Si bien existen animes muy de nicho para un público que le encante un género muy concreto, también podemos encontrar otras muchas obras ampliamente reconocidas y famosas tanto dentro como fuera de Japón. Pokémon, Dragon Ball o Doraemon son grandes ejemplos, pero si tuviéramos que elegir una serie que reconoce casi cualquier persona nada más verla, sin duda escogeríamos Shin Chan.
Las aventuras y peripecias de Shinnosuke Nohara se convirtieron en parte de nuestra rutina mientras desayunábamos antes de ir al colegio y veíamos la televisión regional (en mi caso, Canal Sur). Ninguna otra serie lograba entretenemos de la misma manera; ya sea por su humor o su ingenio, ninguna se acercaba en cuanto a originalidad y momentos cómicos (Bobobó, perdóname).
Y si bien la serie en sí era de gran calidad, donde Shin Chan realmente brillaba era en sus películas: En busca de las bolas perdidas, Operación Rescate o Perdidos en la Jungla son verdaderas maravillas, y cualquiera que las vea se reirá hasta quedarse sin aliento. Sin embargo, hay una película en particular que, si bien es muy divertida, también provoca un nudo enorme en el estómago cada vez que la vemos: Los Adultos Contraatacan.
Los Adultos Contraatacan: la película de Shin Chan que nos marcó a todos
Desde el inicio de la película, podemos percibir que la cinta tiene una atmósfera distinta a lo que habíamos visto antes, como si su objetivo fuera transmitir un mensaje de nostalgia y los problemas que conlleva hacerse mayor. Con todos los adultos atrapados en un parque anclado en el pasado, los más jóvenes se ven obligados a liderar un pequeño "ejército" cuya misión es rescatar a esos adultos atrapados por una fuerza superior.
Escenas memorables como el juego de roles en el bar, la huida del centro comercial o la persecución en el autobús son increíblemente buenas, pero poco a poco, estos momentos de diversión y risas van desvaneciéndose, dando paso a la preocupación y al miedo ante algo inevitable: la adultez. Es en este punto cuando nos encontramos con un momento que dejó a todos al borde del llanto: la secuencia que muestra la vida de Hiroshi, el padre de Shin Chan.
En primer lugar, presenciamos a un joven Hiroshi encontrándose con su hijo Shin Chan a través de sus "sueños", pero bastante desconcertado sobre su identidad y sobre quiénes son las personas que lo acompañan. Es en ese momento cuando su hijo utiliza el olor apestoso de los zapatos de Hiroshi para despertarlo de su letargo, provocando uno de los momentos más especiales de toda la saga. La secuencia comienza con Hiroshi y su padre en una bicicleta, para luego sumergirnos en un vídeo en forma de biografía de la vida de Hiroshi. En esta parte podemos observar toda la vida del personaje: su adolescencia, amores, desamores, trabajo, mala suerte y, finalmente, la persona que le cambió la vida: Misae.
Una secuencia de 3 minutos que nos hizo llorar
A partir de este punto, vemos el desarrollo de su romance, así como el nacimiento de su primer hijo, Shin Chan, y luego presenciamos cómo sigue adelante comprando una casa donde se establecerá con su familia. El trabajo y los problemas económicos siempre han estado presentes en la vida de Hiroshi, pero cada vez que llega a casa, siempre tiene a alguien a su lado. En este momento es cuando nuestro corazón se rompe en mil pedazos, ya que vemos a un Hiroshi adulto abrazando a su hijo entre lágrimas cuando este le pregunta si lo conoce.
Estas secuencias son las que purifican el alma y transmiten un mensaje que nos marca para siempre. No es necesario tener una vida llena de lujos o riquezas para darse cuenta de que la felicidad reside en las pequeñas cosas. Formar una familia, regresar al trabajo y ver que tus hijos te esperan para cenar, hablar con tu pareja sobre cómo te fue el día... Estos pequeños detalles, aunque parezcan una tontería, son las cosas que dan sentido a nuestra vida.
Pero la película no se limita solo a estos tres minutos, ya que a partir de ahí, la obra se convierte en un viaje emocional vertiginoso que justifica en todo momento por qué esta obra es tan especial. La vida no se reduce únicamente a recuerdos, sino también a momentos compartidos en familia, alegrías, tristezas y emociones... No podemos vivir arraigados a la nostalgia.
A través del momento cumbre de la película vemos cómo toda la familia Nohara lucha por un futuro. Es aquí cuando ocurre una carrera contrarreloj de Shin Chan para salvar a la ciudad, con una banda sonora espectacular y una animación justa y necesaria para el momento.
La felicidad en lo simple
Vemos a Shin Chan sangrar, algo que nunca había ocurrido, pero sin detenerse en su avance. Porque él no desea quedarse en el pasado, sino que aspira a ser como su padre y formar su propia familia, encontrar la felicidad en las cosas simples y sentirse satisfecho con todo lo que ha logrado. De hecho, la frase que Hiroshi le dice al antagonista representa a la perfección el mensaje de la película: "Qué más quisieras tú que tener una familia tan feliz como la nuestra".
Shin Chan ha logrado transmitirme todo tipo de emociones, pero si hay algo que valoro de esta obra es su significado. Levantarme por la mañana, ya sea con 10 o 20 años, y disfrutar de un episodio que me haga reír a carcajadas antes de comenzar cualquier otra actividad. Son esos pequeños momentos que aprovecho para ser feliz, al menos por un rato, antes de enfrentarme a la realidad. A simple vista, la vida de la familia Nohara puede no parecer la mejor, pero en realidad representa el tipo de vida que muchos desearíamos tener. Una familia, un hogar, una mascota, alguien que nos ama... ¿Qué más se necesita? Shin Chan es el ejemplo perfecto de cómo convertir una cosa sencilla en algo único.
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