La segunda entrega de Ninety Nine Nights está ya en las tiendas de nuestro país tras su nefasto paso por Estados Unidos y, como cabría esperar por el pésimo feedback recibido, ésta es sensiblemente inferior al original. Acción descerebrada en el más negativo sentido de la palabra, para un machacabotones duro y por momentos realmente cargante.
El primer Ninety Nine Nights fue un moderadamente interesante videojuego que demostró, sin embargo, el flojo estado de forma del género Hack and Slash en la nueva generación de videoconsolas. Su repetitiva jugabilidad encontró redención en la escasez de lanzamientos del género hasta el momento, a pesar de que su experiencia estilo Dynasty Warriors ya había sido vista en PlayStation 3 y la primera Xbox en cientos de ocasiones con mejores resultados de calidad.
No obstante la segunda parte llega con pocos elementos salvadores a su favor. El género desde entonces ha ofrecido mejores alternativas, aunque no muy numerosas, y lo cierto es que la experiencia de juego es incluso inferior a la de la primera entrega, merced a un desarrollo más repetitivo y tedioso y a algunos errores de bulto que no se han corregido desde entonces a pesar del tiempo transcurrido. En definitiva es un título al que sólo sacarán partido los aficionados más hardcore del género, e incluso ellos deben saber que hay alternativas sensiblemente superiores a Ninety Nine Nights II en el mercado.
Las Noventainueve Noches
El fuerte del primer Ninety Nine Nights no fue precisamente su historia, y en la segunda entrega todo el aspecto narrativo sigue desgraciadamente los mismos derroteros. El reino de Orphea es el lugar en el que se desarrolla este guión típicamente caracterizado por los elementos de fantasía que son tradicionales del género.
La historia nunca acaba de remontar el vuelo y tiene los peores adjetivos que se le pueden apelar a este tipo de contenido, siendo predecible y con unos diálogos ciertamente malos. Cuenta con cinemáticas de una calidad más que aceptable en lo estético y técnico, sin embargo aspectos como su insoportable doblaje en inglés, la desincronización absoluta de las voces con los labios y lo poco interesantes que resultan todos los personajes desaconsejan absolutamente visualizarlas.
A nivel jugable el título tampoco consigue levantar cabeza. No sólo es una experiencia increíblemente repetitiva y, por momentos, incluso molesta; sino que al mismo tiempo es tremendamente difícil. Cuando esto responde a un desafío bien graduado somos amantes del reto absoluto, sin embargo cuando la dificultad tiene únicamente que ver con demoledores fallos de calibración como una IA enemiga lamentable pero tremendamente numerosa, errores a la hora de recuperarnos de golpeos enemigos o un devastador distanciamiento entre sí de los checkpoints no podemos mostrarnos precisamente positivos.
Llevar a cabo un combo de varios miles de golpes puede sonar realmente espectacular, y de hecho lo es, sin embargo llevado a cabo cientos de veces una detrás de otra acaba componiendo la tediosa sensación que construye el juego. Poner semejante número de enemigos enfrente nuestro es clásico de este género, sin embargo si éstos no cuentan con el mínimo grado de inteligencia exigible y se limitan a apilarse frente a nosotros en hordas para que vayamos poco a poco acabando con ellos todo acaba convertido en una nefasta y aburridísima campaña.
Y es que hay muy poco que hacer en combate salvo machacar los botones para ir matándolos, algo especialmente frustrante si tenemos en cuenta que la mayoría de las veces no interactuamos directamente con todos los que hay en pantalla. ¿El motivo? A pesar de que decenas de oponentes se arremolinan a nuestro alrededor, a menudo sólo nos atacan dos o tres al mismo tiempo, esperando todos los demás su turno rodeándonos para saltar sobre nosotros en escrupuloso orden.
Por otra parte el videojuego trata de matizar su repetitivo patrón con algunos elementos. Por ejemplo podemos equipar hasta cuatro ataques adicionales que mapearemos a diferentes botones del pad. Éstos tienen mayor potencia que los que podemos ejecutar con los botones azul y amarillo -ligero y fuerte-, y se recargan con el transcurrir del tiempo puesto que su uso es limitado.
Tras superar un puñado de misiones se nos ofrecerá la posibilidad de escoger a cinco guerreros diferentes, que en la misma tradición que el original tendrán su propio pack de misiones y su arco argumental bien definidos. No hay gran motivo para superar las diferentes campañas ni a nivel narrativo, dado su escaso interés, ni a nivel jugable, dado lo repetitivo de su propuesta, de modo que a pesar de la indudable cantidad de horas que ofrece el título no existen demasiadas razones para invertirlas.
Por último cabe mencionar que el juego incluye multijugador, pero éste es únicamente a través de Xbox Live sin posibilidad de disfrutar de él a pantalla dividida, y con la notable ausencia de la campaña o modo historia, del que no podemos participar en esta modalidad on-line.
Ninety Nine Nights II vuelve a demostrar que sin algo de ingenio y diversidad en su propuesta, un Hack and Slash puede ser una experiencia soporífera. Poco podemos rescatar del videojuego de Feelplus, un título del que sinceramente esperábamos resultados mucho más interesantes.
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