Tengo muy buenos recuerdos de Commandos: Behind Enemy Lines. Era un chavalín de instituto cuando lo jugué, y aún me acuerdo de cuando llevé el CD al aula de informática para que los compañeros lo probasen. Al cabo de unos días, todos habían pasado por la experiencia, y aunque decían que podía llegar a ponerse realmente difícil (que lo era), no escuché a nadie decir que fuese un mal videojuego… sino todo lo contrario.
Desde luego, pocos juegos de PC he saboreado tanto como la obra de la española Pyro Studios. Hasta tal punto me gustaba, que me obligaba a mí mismo a hacer una misión al día para no completarlo de un plumazo. Así, cada vez que llegaba a casa, lo primero que hacía era encender el ordenador y deleitarme con unas misiones de sabotaje en que no importaba tanto lo rápido o habilidoso que fueras, sino lo mucho que habías estudiado el escenario y los movimientos de las tropas enemigas. Era, sin duda, algo muy diferente a lo que había visto hasta entonces en un videojuego sobre la Segunda Guerra Mundial. Era único.
Infiltración y estrategia en la Segunda Guerra Mundial
Una de las cosas que mejor recuerdo de Commandos: Behind Enemy Lines son sus intros. Se trataba de imágenes de archivo con una narración en español, las cuales te ponían en contexto antes de iniciar cada misión. El juego estaba perfectamente documentado. Había misiones en Noruega tras la ocupación alemana, en el norte de África, dentro de territorio francés, y por supuesto en Alemania para poner fin al Tercer Reich. Puede ser difícil de creer, pero el juego cubría cuatro años de guerra, con algunos de los acontecimientos más desconocidos (y aún así interesantes) de este importante conflicto bélico.
¿Por qué digo lo de desconocidos? Porque el juego nos ponía al mando de unos pequeños comandos con una importancia vital en el desenlace de la guerra. Y existieron en la realidad. Dudley Clark, conocido como el gran impostor de la II Guerra Mundial, fue un oficial británico experto en operaciones de engaño, sabotaje, agentes dobles… A él se atribuye la creación de los comandos, que como se nos explica en el juego, se trata de unidades especiales especialmente entrenadas y destinadas a objetivos muy específicos.
Mientras jugaba, sentía estar descubriendo uno de los lados más ocultos y fascinantes del conflicto, con un planteamiento de lo más verosímil. La proeza no era nimia, menos si hablamos de un juego que se estrenó en 1998. Era un juego duro, eso sí. Tenías que acostumbrarte a ser muy paciente, a poner el ratón sobre los enemigos y contemplar su campo de visión mientras estudiabas sus patrones de movimiento. Ir de un punto a otro del mapa podía convertirse en una proeza, y ya no te digo pillarlos desprevenidos.
Era un juego de alternativas, de cumplir objetivos de varias maneras. Para ello tenías un elenco variado de personajes: el boina verde, el francotirador, el espía, el marine, el conductor y el zapador… cada uno de ello con sus destrezas y equipamiento. Podías camuflar a tus unidades bajo la nieve, ocultar cadáveres, bucear bajo el agua, manipular explosivos y hasta usar uniformes nazis para pasar desapercibido. Todas estas habilidades combinadas suponen un mix brutal que a nivel jugable se traducía en mucha reflexión, en pararte y pensar qué es lo próximo que podías hacer.
No importaba tanto lo rápido o habilidoso que fueras, sino lo mucho que habías estudiado el escenario
De hecho, es un juego sin apenas música, para que te concentres en la vista isométrica y dirijas con escrupulosa precisión los pasos de tus unidades. Los escenarios, para tal fin, están estudiados al milímetro, con una realización gráfica sobresaliente para aquel entonces. Incluso a día de hoy se ve bien si consideramos los más de veinte años transcurridos, y hasta aprecias cosas como que la inteligencia artificial se alerte por las pisadas que dejaste al pasar sobre la nieve, un disparo lejano o ese cuerpo enemigo que dejaste mal escondido.
Por todo esto, no es mala idea que recuperes este clásico si eres un amante de la infiltración, la táctica y la estrategia más pceras. Puede que te resulte difícil por el tiempo transcurrido, aunque estoy seguro de que lo más duro será avanzar de misión en misión haciendo frente a su elevada dificultad. Pero es que ganar una guerra no debe ser nada sencillo, y estos comandos jugables "made in Spain" nos hicieron comprobarlo con un grandísimo juego que quedará para siempre en el recuerdo. No olvides tampoco el resto de opciones de la saga Commandos, que además han recibido remasterizaciones en los últimos años.
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