años esto ha cambiado, pero, ¿por qué rojo y no verde o azul? Puede que pienses que es puro azar, una decisión decorativa que alguien tomó un día por gusto y que todo el mundo le siguió, pero lo cierto es que hay un doble motivo detrás de esta elección y en este tema os lo cuento.
Por un lado, hay una explicación histórica. La tradición del color rojo en los asientos de los cines es heredada de los teatros de ópera del siglo XIX. Como bien explican los compañeros de Sensacine, estos recintos estaban decorados con colores muy opulentos, principalmente rojo y dorado, que buscaban reflejar el lujo y la grandeza. Esta costumbre se trasladó posteriormente a las salas de cine. En parte, porque muchos de los primeros cines no dejaban de ser teatros reconvertidos para la ocasión; y por otro lado, porque mantener el color en los asientos era una forma de legitimar la nueva forma de arte y hacer que las masas se sintieran parte de un evento social importante y privilegiado.
Imagen | Felix Mooneeram (vía Unplash)
Conociendo el efecto Purkinje
Visto así, parece que toda esta elección cromática sigue teniendo una justificación decorativa, pero existe una segunda razón, más práctica y funcional, que es mucho más interesante y que me ha llevado a escribir sobre este tema para compartirlo con vosotros: ¿sabías que el rojo es el primer color que el ojo humano deja de percibir con claridad en condiciones de penumbra o baja luminosidad? Es decir, cuando las luces de la sala de cine se atenúan, las butacas de un rojo intenso se vuelven más imperceptibles, consiguiendo que nuestra atención como espectadores se centre en la pantalla, sin distracción, en segundos; esto no es algo inventado, sino un fenómeno óptico y fisiológico ampliamente estudiado y documentado conocido como "el efecto Purkinje".
Profundizando en el tema podríamos compartir con vosotros una tercera justificación: el rojo es una buena opción para disimular manchas e imperfecciones del tejido, lo que evita que las butacas den una sensación de desgaste, manteniendo la apariencia de la sala. En definitiva: no, no se escogió el color rojo por capricho. No obstante, basta con que seáis asiduos a diferentes salas de cine para daros cuenta que en los últimos azul ya hay asientos de todas las clases y colores, aunque el rojo sigue siendo el más habitual.
Imagen principal | Twisters
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