Si tu juego favorito no está nominado a los GOTY de los Game Awards y te has enfadado, la culpa la tiene la evolución

Si tu juego favorito no está nominado a los GOTY de los Game Awards y te has enfadado, la culpa la tiene la evolución

  • Es el mismo enfado que sientes cuando pierde tu equipo y es completamente normal

  • Es una respuesta primigenia que persigue mejorar tus opciones de supervivencia

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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

Editor - Trivia

No sería descabellado afirmar que actualmente en el mundo hay problemas mucho más graves que el hecho de no ver a tu juego favorito entre los GOTY de los Game Awards, o que esté nominado un juego de cartas, o incluso un DLC. Sin embargo, no puedes evitar sentirte enfadado, frustrado, o incluso traicionado, por la decisión de no incluir el que tú crees que es el mejor juego del año. Y es completamente normal.

Aunque la respuesta no se repite en todos los casos por igual, basta con asomarse a las redes sociales para encontrar muchas más reacciones que, por un caso o por otro, terminan siendo muy similares a las tuyas. Pero frente a lo que podría parecer una completa chaladura a ojos de algunos, en realidad hay una respuesta con una explicación muy lógica: tu cerebro y la evolución tienen la culpa.

La clave de todo está en tu cerebro

La clave detrás de ese enfado, en la importancia aparentemente desmedida que le damos a algo tan banal como un premio a mejor juego del año que no nos va a reportar nada a nivel de beneficios tangibles, está en algo tan primitivo como la supervivencia de nuestra especie.

En una época en la que la Tierra era un ambiente completamente hostil, formar parte de un grupo podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Si ibas por tu cuenta, las posibilidades de caer ante un depredador eran mucho más altas que si estabas unido a un grupo cohesionado. Quienes evolucionaron para perseguir ese objetivo terminaron compartiendo techo, alimentos y protección, aumentando así sus posibilidades de sobrevivir y traspasar ese rasgo a su descendencia.

Awards

A su vez, el abrazo de ese grupo generó una sensación de pertenencia y validación. Seguir los pasos de tu rebaño reforzaba ese vínculo, mientras que todo lo que ocurría fuera de él generaba desconfianza frente a lo que podía resultar esa amenaza. En otras palabras, sé que mi grupo va a estar ahí para apoyarme, pero ese otro grupo tal vez no haga lo mismo, así que debo verlo como una competencia.

Si llegados a este punto estás empezando a ver una relación directa entre la evolución de nuestra civilización y lo que ocurre en un campo de fútbol entre equipos rivales, significará que no te he perdido por el camino y empiezas a atar cabos. Sin embargo, ahí hay un fanatismo mucho mayor que en el de los videojuegos y, sin considerarte tú nada de eso, la molestia y frustración sigue ahí. Intentemos entender por qué.

Del calor de la cueva a los Game Awards

Pese a que ese sentimiento grupal se encuentre ya mucho más descentralizado por la vida que llevamos hoy en día, la respuesta primigenia sigue ahí, y el sentido de pertenencia no ha perdido un ápice de fuerza. Que creas que cierto juego y no otros debe estar entre los nominados te ata a un grupo que ves como selecto aunque no estés atado a él. Al fin y al cabo, son las personas que pese a estar repartidas alrededor del globo comparten tus gustos.

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Sin embargo, cuando se muestran los nominados y tu elección no está entre ellas, el cerebro percibe esa ausencia como un peligro. La falta de reconocimiento te acaba de sacar de lo que parece un grupo mayoritario, no se ha reconocido tu valoración y, de un instante para otro, no sólo te sientes fuera de ese círculo, sino que también lo percibes como una competencia más fuerte de lo que creías.

La respuesta, aunque controlable si nos agarramos a unos mínimos de sentido común, es perfectamente normal. Frente a ese giro de los acontecimientos el cerebro responde liberando cortisol y adrenalina generando estrés, lo que provoca esa sensación de frustración y rabia que, en mayor o menor medida, terminas experimentando.

Se suma, además, lo que en la psicología se conoce como reflejo de gloria. En concreto la falta de ella. Es el efecto mediante el que proyectamos nuestro bienestar y autoestima en un tercero, como puede ser un juego, una compañía o un equipo. Si ese ente recibe un premio, nuestro cerebro lo considera también nuestro.

Si no lo hace, en cambio, pues corres a tu red social de preferencia a preguntar por qué narices los Game Awards no han tenido en cuenta a tu juego favorito para los GOTY. A grandes rasgos, después de todo, en realidad sólo lo estás haciendo en busca de esa validación social y pertenencia de grupo que hace miles de años te hizo estar calentito en una cueva compartiendo un filete de mamut. Las circunstancias han cambiado, pero tu cerebro sólo se preocupa de sobrevivir.

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