El mayor tsunami al que nos hemos enfrentado pudo haber matado miles de personas. Tuvimos suerte

El mayor tsunami al que nos hemos enfrentado pudo haber matado miles de personas. Tuvimos suerte

  • Los 524 metros de altura de este mega tsunami superaron por mucho a la Torre Eiffel

  • Es la ola más alta jamás registrada por nuestra historia

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Tsunami Litu
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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

Editor - Trivia

A estas alturas de la película hemos perdido la cuenta de las veces que Hollywood ha aprovechado catástrofes naturales para hacerse un hueco en taquilla. El miedo a tsunamis como el provocado por Rusia, sin ir más lejos, nos ha dado desde cintas premiadas como Lo Imposible hasta taquillazos y éxitos en streaming como Geostorm, pero sorprendentemente nadie ha aprovechado la historia del tsunami más alto que ha vivido nuestra historia reciente.

Alejado de mitos históricos como el de la Atlántida o catástrofes como la de Japón y Fukushima, la ola más grande jamás generada forma parte de nuestra historia reciente y gana por goleada a todos los ejemplos que puedan venirte a la cabeza. Hablamos de un tsunami que, en su pico más alto, alcanzó los 524 metros de altura, por debajo de los 828 metros del Burj Khalifa de Dubai, pero muy por encima de los 443 metros del Empire State de Nueva York o los 324 metros de la Torre Eiffel de París. Si no has oído hablar de ello es porque, simple y llanamente, ese día tuvimos suerte.

El tsunami más grande jamás registrado

Hace ahora poco más de 67 años, durante la noche del 9 de julio de 1958, a las 22:15 un terremoto de 7,8 grados rompe la falla de Fairweather provocando un seísmo que se notó desde Seattle hasta Whitehorse, en el norte de Canadá. Pese a que fue en Yakutat donde más se sufrieron los daños estructurales, a apenas unos 70 kilómetros del pueblito de Alaska, en la Bahía de Lituya, estaba a punto de vivirse un desastre sin precedentes.

La zona, apodada así por el Glaciar Lituya que le da nombre, vivía dos minutos después del terremoto un acontecimiento que estaba a punto de entrar en los libros de récord de nuestra historia documentada. Provocado por el seísmo, el citado glaciar entra en colapso y se empiezan a desprender rocas y trozos de hielo hacia el fondo de la bahía. En total, un desprendimiento de más de 30 millones de metros cúbicos de tierra que, al impactar contra el agua de la costa, genera una inmensa columna de agua.

TSUNAMI

Mientras crece deslizándose por la bahía, la ola llega a alcanzar los 520 metros de altura moviéndose a una velocidad de cerca de 200 kilómetros por hora que deja poco hueco a la improvisación. Si en un tsunami provocado en mar abierto hay horas para evacuar y prepararse para el impacto, lo vivido en la Bahía de Lituya fue un desastre de apenas unos minutos.

Con una zona devastada cuyo impacto aún hoy puede verse al mirar la zona desde los satélites de Google Maps, el inmenso tsunami generado por el desprendimiento arrasó con los bosques cercanos barriendo 10 kilómetros cuadrados de vegetación y suelo hasta dejarlo en mera roca, elevando barcos hasta más de 30 metros por encima de la altura de sus árboles, y desplazando los troncos cercenados hasta 8 kilómetros en mar abierto. Pese a ello, tuvimos suerte.

La suerte nos sonrió frente a un mega tsunami

Pese a que la población general no tiene mucha constancia de lo ocurrido en la Bahía de Lituya, recogido sólo en textos como este pero sin haberse convertido en un suceso clave de los que dejan huella en nuestra memoria, el caso lleva años preocupando a la ciencia por cómo fue capaz de demostrar la magnitud del peligro que, en forma de mega tsunamis, suponen los glaciares y fiordos que rodean zonas como la citada Alaska, Groenlandia o Noruega.

El miedo a que el calentamiento global y los terremotos terminen provocando deslizamientos similares, y veamos cómo las olas generadas en consecuencia salen a mar abierto hasta alcanzar alguna costa cercana, es un riesgo digno de ser monitorizado. El temor a sufrir una situación similar a la del tsunami de la Bahía de Lituya, y no tener la suerte que la humanidad tuvo allí, es más que suficiente para que la ciencia se vuelque sobre ello.

Megatsunami

La clave detrás de ese desconocimiento poblacional no se limita al hecho de que no hubo grabaciones o instantáneas de lo ocurrido, sino a cómo la fortuna provocó que sólo tres embarcaciones cercanas se vieran afectadas. De ellas, sólo se contaron dos pérdidas. Las otras tres que se llevó por delante el terremoto dejaron un conteo muy bajo para lo que podría haber ocurrido de haberse vivido en otro lugar.

La propia geografía de la bahía, con una isla a medio camino entre el glaciar y el mar, consiguió frenar una ola que apenas se desplazó poco más de un kilómetro antes de chocar contra tierra firme y que, gracias a ello, no creció aún más y se quedó encapsulada en la zona. Pese a ello, la suerte que vivimos con ese caso no le resta ni importancia ni fuerza a lo que consiguió aquella ola y, por ende, lo que podría llegar a suceder con un tsunami similar si ese día no tenemos tanta suerte.

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