Hace escasas horas conocimos la historia del alemán Stefan Thomas, un hombre con 222 millones de euros en un USB encriptado que, pese a tener la posibilidad de descifrarlo, no ha querido hacerlo. Como él mismo señaló, ya se encuentra trabajando en una forma de extraer los 7.000 Bitcoin del USB por su propia cuenta, razón por la que rechazó amablemente la oferta de una empresa especializada. Y, en la otra cara de la moneda, tenemos la situación de James Howells, un británico que lleva más de una década intentando encontrar un disco duro que tiró a la basura.
Como recoge el portal JeuxVideo en una reciente publicación, la historia de Howells comenzó en el año 2009. Por aquel entonces, Bitcoin era un proyecto en ciernes en el que apenas había confianza depositada, pero ello no evitó que Howells se convirtiera en uno de los pioneros. Así, hace casi 15 años comenzó a minar criptomonedas y cosechó hasta 8.000 Bitcoin. Tras eso, guardó a buen recaudo los mismos y registró la contraseña en un disco duro al que solo él tenía acceso. Pero, para su desgracia, si situación cambió en 2013.
El ayuntamiento se niega a ayudarle
En ese año, Howells decidió hacer limpieza y optó por tirar algunos de los objetos que tenía en su casa. De esta forma, el citado disco duro fue uno de los que no se salvó de la criba y, para su desgracia, terminó en una bolsa rumbo al vertedero. Sin embargo, Howells reconoce que en aquel instante pensó que era “una mala idea”, una situación que ratificó unos años después cuando el precio del Bitcoin subió y sus 8.000 divisas costaban 600.00 euros. Hoy, una década después, esa cifra asciende hasta poco más de 258 millones de euros.
Por ello, Howells ha trazado infinidad de planes para registrar el vertedero local en la búsqueda del citado disco duro. Así, estima que el coste total de la operación ascendería a 11 millones de dólares, una cifra asumible si consigue recuperar los más de 250 millones citados. Sin embargo, pese a haber prometido donar un 25% de los Bitcoin, el ayuntamiento de Newport se ha mostrado intransigente. Y, por ello, sigue buscando la forma de rebuscar en el vertedero de cara a conseguir un disco duro que, de aparecer, le convertiría en millonario de la noche a la mañana.
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