Los Pecadores (Sinners) no es solo una de las películas más sorprendentes del año. Es un homenaje vibrante y oscuro a la historia de la música negra estadounidense. Una fábula sureña cargada de tensión racial, horror sobrenatural y carisma desbordante. Y auténtico musicote. Además, si te acercas con atención, entre acordes de blues, bailarines vampiros sedientos de sangre y juke joints sudorosos, verás que Sinners no deja de hacer guiños constantes a todo tipo de mitologías. Una de las más evidentes es la del guitarrista Robert Johnson y su supuesto pacto con el diablo. Pero este es solo el principio. Porque en esta película, cuando hablamos de demonios hablamos de vampiros, y cuando escarbamos un poco más, descubrimos que estos vampiros no solo beben sangre. También se alimentan de cultura, de herencia, de comunidad. Y, si seguimos ese rastro, acabamos topándonos con Tolkien, con el monstruo Grendel del Beowulf anglosajón, y con el mismísimo Caín, el primer asesino según la Biblia.
La leyenda musical en Sinners
La película abre con una frase que funciona como una declaración de intenciones, casi como una profecía:
"Existen leyendas sobre personas que nacen con el don de crear una música tan auténtica que puede atravesar el velo entre la vida y la muerte. Una música capaz de invocar espíritus del pasado y del futuro. Este don puede traer sanación… pero también puede atraer demonios."
Es aquí donde Ryan Coogler ancla su historia, entre el lamento del Delta del Mississippi y la mitología más antigua. Esta leyenda ficticia introduce la idea de que la música es un canal de comunicación entre mundos. Un arte con poder ritual, capaz de sanar heridas, pero también de invocar fuerzas que deberían permanecer dormidas. La historia de Sinners está plagada de entidades sobrenaturales, vampiros, espíritus, visiones, que encuentran su acceso al mundo de los vivos a través del sonido, del ritmo y del dolor transformado en melodía. Y es que a lo largo de la historia, la música y la danza han sido herramientas rituales fundamentales en múltiples culturas, utilizadas para alcanzar estados de trance, conectar con lo divino o invocar espíritus. Desde los giros meditativos de los derviches sufíes hasta las danzas extáticas en rituales tribales africanos, americanos o oceánicos, estas prácticas han servido como puentes entre lo terrenal y lo espiritual.
La música que atrae vampiros en Sinners
Ambientada en Clarksdale, Mississippi, en 1932, Sinners nos presenta a Smoke y Stack, gemelos de vuelta del infierno de la Primera Guerra Mundial que quieren abrir un club nocturno para la comunidad negra de Texas. El club que levantan en un viejo aserradero manchado de sangre es mucho más que un bar: es un refugio, un templo profano donde la música negra encuentra su espacio para brillar y sobrevivir.
La fiesta se transforma en un sangriento campo de batalla, una metáfora contundente de la apropiación cultural y la lucha por la identidad
Sammie, el joven primo de los gemelos, llega con una guitarra cargada de historia, que cree haber pertenecido a Charley Patton, uno de los padres del blues, y un talento especial: cuando toca, su música convoca algo más que aplausos. Atrae presencias. Espíritus del pasado y el futuro, sí. Pero también vampiros. El principal de ellos, Remmick, un irlandés con los colmillos afilados y un discurso seductor, aparece en el club junto a otros chupasangres blancos deseosos de robar la esencia de la música negra para su propio beneficio.
Esta idea central remite directamente a la leyenda de Robert Johnson y su pacto con el demonio, pero la lleva mucho más allá: no es solo una cuestión de condena moral, sino un conflicto profundo que abarca lo espiritual, lo cultural y lo político. La fiesta se transforma en un sangriento campo de batalla, la música en un arma poderosa, y los vampiros representan una metáfora contundente de la apropiación cultural y la lucha por la identidad. Pero hay más.
Grendel y la atracción por la música en Beowulf
Este tropo de la música como faro para lo oscuro no es nuevo. Y aquí es donde Sinners se conecta de forma sorprendente con Beowulf, el poema épico anglosajón del año 1000. En él aparece Grendel, un ser oscuro, descrito como "descendiente de Caín", "criatura de las tinieblas" y "devorador del género humano". Vive exiliado en un pantano, al margen de la sociedad, torturado por un rencor antiguo.
Durante doce años, Grendel ataca el salón de Heorot, donde los hombres celebran banquetes, beben hidromiel y cantan. Es la música, el sonido del gozo humano, lo que enciende su furia. No puede soportarlo. La belleza, la comunidad, la celebración... son una afrenta para él. Así como los vampiros de Sinners no toleran que la comunidad negra encuentre un espacio de alegría propia, Grendel siente que el júbilo es un insulto personal, una llamada que debe silenciar con sangre.
Beowulf (NE): Traducción y comentario: 2 (Biblioteca J. R. R. Tolkien)
Tolkien, además de ser el autor de El Señor de los Anillos y de toda la rica mitología de la Tierra Media, también trabajó en una de las mejores adaptaciones del mito original de Beowulf, donde se presenta la leyenda de Grendel. Tanto en Sinners como en Beowulf, los monstruos aparecen como enemigos de la música celebrativa, como si el propio sonido fuera un acto de rebeldía contra el sufrimiento del mundo, una fuerza tan poderosa que solo puede ser contenida mediante la violencia.
Herencia de Caín: vampiros y el monstruo de Heorot
La conexión entre Grendel y los vampiros de Sinners se hace aún más profunda cuando se explora su origen común: Caín. En el relato bíblico del Génesis, Caín mata a su hermano Abel y es condenado por Dios a vagar eternamente, marcado como asesino, maldito y separado del resto de los hombres.
