Construir ciudades siempre suena bien… hasta que tus ciudadanos empiezan a tomar decisiones que tú no esperabas y la cosa se te termina yendo de las manos, aunque no quiere decir que eso sea malo del todo. En algunos juegos, soltar el control es parte del encanto. Y sí, a veces, el caos urbano es mucho más divertido que la perfección.
Los juegos de gestión urbana suelen partir de una premisa clara y sencilla: tú mandas. Como jugador, diseñas, asignas recursos, colocas carreteras y decides quién vive dónde. Pero algunos títulos han desafiado esa lógica con una propuesta más radical (y más divertida): ¿y si no lo controlaras todo?
Frente al enfoque tradicional de SimCity o Cities: Skylines, donde el jugador es una especie de dios urbanista, hay juegos que apuestan por lo procedural, lo emergente y lo imprevisible. En ellos, el diseño de la ciudad no solo depende de tus decisiones, sino también de algoritmos que simulan caos, errores humanos y que traen consigo consecuencias no siempre agradables.
Y lo más curioso: esta pérdida de control no se nota como una derrota. Al contrario, genera un tipo de diversión más viva, más orgánica. En vez de una maqueta perfecta tienes una ciudad viva con sus rarezas, sus contradicciones y su encanto imperfecto. Y eso es genial.
Planificar está bien, pero improvisar es mejor
Hablar de city builders imprevisibles sin mencionar Dwarf Fortress sería un crimen. Este legendario juego independiente, creado por los hermanos Tarn y Zach Adams, es una obra maestra de la complejidad. Con una interfaz cruda y una curva de aprendizaje brutal, simula no solo ciudades, sino civilizaciones enteras. Cada enano tiene su personalidad, sus hábitos, sus traumas. Y todos interactúan en un sistema que puede venirse abajo en cualquier momento.
En Dwarf Fortress, puedes construir la fortaleza subterránea más elaborada… solo para que alguien tire una vela sin querer, provoque un incendio, y el caos se propague hasta que toda la población se desintegre por inhalación de humo, por ejemplo, o simplemente por una pelea entre amigos que se fue de control.
Dwarf Fortress
Lo interesante es que el juego celebra de alguna forma este caos. El lema no oficial es "Losing is fun!" ("¡Perder es divertido!"), y ese mantra define toda la experiencia. Aquí, el jugador observa más que dirige. Y cuando tu ciudad se va al garete por una cadena absurda de microeventos, no sientes frustración sino que sientes que has presenciado una historia única.
Cuando la simulación te responde
Aunque SimCity 4 no es procedural en el sentido más puro, sí representa uno de los primeros city builders en los que el comportamiento ciudadano generaba reacciones inesperadas. No todo se basaba en lo que tú construías, sino en cómo lo vivían los habitantes. ¿Pusiste una autopista para descongestionar el centro? Perfecto… salvo porque algunos de los ciudadanos decidieron ignorarla y atascarse igual porque preferían su antiguo camino.
Las simulaciones de tráfico, consumo energético o satisfacción ciudadana de SimCity 4 eran lo bastante complejas como para generar efectos emergentes. Problemas que no se resolvían con una simple acción, sino con ensayo, error y algo de resignación, no nos vamos a engañar. En muchos foros, los jugadores compartían capturas de ciudades donde un solo cruce mal puesto había creado un barrio fantasma o donde una zona residencial se había convertido en un polígono industrial espontáneo.
Y es que, a veces, el encanto está en no saber qué va a pasar cuando pulses "jugar", sino en ver cómo el sistema responde de maneras inesperadas, incluso caprichosas. Como si la ciudad tuviera voluntad propia.
De arquitecto a espectador: el placer del caos medido
Muchos juegos recientes han empezado a coquetear con este enfoque menos directivo. En títulos como RimWorld, Oxygen Not Included o incluso Going Medieval, la ciudad (o colonia) se construye tanto a partir de tus decisiones como de las del entorno y los propios personajes. Puedes planear una granja autosuficiente… hasta que llega una ola de calor y los cultivos se pudren. A veces por fallo humano, a veces por puro azar.
Simcity 4
Este giro hacia la generación procedural con capas de imprevisibilidad ofrece una narrativa más rica. No es solo un juego de construir, sino de observar, de adaptarse, de dejar que la historia surja sola. El jugador se convierte en testigo de una simulación compleja, donde el control absoluto es más ilusión que realidad.
Incluso hay títulos como Townscaper, que directamente eliminan cualquier tipo de desafío o lógica sistémica, y permiten construir ciudades "orgánicas", sin reglas claras, solo con clicks y colorines. No hay gestión, ni economía, ni tráfico. Solo formas que crecen como un coral digital. Es la versión más relajada de la misma idea: no tienes que dominar la ciudad, solo acompañarla.
¿Y si los juegos no van de ganar, sino de mirar?
En un mundo donde muchos videojuegos giran en torno al control y la victoria, los city builders caóticos y procedurales nos proponen una idea radical: no siempre hay que ganar; a veces basta con ver qué pasa.
Estos juegos te animan a renunciar al perfeccionismo, a aceptar que tu ciudad no será simétrica ni eficiente, que los ciudadanos no siempre harán lo que deberían. Y en esa renuncia nace una nueva forma de juego: más libre, más narrativa, casi documental. Construyes no para tener éxito, sino para observar cómo el sistema responde. Y cada partida se convierte en una historia distinta.
Al final, dejar que la ciudad decida es también una forma de ceder parte de la autoría. De aceptar que, en el caos, también hay belleza. Que a veces, los errores del sistema cuentan mejores historias que cualquier plan maestro que pudiéramos tener entre manos. Y tú, ¿te atreverías a soltar el ratón y ver qué hace tu ciudad sin ti?
En 3DJuegos | El videojuego que está ayudando a rediseñar ciudades reales. Este city builder ya no es solo una simulación
Ver 0 comentarios