Los responsables de, primero, I am Setsuna y, después, Lost Sphear, nos presentan su nuevo trabajo. Un viaje en clave de juego de rol que rememora a las producciones añejas del género de hace varias décadas. Análisis de Oninaki.
I am Setsuna y Lost Sphear son dos pruebas irrefutables de que Square Enix va a seguir apoyando a uno de sus géneros más queridos y que tantas alegrías les ha dado a lo largo de su dilatada historia. Los RPG de corte clásico ya no viven su época más dorada, ni mucho menos, pero todos aquellos que crecimos deleitándonos con títulos del calibre de Chrono Trigger, Secret of Mana y tantos otros, estamos más que dispuestos a seguir disfrutando de este tipo de producciones… al menos mientras sigan apareciendo.
¿Cuál es la más reciente en aterrizar en PS4, Switch y PC? Pues Oninaki, un título creado nuevamente por el estudio Tokyo RPG Factory que nos narra una historia sencilla pero bastante cuidada en la que la muerte se alza como el tema central. El protagonista principal es Kagachi, un joven que se queda huérfano siendo tan solo un niño. Sin embargo, en el mundo en el que vive se cree firmemente en la reencarnación… una creencia que, tiempo después ve cómo efectivamente es toda una certeza.
Al abandonar los cuerpos, los difuntos pueden reencarnarse, pero algunos pierden su camino por unas circunstancias u otras. Precisamente Kagachi, así como otros personajes que le rodean como Mayura o su padre Kushi, se dedican precisamente a eso, a ayudar a los llamados Lost Souls para que puedan reencarnarse al encontrar el camino de vuelta desde el otro mundo. Como Watchers, que así es como se designan a este tipo de personas que velan por el alma de los muertos, deben cumplir tal complicada misión. Y para ello es necesario ir más allá de la realidad en la que viven y transitar también en el mundo del más allá.
Oninaki, aventuras y combates entre dos mundos paralelos
Con este trasfondo tan interesante, sucede una aventura que posee todos los ingredientes básicos hallados tradicionalmente en este tipo de producciones. Eso sí, en el caso de Oninaki los desarrolladores han variado un tanto la fórmula que plasmaron tanto en I am Setsuna como en Lost Sphear (sus dos obras previas). Exactamente, porque si en ambas producciones se había optado por integrar un sistema de combate por turnos, en este caso han querido introducir batallas en tiempo real. O sea, que estamos ante un Action RPG de los de toda la vida al más puro estilo Zelda, por citar un ejemplo muy reconocible.
Como siempre que se producen permutas de este tipo, habrá usuarios que se quejen por dicho cambio y otros que lo reciban con los brazos abiertos: es cuestión de gustos. Bajo mi parecer, este cambio nos da una de cal y otra de arena, dado que si bien los enfrentamientos en tiempo real agilizan un tanto el desarrollo de la aventura en general, el sistema de combate adolece de la fluidez y espectacularidad necesaria para despuntar. No me entendáis mal. No es que sea malo y haga que cada batalla sea soporífera, afortunadamente no es el caso. Pero se nota que es un área que los desarrolladores no dominan, y han implementado un sistema que cumple con su cometido y que además posee su gracia debido a la presencia de los Daemons (de los que ahora mismo voy a hablaros), pero que también tiene mucho margen de mejora.
No sorprende, pero la aventura es bastante variada y atractiva
¿Qué son los Daemons? Pues se trata de almas perdidas que podemos ir reclutando a medida que avanzamos para que peleen junto a nosotros de manera automática. Y lo mejor de todo es que cada uno posee sus propias armas y atributos, los cuales modifican incluso la forma de pelear de nuestro personaje así como sus ataques especiales y demás aptitudes. Al principio sólo podemos emplear una, pero conforme avanzamos tenemos la oportunidad de reclutar a un pequeño ejército de estos compañeros tan especiales, pudiendo alternar la presencia de unos y otros (hasta cuatro a la vez) para modificar en plena contienda nuestras habilidades y estilo de pelear.
