El lanzamiento europeo de Animal Crossing: New Leaf para Nintendo 3DS está a la vuelta de la esquina, pero en 3DJuegos ya tenemos en nuestras manos este popular simulador social que llega cargado de novedades. Y para que la espera se os haga más llevadera, hemos decidido contaros en un Diario de tres partes cómo han sido nuestros primeros días en el papel de alcalde.
A bordo de un tren, camino al pueblo de nuestros sueños, Animal Crossing: New Leaf se siente y disfruta de forma similar a lo vivido años atrás con las anteriores entregas de esta exitosa serie de simuladores sociales. Sin embargo, lo nuevo de Nintendo para 3DS también se nota algo diferente; y eso es por culpa del "marrón" con el que nos han recibido en la bonita aldea a la que acabamos de mudarnos. ¿Qué de qué hablamos? Ni más ni menos que de ser alcaldes. ¡Alcaldes! ¡¿Pero a quién se le ocurrió esa idea?! Y por mucho que insistiéramos a Osunio, Jazmín, Poncho y demás habitantes de nuestra ciudad negándonos a asumir el cargo, la secretaria de alcaldía, la eficiente Canela, nos ha llevado a rastras hasta el consistorio, desde el que ahora escribimos estas líneas.
La popularidad lo es todo
Tras saludar uno a uno a los habitantes de nuestra aldea, bautizada con el original nombre de Elche -¿por qué será?-; y explorar a conciencia cada palmo de terreno en busca de la ubicación perfecta para erigir la casita en la que esperamos pasar el resto de nuestros días, un comerciante con una obsesión casi enfermiza por el dinero nos ha ofrecido la oportunidad de construir nuestra humilde morada a cambio de tal cantidad de bayas, que aún pocos días después de firmar la hipoteca todavía tenemos pesadillas. ¿De dónde sacaremos el dinero? Nos preguntamos a cada hora.
Menos mal que siempre hemos sido muy decididos, porque hemos tardado muy poquito en habituarnos al día a día en este tranquilo pueblo. Un lugar casi paradisíaco en el que los cerezos no dejan de dar sus frutos, que sabiamente recogemos a todas horas para sacar unos cuartos en la tiendecita regentada por Paca; en el que las costas que cubren el litoral ofrecen grandes recompensas a quienes saben buscarla –el mar está plagado de tesoros ocultos-, y en el que sus habitantes saben cómo sacarnos una sonrisa en todo momento. ¡Pero ojo! Que sean amables no significa que vayan a aceptarnos como su alcalde tan a la ligera.
Antes, hay que ganarse su respeto y confianza. Y para ello, es esencial contar con una casa decente y no la cutre tienda de campaña en la que Tom Nook nos ha tenido durmiendo a la luz de un candil durante un par de noches. También es vital satisfacer las demandas de los ciudadanos: arrancar las malas hierbas, plantar muchas flores, mostrarse simpático con los vecinos y, claro, cumplir sus deseos siempre que sea posible. Tareas que, sorprendentemente, nos han divertido muchísimo más de lo que podríamos imaginar. Y además hemos amasado una pequeña gran fortuna en cuestión de pocos días...
Dinero con el que hemos comprado herramientas de trabajo como una pala, para desenterrar tesoros de bajo tierra –entre ellos unos fósiles que vuelven loco de alegría al regente del museo, Sócrates-; la caña de pescar con la que esperemos ganar el concurso de pesca previsto para el próximo fin de semana, y un cazabichos con el que nos hemos puesto las botas capturando mariposas, arañas y demás insectos que pueblan el campo de Elche durante esta soleada primavera. ¡Y qué alegría da ver que todo el mundo está feliz! Tanto es así, que nuestra secretaria acaba de informarnos que los ciudadanos nos han ratificado en el puesto de alcalde, y ya tenemos a nuestra disposición todas las herramientas de gestión necesarias para regentar el pueblo a nuestro gusto.
Pero… ¡¿qué diablos?! ¡¿Tantas bayas cuesta ser alcalde?! Pues sí, eso parece. Porque para aplicar cualquier ordenanza municipal, con las que podemos cambiar el estilo de vida de nuestros ciudadanos, hacen falta 20.000 bayas. Y para colmo, la bonita fuente con la que queríamos estrenar nuestro mandato necesita casi 100 mil bayas para concluir la obra. ¿De dónde voy a sacar tanto dinero? Menos mal que la alegría que transmiten las gentes de la aldea está haciendo que nuevos ciudadanos se instalen en el pueblo pero… ¡cuánto gasto!
Lo peor es que tenía pensado ir de compras a la zona comercial, donde entre las galletas de la suerte, nuevos muebles para mi casa y la ropa de diseño elaborada por Pili y Mili había empezado a dejarme una pequeña fortuna. Y es que todo es poco si quiero tener la mejor casa posible y, claro, mostrar con mi vestuario lo estiloso y salao que soy. Pero siendo como soy una persona responsable, he decidido dejar de pagar durante un tiempo parte de la hipoteca para destinar mis ahorros a hacer de Elche una ciudad más bonita.
Así que aquí me tenéis, en el despacho de la alcaldía rodeado de facturas, papeles y peticiones de unos ciudadanos a los que ya he cogido un cariño especial. Espero que muy pronto tengáis noticias de mi, ¡y que no sea porque el poder me ha corrompido y he acabado en prisión!