Todas las piezas de nuestro PC cumplen un cometido u otro, y todos esos cometidos son importantes para tareas concretas. Sin embargo, estas tareas no son todas iguales, algunas se repiten con más normalidad que otras y se ven afectadas de una forma u otra por los componentes de nuestro equipo. En este texto, esa tarea será jugar a videojuegos, y vamos a hablar de los efectos de nuestras piezas clave.
Todos los usuarios de PC han tenido -o tendrán- que pasar por el proceso de aprendizaje que supone conocer su equipo, unos en mayor medida que otros, claro está, pero la amplia mayoría de la población de jugadores de PC sabe que su gráfica es importante para jugar, o que su procesador es una pieza clave en su equipo.
Para aquellos que sean primerizos en esto de establecer configuraciones para nuestro PC, les interesará saber -si no lo saben ya- que nuestro ordenador, como la máquina multipropósito que es, puede especializarse más o menos en según qué tareas en función de nuestra configuración y las piezas que contenga. Los videojuegos son, a efectos prácticos, una tarea más para nuestro equipo, por lo que la elección de las piezas de este puede "optimizarse" de forma natural para que rinda mejor en esos escenarios. A esto es a lo que habitualmente llamamos "PC Gaming" equipos cuya selección de componentes está centrada en la labor de jugar.
Sin embargo, incluso dentro de esta lista de componentes recomendados, hay algunas piezas que tienen más peso que otras a la hora de ejecutar y correr nuestros juegos de forma fluida. A lo largo de este texto queremos hablar un poco sobre ellas, con especial hincapié en las que consideramos más "candentes" a la hora de establecer la morfología de un equipo: el procesador, la unidad gráfica, las memorias y el almacenamiento.
Antes de comenzar: un mensaje importante
Siendo honestos, es más que probable que muchos de nuestros lectores hayan entrado en este texto con una ligera idea de qué van a encontrarse entre estas líneas, y es también muy posible que esas preconcepciones que tienen sobre la importancia de las piezas en sus equipos sean ciertas.
Sin embargo, el objetivo de este texto no es tanto "descubrir" el peso de cada una de estas piezas, como arrojar algo de información reunida sobre el impacto real de las mismas mientras jugamos. ¿Cuánto puede mejorar la gráfica el rendimiento de mi equipo? ¿De verdad tengo que cambiar el procesador? ¿Un nuevo módulo de RAM tendrá algún impacto positivo? Son el tipo de dudas que queremos contestar a través de este texto.
Con esto claro, deberíamos hablar sobre los datos que hemos usado. La mayoría de la información empleada para este texto forma parte de la base de datos que hemos ido forjando conforme hemos ido publicando diferentes textos sobre hardware en la web. Dado el actual estado del mundo del hardware es tremendamente difícil acceder al hardware necesario para hacer una lista con información actualizada de esta información, así que el "reciclaje" de la que hemos tomado en el pasado es la única vía de la que disponemos para arrojar datos.
Esta información está, en algunos casos, desfasada con respecto a drivers, actualizaciones, o componentes actuales, pero es certera como para tomarse en una comparativa de este tipo, en el que no medimos el rendimiento, sino el peso de cada componente.
El equipo que vamos a usar como base para la comparativa no es ningún extraño para nuestros lectores, pues es nuestro habitual equipo de pruebas, cuyas piezas tal vez hayan perdido parte del lustro que tenían hace poco más de un año, pero que nos sigue sirviendo con lealtad.
Dado que es la base sobre la que se han realizado las pruebas de rendimiento de la mayoría de las pruebas de rendimiento que hemos visto a lo largo de los años en nuestros textos dedicados a hardware, los cambios sólo serán oscilando entre el componente a comparar en cada una de las pruebas, dejando el resto de los elementos intactos.
La importancia del cerebro de nuestro equipo
Nuestro procesador es una pieza crucial dentro del equipo, popularmente denominado como el "cerebro" del mismo, un título merecido, pues por él pasan todos los procesos que tienen lugar en nuestro PC, y que este cerebro sea lo suficientemente rápido, eficiente y hábil para llevar a cabo esos procesos es imprescindible.
Sin embargo, su peso en nuestros videojuegos está lacrado por la optimización. La industria del videojuego tiende a dedicar más recursos en cerciorarse de que los videojuegos puedan ejecutarse a un nivel razonable en el mayor número de plataformas de juego posible, por lo que se suele partir desde las capacidades de dispositivos populares, como las consolas o los PC de gama media, como objetivo de optimización.
El resultado de esto podemos verlo con una sencilla comparativa de procesadores, donde una vez alcanzados los requisitos mínimos o recomendados para ejecutar un título, la ganancia en rendimiento es marginal hasta que alcanzamos un cuello de botella, algo que suele suceder conforme "elevamos" el resto de las componentes del equipo. Los modelos que hemos usado para ello corresponden a la gama de entrada, la gama básica, gama media y gama alta de los procesadores de octava y novena generación de Intel; una gama en la que cada salto en calidad supone un aumento en el número de núcleos, en las frecuencias y en el consumo.
Tomando como medida nuestro equipo básico, es sencillo determinar cuánto valor suma el cambio del procesador manteniendo el resto de los componentes. El i9-9900K que citamos aquí es indudablemente más potente que el i5-9400F que usamos de base, pero el salto en rendimiento no se corresponde con la inversión hecha. Una vez superado el rendimiento mínimo necesario para que el equipo funcione a cierto nivel de rendimiento, un procesador más potente "suma" a dicho rendimiento, pero no de forma significativa.