La presencia de estos Daemons es tan crucial y destacada en el transcurso de la aventura que, incluso, es posible ir mejorando sus aptitudes de forma independiente mediante la recolección de unos objetos especiales. Cada Daemon posee su propio árbol de habilidades, y algunas de ellas resultan muy útiles en el campo de batalla. Y no sólo eso, dado que también podemos ir conociendo su pasado mediante ciertos recuerdos que están diseminados por los escenarios.
Como en toda aventura de esta guisa, también debemos realizar otras tareas y funciones a lo largo de nuestro viaje. Y una de las más importantes es la exploración, pudiendo recorrer un vasto mundo… que se divide en dos: el de los vivos y el de los muertos. Podemos alternar en cualquier momento la presencia en uno y otro, aunque para poder tener una visión completa del mundo del más allá es necesario liquidar a ciertos monstruos. Esta mecánica que juega con la alternancia entre dos mundos paralelos no es nueva y, de hecho, así a bote pronto se me vienen a la cabeza multitud de títulos que ya la acuñaron, incluyendo el clásico Zelda: A Link to the Past. Pero, a pesar de no ser una idea novel ni mucho menos, es justo señalar que aporta bastante interés y frescura al desarrollo.
Las conversaciones y la interacción con otros personajes secundarios también tienen su protagonismo, pudiendo entablar diálogo con un buen número de personajes. Dichas conversaciones tienen lugar en japonés con subtítulos en varios idiomas… entre los que no se encuentra el español, algo que no me ha pillado de sorpresa dado los precedentes previos con las obras de este estudio. Por fortuna y como suele ocurrir en muchos de los títulos de este mismo estilo, es perfectamente posible avanzar y superar la aventura a pesar de que no nos manejemos bien con el inglés (o el francés o hasta el alemán), pero es indudable que nos perderemos detalles interesantes relacionados con la trama.
Todo esto, más la existencia de otros elementos propios del rol como la recopilación de objetos, la resolución de puzles muy simples, los giros argumentales, etc. dan como resultado una aventura bastante variada y atractiva que, si bien no sorprende (ni pretende hacerlo), consigue trasladarnos a la era dorada de este tipo de producciones. Es decir, allá por la década de los 90. Y sólo por eso, seguramente habrá muchos usuarios que apuesten por esta producción.
La recreación del mundo (o mundos) que acoge esta odisea es realmente cautivadora
Además y sin alcanzar cotas sobresalientes, Oninaki es un título muy cuidado en lo visual. La recreación del mundo (o mundos) que acoge esta odisea es realmente cautivadora, pudiendo visitar un buen número de escenarios (bosques, pueblos, mazmorras…) que han sido dotados de un colorido y luminosidad más que llamativos. Los personajes no son los más detallados del mundo, pero sí que gozan de buenas animaciones y bastante personalidad. Reitero que lo menos conseguido tiene que ver con los combates, que no son precisamente espectaculares, pero por lo menos sí que nos permiten divisar a varios jefes finales muy bien concebidos.
La faceta sonora, en cambio, me ha dejado un sabor un tanto agridulce. El doblaje en japonés es bastante bueno y los efectos cumplen, pero la banda sonora… sin duda es bastante buena, claro que sí, pero esperaba disfrutar con melodías más épicas y memorables.
Tokyo RPG Factory nos brinda otro notable RPG que se sale un tanto de la norma establecida previamente en sus dos obras precedentes (I am Setsuna y Lost Sphear) debido a su sistema de combates, enfrentamientos que en esta ocasión suceden en tiempo real. Precisamente las batallas no es el valor más destacado de todos los que posee Oninaki, pero en cambio su historia, protagonistas y estilo artístico resultan muy llamativos.
- El planteamiento no sorprende pero resulta atractivo
- La historia está bien recreada y posee detalles muy llamativos
- La presencia de los Daemon aporta gracia al desarrollo
- Personajes carismáticos y dotados de bastante profundidad
- No es malo, pero al sistema de combate le falta más dinamismo y espectacularidad
- Quizá esperábamos algo más de la banda sonora, notable pero no especialmente brillante
