Ponte en la piel de un vikingo y haz frente a la muerte misma en esta aventura de acción y supervivencia con elementos RPG, que destaca por su elevada dificultad y sus opciones de construcción. Hemos jugado a Valheim y en estas impresiones te descubrimos todo lo que ofrece este videojuego de PC, actualmente en Early Access.
A estas alturas los juegos de supervivencia tienen difícil sorprender. Prácticamente lo hemos visto todo, nos hemos enfrentado a toda clase de peligros, incluido un viaje a las profundidades marinas en el fantástico Subnautica. Y sin embargo aquí estoy, dispuesto a contaros lo bien que me lo he pasado peleando y muriendo en el peligroso mundo de Valheim. No es nada original, no tiene nada que digas "esto es increíble", pero engancha, más si juegas con amigos, y a lo tonto, sin darte cuenta, las horas vuelan mientras luchas, exploras y construyes en su gigantesco y despiadado mundo abierto, que aprovecha bien ciertos recursos propios de los RPG para animarte a seguir adelante en busca de nuevos retos en su universo vikingo, en el que no faltan los dioses con sed de sangre, gigantes capaces de aplastarte de un solo golpe, y otras criaturas propias de la mitología nórdica.
"Valheim es muy difícil. Morirás mucho. Y tus amigos morirán mucho", avisan sus responsables. Y sí, puede ser una pesadilla, especialmente cuando juegas en solitario, pero incluso en la muerte siempre encuentras una buena historia que contar a tus colegas. Perdí la vida en una mazmorra, o peleando contra un monstruo ancestral, o simplemente intenté cruzar un río a nado y acabé ahogándome. Como digo, este juego desarrollado por Iron Gate no difiere mucho de lo visto en otras aventuras de supervivencia, pero hace algo bien, y es esa sensación de progreso; de que cada vez tienes más opciones de escapar de una muerte segura, de que con cada nueva arma que fabrica, o casa que construyes, se abren ante ti nuevos desafíos antes inimaginables, como salir en busca de aventuras a bordo de tu propio barco vikingo. Y es una experiencia gratificante que suele acabar en tragedia, aunque no por ello pierdes la sonrisa. Y creo que esta es una de las grandes fortalezas de Valheim, que acaba de estrenar su acceso anticipado en Steam.
Forjar armas y construir casas en Valheim
La primera vez que salí a alta mar a bordo de una balsa de la que es imposible no sentir vergüenza ajena me topé con una tormenta infernal y acabé muriendo ahogado. Todas mis armas, materiales y trofeos se hundieron. Adiós. Un drama. Pero en el fondo me reí, porque es ridículamente gracioso, así que acabé contándoselo a mis compañeros de viaje, a los que les pasó algo parecido. Así es Valheim. No deja de ser otra aventura de supervivencia con las opciones habituales, pero tiene ese punto canalla de hacerte sufrir con las cosas más tontas hasta el punto de atraparte con su desafiante acción vikinga de estética retro. Si ya has jugado a otras aventuras del estilo te puedes hacer una idea de qué te espera.
Tu viaje comienza en la más absoluta miseria vestido con unos harapos que no protegen ni del frío de la noche. Pero empiezas a explorar, recoges madera, piedras, y casi de inmediato ya tienes un hacha; y luego un rudimentario garrote con el que protegerte de los molestos monstruos que van a por ti cuando cae la noche. Y sin darte cuenta has construido una sencilla cabaña de madera con su propio huerto y animales domesticados, además de las forjas en las que fundir el metal que luego transformarás en más y mejores armas y equipo defensivo. Avanzar en Valheim es difícil, sí, pero mucho o poco siempre progresas, y eso ayuda a que su acción no se vuelva tediosa. Siempre hay algo nuevo que hacer, algún nuevo reto al que enfrentarse, y cuando crees haberlo visto todo, desbloqueas un montón de nuevas recetas con objetos y estructuras que instantáneamente querrás fabricar.
Si juegas con amigos, este proceso es infinitamente más divertido y gratificante, porque todos a una, en cuestión de minutos podéis construir aldeas a las que no les falte de nada. En solitario, claro, es más lento, pero aún así, no se me ha hecho cuesta arriba salvo en contadas ocasiones, en las que siempre me faltaba algo de algo, obligándome a ir y venir de un lado para otro en busca de esas materias primas. Lo que me gusta de Valheim es que hace buen uso de su esencia RPG, con misiones que te enfrentarán a temibles jefes finales, u oscuras mazmorras con tesoros ocultos en su interior. Es precisamente en estos escenarios en los que vas a encontrar algunos de los recursos más preciados del juego, por lo que construir y progresar no consiste únicamente en talar árboles y picar piedra. Hay que poner la vida en riesgo, aventurarse en zonas peligrosas, y es lo que hace que, en cierto modo, siempre vivas con tensión en el cuerpo.