El poder del músculo gráfico de nuestro equipo
Sin lugar a duda, la unidad gráfica es la pieza de nuestro equipo que más atención recibe por parte de los jugadores. Es la principal encargada de la correcta ejecución de lo que vemos en nuestras pantallas mientras jugamos a nuestros títulos favoritos, ya que el resto del equipo delega en ella la labor de la representación de estos gráficos que le dan nombre.
A diferencia del resto de elementos que estamos viendo en este texto, la GPU no alcanza el desgaste en cuanto a valor por euro invertido tan fácilmente como, por ejemplo, el procesador o las memorias. Cada gama que subamos en el escalón del rendimiento tendrá una repercusión directa -y muchas veces palpable- en cómo rinden nuestros videojuegos en nuestro equipo, cuya configuración siempre podemos retocar para exprimir más de las capacidades de nuestra gráfica.
Esto es algo que podemos comprobar fácilmente arrojando algunos números. Cuanto más potente sea nuestra GPU en un equipo capaz de ejecutar un título de forma correcta, mejor será el rendimiento a una resolución y configuración determinada.
Sin embargo, es importante señalar que en el caso de las GPU el desgaste de su valor no lo impone la propia gráfica, sino el resto de nuestro equipo y periféricos que tengamos a nuestra disposición. Carece de todo sentido que invirtamos en una gráfica de gama entusiasta si sólo pensamos jugar a 1080p a 144 hercios, un modelo de gama alta e incluso uno de gama media podrán encargarse de ese trabajo igual de bien, por poner un ejemplo.
Y todo lo anterior es partiendo de un equipo que pueda ejecutar un título con soltura y no cree cuellos de botella, si emparejamos una GPU de altas prestaciones con un equipo sencillo -suponiendo que nuestra PSU pueda con todo siendo también modesta- es muy probable que nos encontremos con un rendimiento menos regular que en un equipo más equilibrado. Tener esto en cuenta es crucial a la hora de calcular un presupuesto, querremos que la gráfica tenga un gran protagonismo, pero necesitamos que el resto del equipo la acompañe como es debido.
Cuestión de capacidad: la memoria y el almacenamiento
La última parada de este texto está dedicada a la memoria y el almacenamiento, dos elementos que tienen un gran peso en el funcionamiento natural de nuestro equipo, así como en su experiencia de uso, y que tal vez por ello en ocasiones se colocan como elementos de gran influencia para nuestros videojuegos, aunque la realidad -ya adelantamos- es otra.
Comenzando por la memoria de nuestro equipo, es la encargada de almacenar los elementos de disposición inmediata para el correcto funcionamiento de nuestro equipo, una suerte de cajón de acceso rápido que nuestros dispositivos usan para prácticamente cualquier actividad de uso normal que se nos ocurra.
Aumentar la memoria de nuestro equipo, o su velocidad, hará que realice su labor con mayor rapidez, pero esta rapidez no debería ser perceptible para usuario medio en juegos; como en el caso de los procesadores, la memoria RAM sirve como una suerte de "línea roja" que debemos tener en cuenta para comenzar a jugar a ciertos títulos, pero una vez alcanzados sus requerimientos recomendados veremos poco o nada de impacto en nuestros juegos, haciendo de ella un componente indispensable, pero en el que es malo para nuestro presupuesto invertir de más.
Si damos el salto al almacenamiento, la posición en la que nos encontramos en cuanto a impacto es relativamente similar. El almacenamiento de gran velocidad puede tener un impacto importante en la experiencia de uso de un equipo, pero en videojuegos no deberíamos esperar casos en los que el rendimiento se viera especialmente afectado una vez alcancemos los requisitos mínimos que -sólo algunos títulos- tienen en cuanto a velocidad.
Esto es algo que ya cubrimos con anterioridad en un texto ya algo antiguo en el que hablábamos del impacto de la velocidad de lectura en nuestros videojuegos. Desde su salida hemos tenido acontecimientos importantes como el lanzamiento de las consolas de nueva generación, con sus importantes cambios en el almacenamiento, pero los efectos de este no se han visto reflejados en la industria, al menos en el lado del PC.
¿Qué deberíamos priorizar entonces?
Para sorpresa de pocos, es sencillo concluir que el componente que mayor impacto tiene sobre el rendimiento de nuestro equipo al jugar es la tarjeta gráfica. Un cambio de gama en ella supone un aumento del 20% en el rendimiento al jugar según los datos de nuestra muestra, algo que, en otro contexto y con otros componentes, podría variar en pequeña escala, pero no en el marco general del equipo. Le sigue el procesador, con importantes efectos en juegos optimizados para aprovechar sus bondades, pero que rápidamente caen en una "meseta" de rendimiento cuando superan dicho límite.
Es importante volver a destacar que el efecto positivo y magnificador de la gráfica en nuestro equipo sólo tiene lugar en un equipo preparado para afrontar los títulos ejecutados; dando como lugar a faltas importantes en el rendimiento de no ser así. Para evitar este tipo de casos, es importante una planificación sesuda de nuestro presupuesto. La escala GPU > CPU > RAM > Almacenamiento es un buen punto del que partir, teniendo siempre en cuenta que elementos como la Placa Base y la PSU deben ser escogidas a partir de la elección de los otros cuatro elementos citados -con un importante asterisco en la memoria que vamos a dejar pasar-.
Sabemos que para algunos lectores los datos aquí expuestos no pillan de nuevas, y las conclusiones ofrecidas ya eran sabidas por muchos, pero creemos que es importante dar un poco de contexto a esas palabras que repetimos con tanta certeza en el grueso de nuestra comunidad. Aún con todo, esperamos que la lectura haya sido interesante para quienes supieran esta información, e ilustrativa para aquellos usuarios menos aventajados.
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