La conexión entre Grendel y los vampiros de Sinners se hace aún más profunda cuando se explora su origen común
En muchas mitologías vampíricas modernas Caín es considerado el primer vampiro. La maldición que recibió de Dios lo convirtió en un ser inmortal, hambriento de sangre y condenado al aislamiento. La tradición también mezcla su figura con Lilith, primera mujer de Adán según algunas leyendas hebreas, para crear una genealogía entera de criaturas nocturnas: los hijos de Caín. Si has jugado a Vampiro: la mascarada sabes bien de lo que te hablo.
Del mismo modo, la tradición anglosajona establece que Grendel es descendiente de Caín. Vive en un espacio marginal, maldito, ajeno a la redención. En ambos casos, estos seres malditos representan los límites de lo humano. Son el espejo oscuro del pecado original, herederos de una transgresión que los convierte en monstruos, y enemigos naturales de la música, el baile y la celebración. Es como si los elementos introducidos por las religiones abrahámicas se establecieran como monstruosos enemigos naturales de otras tradiciones milenarias paganas que encontraban en estos ritos un vínculo con lo divino o lo supranatural.
La alegre y sangienta giga irlandesa de Remmick y compañía en Sinners
Conexión simbólica y cultural
Lo que une a todos estos relatos, Sinners, Beowulf, la Biblia, no es solo la figura de Caín o la violencia. Es el papel de la música y la celebración como espacios liminales, fronterizos, donde lo humano se vuelve vulnerable a lo sobrenatural. En Sinners, el juke joint se convierte en un santuario profano donde la comunidad negra puede expresarse libremente… pero también es el lugar donde lo demoníaco quiere entrar para alimentarse. En Beowulf, Heorot es una casa de festines, pero también una trampa para Grendel. En ambos casos, la fiesta se convierte en un acto de resistencia, pero también en un cebo.
Remmick, el vampiro irlandés que acecha en Sinners, que no es un monstruo movido simplemente por la crueldad, sino por el duelo y su propia identidad cultural
Los "demonios", ya sean vampiros irlandeses o criaturas del pantano, no aparecen sin motivo. Son atraídos por algo que les está vedado: la alegría, la comunión, el arte. Como si la belleza fuera un insulto a su condición. Curiosamente este planteamiento se complica de la mano de Remmick, el vampiro irlandés que acecha en Sinners, que no es un monstruo movido simplemente por la crueldad, sino por el duelo y su propia identidad cultural. Procedente de una comunidad pagana destruida con la llegada del cristianismo a Irlanda, lleva siglos convertido en vampiro, pero también asimilado a una herencia cultural y religiosa que le es ajena y que se refleja en el tipo de música que su grupo de vampiros interpreta. sin dud ala más conocida es Rocky Road to Dublin, es una canción tradicional irlandesa del siglo XIX pero que usa una melodía ya era conocida en Irlanda antes de que se escribiera letra de la actual versión popular, probablemente Cam Ye o’er frae France. Y que por cierto, comienza hablando sobre cortarun recio bastón de espino negro para ahuyentar fantasmas y duendes.
De nuevo, un caso de identidad cultural robada que encuentra su expresión en la música y el baile. Para Remmick, como para los asistentes al club de los hermanos, es una forma de conexión espiritual, una herramienta para traer de vuelta lo que fue destruido. Su atracción por el juke joint no es solo hambre, sino nostalgia; la fiesta se convierte en un rito que él quiere profanar para poder formar parte de nuevo de un tejido comunitario.
Una puerta a otros mundos (paganos)
Esta idea de la música como portal hacia lo invisible no es nueva. En la religión yoruba, por ejemplo, los tambores se consideran sagrados porque invocan a los orishas, deidades que interactúan con el mundo físico a través del ritmo. En el folclore mediterráneo, muchas festividades incluyen danzas, cánticos y procesiones que buscan tanto la celebración como la purificación espiritual, como si la alegría pudiese abrir, y cerrar, portales entre lo humano y lo divino. Cuando millones de personas esclavizadas fueron arrancadas de África y llevadas a Estados Unidos, llevaron consigo estas formas de entender la música y la fiesta. Lo que emergió de esa herida histórica fue el blues, y después el jazz: géneros nacidos del dolor, la resistencia y la necesidad de conectar con algo más grande y una herencia cultural y una identidad arrebata. En sus orígenes, estas músicas no eran simples entretenimientos; eran prácticas espirituales disfrazadas de cultura popular.
Sin embargo, para la élite blanca protestante o católica que dominaba el discurso social, estos sonidos eran extraños, desafiantes y profundamente inquietantes. Fue así como el blues y el jazz fueron tachados de "música del diablo", no por sus letras, sino por lo que representaban: una espiritualidad distinta, un poder que no necesitaba iglesias, un arte que invocaba fuerzas que escapaban a su control religioso. En realidad, y desde su punto de vista, sí que eran actos paganos.
Beowulf. Edición en rústica (Sillón Orejero)
Sinners no es solo una película sobre vampiros. Es un relato sobre la herencia, sobre la música como linaje espiritual. Y en ese linaje, los héroes y los monstruos se enfrentan constantemente. La guitarra de Sammie lleva la memoria de los suyos. Como Beowulf blandiendo la espada contra el Grendel, Sammie defiende su vida y su música, rechaza la eternidad sin alma. Sinners acaba de llegar a HBO Max.
Ver 2 comentarios