Os decía antes que Valheim es un juego al que le encanta hacer canalladas, y una de ellas consiste en mandar, de forma aleatoria, oleadas de enemigos que invadirán tu hogar. Ahora imagina que te despiertas un día de tormenta y te encuentras rodeado de monstruos por aquí y por allá. La primera vez que pasó lo tuve claro: salí corriendo. Y aprendí la lección. Los muros, las estacas y todos esos otros elementos defensivos no solo están ahí para que tu aldea luzca genial, auténticamente vikinga; tienen un propósito, y dominar estos detalles te hará sobrevivir a los muchos peligros que te rodean.
El combate en Valheim: honor y gloria
Valheim ha sabido atraparme con su desafiante acción, y con el encanto de todas las opciones que ofrece
Su estética retro, si bien nos deja con algunas estampas llamativas, puede hacerte pensar que Valheim es un juego simplón en el que basta con machacar el botón de ataque para derrotar a cualquier enemigo. Olvídalo. Debes dominar el arte del bloqueo y las esquivas para escapar de la muerte, pues los enemigos irán a por todas desde el primer minuto atacando en grupo sin pensárselo dos veces. También es importante conocer al rival, no ya solo por cómo atacan, sino también, porque no todas las armas les causan el mismo daño. Golpea a un esqueleto con un garrote y lo harás polvo; atácale con una espada y te costará algo más. Y si os decía que golpear sin ton ni son no es buena idea, es básicamente por el cansancio, ya que bastan un par de movimientos para agotar las energías del vikingo, dejándolo expuesto a ataques mortales. Situación que se agrava en ciertas condiciones, como cuando llueve, pues esto provoca que agotes tu energía con mayor rapidez.
Como véis hay pequeños matices que ayudan a hacer del combate en Valheim un desafío muy interesante, alcanzando sus mejores momentos en las batallas finales. Descubrir a estos rivales es ya de por sí una misión elaborada, que incluye sencillos puzles basados en el uso de los objetos que te rodean. ¿Quemar a los hijos de El Sabio, un ser ancestral? Dar con la respuesta fue bastante satisfactorio, y la recompensa llegó con la espectacular aparición de este gigantesco enemigo, con un fondo musical Death Metal que le sienta genial. ¡Y es un infierno! Porque hay enemigos por todas partes, y trampas, y explosiones y todo lo que te puedas imaginar. Corres, esquivas, bloqueas, disparas con el arco, golpeas con el hacha… y durante minutos vives en constante tensión, sabiendo que un fallo puede costarte la vida. Por eso he disfrutado tanto de esta primera toma de contacto con Valheim. Aún tengo mucho que descubrir, aún cuando sé que no he rascado más que la superficie.
Los jefes finales a los que me he enfrentado son variados y te obligan a adoptar distintas estrategias de combate, pero también he disfrutado de la exploración. Su mundo abierto es gigantesco, y siempre distinto, ya que se genera de forma procedimental con cada nueva partida. Por eso se agradece que haya construcciones como los portales, con los que puedes viajar de una zona a otra sin poner en riesgo tu vida; o los carros, imprescindibles para explorar arrastrando toneladas de materiales a tus espaldas. Hay bastantes opciones, pero al menos en estas horas iniciales, no te sientes abrumado ni tampoco agotado de andar recolectando de un lado para otro. Si encuentra ese equilibrio, con sus viajes en barcos, sus batallas, la exploración de mazmorras y otros misterios, de seguro los fans de las aventuras de supervivencia van a disfrutar del viaje. Porque además tiene un punto RPG que le sienta francamente bien. En la línea de la saga The Elder Scrolls, cuanto más usas un arma, más diestro serás con ella; pero esto también se aplica a acciones como correr, nadar, talar árboles, saltar y demás. De nuevo, la progresión es amena y siempre agradecida, por mucho que a veces sea una pesadilla.
Derrotar a los grandes jefes y otros enemigos te recompensa además con habilidades únicas que te permiten mejorar de forma temporal ciertas destrezas del protagonista, como su resistencia a la fatiga o la fuerza de sus golpes, lo que viene genial en las partidas multijugador, en las que un equipo de vikingos puede coordinarse para derrotar a los monstruos de forma estratégica. En total pueden juntarse una decena de jugadores, que si lo desean, también pueden matarse sin compasión. Insisto, no es especialmente original, pero Valheim ha sabido atraparme con su desafiante acción, y con el encanto de todas las opciones que pone en tus manos. Si es que hasta te obliga a fermentar ciertos alimentos o recursos para crear platos nutritivos o poderosas pociones. Y aún con esa estética retro tan peculiar, es capaz de sorprenderte con algunos de sus momentos. Tiene mucho camino que recorrer, pero Valheim tiene lo necesario para guiarnos al Valhalla.