Hace siete meses apenas había probado los simuladores de conducción, pero en el último medio año acumulo centenares de horas si sumamos mi recorrido en los juegos más destacados del mundo del SimRacing. En esta casa la norma dice que todas las noches se engancha el volante a la mesa y toca dar vueltas para mejorar mis cronos o echar algunas carreras multijugador. La situación ha tenido, sin embargo, un efecto curioso. En el mismo momento que me puse como objetivo correr algún día las 24 horas de Spa en el simulador dejé olvidado para siempre el que era el único juego de carreras al que realmente había dedicado tiempo en los años anteriores. Las motos ya no eran para mi o, al menos, eso pensaba.
Una adaptación traumática a los videojuegos
Las motos no parecen sentarle demasiado bien a los videojuegos. Es cierto que todos alucinamos cuando conseguimos el vehículo de dos ruedas más rápido en el Grand Theft Auto de turno. Sin embargo, apenas hay títulos enfocados principalmente en la conducción que se centren en replicar el comportamiento de estas máquinas. Lo cierto es que es algo que tiene mucho sentido cuando lo pensamos. Los coches se manejan de forma intuitiva y ofrecen una cámara inmersiva más cómoda para los jugadores. Hay una barrera de entrada mucho menor porque casi todo el mundo ha tenido alguna vez un volante entre sus manos. Como ventaja, incluso tienen la opción de correr en circuitos más variados. Mónaco o el viejo Nurburgring son impensables con solo dos ruedas.
Ni siquiera hemos tocado el punto más importante. Para girar un coche, solo hace falta mover un volante. Es un periférico relativamente accesible –salvo que queramos montar una cabina de simulación– que mejora de forma considerable la experiencia de juego ofreciendo un control absoluto de todo lo que pasa. Formula 1, Assetto Corsa o Automobilista tienen todas las ventajas que necesitan por la simple cuestión de que tratan de replicar un deporte de motor más variado y adaptable. Eso es, precisamente, lo que me enganchó a mi: la idea de simular con un dispositivo de conducción las sensaciones que puede tener un piloto en la pista. Algo que resulta mucho más obtuso cuando debemos jugar con un mando.
Los coches ofrecen, por su propia función en el mundo real, un marco más fácil para crear un buen videojuego.
Pese a tener todo en su contra, el lanzamiento de MotoGP 23 me ha recordado que una propuesta diferente no es necesariamente una propuesta peor. Fue duro empezar a jugar y moverme hacia todos lados con el joystick sin ser capaz de atinar ni una sola curva. La rueda trasera se levantaba en cada frenada y tuve que activar una cantidad de ayudas muy elevada para ser siquiera capaz de mantenerme en la pista. Todavía no soy demasiado habilidoso en los títulos de conducción, pero poner la dificultad al 50% y ver como acabo cualquier gran premio a varios segundos del penúltimo era algo que pensaba olvidado en el pasado.
Lo realmente extraño es que esta idea de enfrentarme a un nuevo desafío terminó por resultar muy divertida. MotoGP 23 es un título que tiene ciertos errores o al que le vendrían bien más modos de un solo jugador. Sin embargo, hace bien su trabajo como simulador de motociclismo. Sin embargo, el gigantesco reto que plantea viene acompañado de todas las herramientas que necesitas para superarlo. Las ayudas son importantísimas para ir entendiendo cómo conducir. Es un sistema como los ruedines de la bicicleta: podemos comenzar con los dos tocando el suelo de forma constante y luego ir reduciendo su importancia para convertirlos solo en un salvavidas hasta que finalmente los eliminemos.
Todo lo relacionado con las carreras en MotoGP 23 se ve de lujo, aunque cuando echamos la vista más allá de los límites de circuito los acabados bajan de nivel.
Cuando me quise dar cuenta, estaba viendo tutoriales. Algunos eran de lo más absurdos y “cómo frenar bien en MotoGP juego” está en mi historial de búsquedas de YouTube. Fui aprendiendo y entendiendo que el baile entre acelerador y gas en las curvas puede ser algo verdaderamente precioso. Quizá fuera mi falta de habilidad, pero note una conducción mucho más artesanal. Era una lucha constante y no hay sensación que se parezca a cuando tomas una curva perfecta. Esa en la que la propia moto te lleva del interior al exterior y de la que sales pisando gas a fondo en cuanto el piloto parece haberse puesto en el ángulo mínimo para poder acelerar sin caerse.
La sensación de conducción en MotoGP 23 está muy trabajada y el simple hecho de que sean motos y no coches también tiene un par de puntos positivos. Los pilotos manejados por la inteligencia artificial no suelen hacer jugadas sucias porque tienen toda la pista a su disposición para adelantarnos si es que tienen más ritmo. También la gestión de la fuerza del motor resulta muy interesante. Hay tres modos de empuje y cada uno de ellos consume más gasolina a cambio de aumentar el rendimiento. Toca gestionarlos a lo largo de las carreras tomando decisiones estratégicas sobre cuándo adelantar a los rivales o mantenerse en segundo plano para empujar en otra fase del gran premio.
Llevaba sin jugar un título de la saga desde hace dos años, cuando era prácticamente el único juego de carreras con el que me atrevía. Sin embargo, ahora que vuelvo con una gran experiencia en títulos de conducción la sensación ha sido todavía más positiva. No puedo decir que lo vaya a convertir en mi simulador principal, pero sí voy a jugar hasta ganarle al videojuego. Quiero llegar a quitarme todas las ayudas, establecer una dificultad relativamente elevada y ganar el maldito campeonato mundial en la categoría reina. MotoGP 23 es sólido, divertido y está muy por encima de lo que había esperado de él.
En 3DJuegos | Atento al festival de coches y carreras en la Hawai de The Crew Motorfest que ya tiene fecha, tráiler. Lo hemos jugado.
En 3DJuegos | He jugado a Prince of Persia: The Lost Crown durante más de una hora y duele que esté recibiendo tantas críticas.