Petria está al borde del colapso. Nos unimos a las historias de una serie de jóvenes que buscan alcanzar la libertad más allá de sus fronteras. Pero esta no es la historia de su objetivo, sino de lo que queda en el camino. Un mapa de carreteras político donde se mezclan cuestiones que nos afectan a todos.
Si vivieras en un país cuyas libertades están restringidas, cuyos servicios públicos sirven más a los intereses del partido que a los del pueblo… ¿Qué harías? Esta parece ser la pregunta de fondo de Road 96 y no es una que nos encontremos todos los días en los videojuegos, lo que hace que sea fácil sentirse interesado por la propuesta de DigixArt.
Lo hacen, además, con un juego muy atípico. No hay un protagonista en Road 96, ni tampoco una mecánica dominante. Cualquier parada a lo largo de nuestra ruta por llegar a la frontera y escapar del país de Petria nos ofrece una situación diferente. A veces, serán minijuegos, mientras que otras tendremos que explorar el escenario al máximo. Por ejemplo: ayudar a unos ladrones a través de las cámaras de seguridad, trabajar en una gasolinera por algo de dinero, librarnos de asaltadores en la carretera, sabotear un meeting electoral o lidiar en situaciones tensas entre la policía y unos ciudadanos cansados y furiosos.
Las interacciones con los personajes buscan, ante todo, ponernos en diatribas morales y, aunque no siempre lo consigue con tino, sí lo hace las suficientes veces como para que terminemos reflexionando sobre los temas que orbitan alrededor de la obra. Nada más comenzar la historia, se nos hacen unas preguntas directas para ver "qué tipo de persona somos", qué buscamos en este juego y también cómo encaramos los cambios políticos.
Y esto es, quizá, lo más interesante de Road 96. Puede que nuestro objetivo como varios adolescentes que buscan una vida mejor fuera de Petria sea huir por la frontera norte; pero, en el camino, nos iremos dando cuenta de que cuanto más apostemos por la libertad individual, menos impactaremos en los cambios que se producen en el país. A menudo, no implicarse en estos conflictos para salir ileso y poder seguir nuestro camino hará que, sí, logremos nuestro objetivo, pero ¿a qué precio?. Esto genera cuestiones interesantes en el jugador: ¿hemos marcado realmente la diferencia? ¿Hemos hecho algo por ayudar a nuestro país o hemos elegido el "sálvese quien pueda"? Inevitablemente, el juego nos hace reflexionar sobre el individualismo y el bien común, obligándonos, en parte, a tener que elegir. Lo cual, por supuesto, suscita aún más preguntas que dejo ya a la reflexión de cada jugador.
En la carretera
He leído mucho la palabra narrativa procedural en asociación en este juego. Sin embargo, otra forma de explicarlo sería que, según las elecciones que tomemos, encontraremos unas situaciones u otras que están ya planificadas por el desarrollador. Lo encuentro una opción más interesante que un verdadero desarrollo aleatorio: lo importante en Road 96 no es tanto escapar como el camino. Incluso aunque alguno de nuestros adolescentes llegue a su destino, tendremos la opción de seguir jugando y descubrir las historias de los otros personajes que se encuentran en la carretera.
El juego nos hace reflexionar sobre el individualismo y el bien común
Un camionero, una policía, una presentadora de televisión, un joven genio de la programación, una joven música… son algunos de los personajes con los que compartimos el camino. Hay historias más y menos interesantes. Me gusta cuando se comparten pequeños momentos de esos que suceden siempre de forma inesperada cuando vivimos una pequeña aventura. Otros, en cambio, parecen menos centrados. Road 96 busca añadir algo de humor para lidiar con un tema que sabe que es importante. Y aunque logra, como digo, pequeños momentos, también hay otros algo histriónicos y tontorrones que no aportan gran cosa.
Su sistema de juego me parece interesante, también, pero con falta de desarrollo y agencia del jugador. Para llegar a la frontera, disponemos de varios métodos de transporte y estadísticas que cuidar: podemos viajar en taxi, autobús, autostop o caminando; mientras que debemos cuidar nuestra energía, ahorrar dinero y saber lidiar con los personajes del camino. No llega nunca a crear un verdadero desafío de gestión de recursos, lo que al final nos insta a tirar por caminos que no podemos variar mucho en este sentido. Sí es cierto que tenemos la opción de explorar el escenario para encontrar lugares de descanso, dinero, comida o aprovechar la información que hemos recopilado de otros viajantes. Sin embargo, cada ruta con nuestro adolescente es demasiado corta, y no da tiempo a desarrollar bien el sistema de juego. Al llegar a la frontera, muchas veces nuestra opción para cruzar estará ya marcada de antemano. Quizá esa generación aleatoria de escenas sea la que tenga que ver en todo esto.
Es más fácil de perdonar todo esto que algunos momentos narrativos, porque es, al final, el objetivo del juego. Si bien Road 96 logra que en ocasiones nos hagamos las preguntas correctas, en otras puede pecar de algo de ingenuidad. Forma parte de su talante optimista en un tema político tan duro, pero es fácil que algunos jugadores no terminen de conectar cuando comparan el histrionismo cartoon de algunos personajes a la realidad de un sistema político opresor. Por todo ello, al final las carreteras de esta ruta se bifurcan lo suficiente como para que algunos conecten con la experiencia y otros queden algo alejados de ella. En mi caso, puedo decir que me he encontrado en un término medio, pero al menos me han hecho ver en un videojuego ciertas preguntas que forman parte de mis inquietudes personales y que no acostumbro a ver en el medio. Y eso se agradece.
Road 96 es casi un experimento. Un juego formado por muchos juegos (y minijuegos) y un solo objetivo: escapar de Petria; un país que está al borde del colapso. Las decisiones que tomemos afectarán a la aventura, por supuesto, pero quizá lo importante no sean las consecuencias que provocan en la historia del juego, sino las que provocan en nosotros mismos. Para ello, construye un pequeño sistema de gestión y de decisiones que podría ser algo más profundo para sostener más la aventura. Aunque en ocasiones su carácter tontorrón haga que peque de cierta ingenuidad, es fácil (quizá por la escasez de juegos que se atrevan con estos temas) tratar de conectar con él e implicarse con las preguntas que nos lanza.
- No hay una mecánica principal, sino una serie de escenas narrativas que se juegan de formas distintas.
- Un juego que invita a la reflexión sobre la individualidad y el bien común.
- Las decisiones impactarán en los personajes que controlamos y que conocemos en el camino.
- El sistema de gestión de nuestros recursos es algo sencillo.
- En ocasiones usa el humor con tino; otras, resta relevancia a los temas que quiere tratar.
