De los Game Awards se puede criticar mucho, y de hecho se ha hecho con insistencia esta semana a causa del wrapitupgate que impidió hablar a los verdaderos protagonistas de la gala: los premiados. Pero eso sería jugar a un juego distinto, hacernos trampas al solitario y, sobre todo, pensar que este evento de Geoff Keighley se trata de algo que no es.
Porque de lo que estamos hablando es del megafestival del anuncio, el repositorio de promociones al por mayor de la industria del videojuego. Reconozcámoslo, aquí venimos a ver quien se lleva el GOTY, pero es mucho más interesante el ejercicio que cada uno de nosotros hacemos de repasar el año y terminar la lista de juegos pendientes, que quien se lleva una estatuilla.
Pero incluso en esto hay categorías. Podemos establecer asuntos como los grandes videojuegos, novedades de estudios reputados y posibles megatones en una escala superior a las actualizaciones de juegos como servicio, tráileres CGI de proyectos de estudios de veteranos y el enésimo metraje picadito de un juego del que hemos visto gameplays de horas o incluso jugado en betas y accesos anticipados.
Los The Game Awards son un arma de doble filo
Más de 60 juegos fueron mostrados en el evento, casi todos ellos con tráilers en torno al minuto de duración. Y ese es el arma de doble filo al que se enfrentan los The Game Awards: es imposible que nos quedemos con toda la información, y los anuncios se diluyen. Es como cuando intentabas estudiar 5 temas la noche antes del examen, que no te quedas con casi nada.
"Los anuncios cumplan una función contraria a la que tienen"
Lo peligroso de esto no es que nos aburramos los que estamos al otro lado de la pantalla, sino que los anuncios cumplan una función contraria a la que tienen. Lo comentaba con mi compañero Rubén en un reciente GG, y es hasta irónico que este texto salga justo el día que el E3 ha confirmado su muerte definitiva: los The Game Awards no le hacen un favor a los juegos que anuncian.
Puede ser Exodus, u otros 5 juegos.
No sé si pensáis lo mismo, pero una de las cosas que yo más echo de menos del E3 y de las conferencias más tradicionales de videojuegos es darle una mayor protagonismo al juego y no tanto a su anuncio. Es decir, el problema no es que sólo veamos tráileres en el TGA y no ganadores de premios hablando, es que esos vídeos apenas tienen gameplay.
Hay juegos, como Rise of the Ronin o Hellblade 2, que ya hemos visto varios vídeos promocionales de este estilo, o incluso más detallados y largos. ¿No tendría sentido usar su relativa cercanía en el calendario para poner una misión, picada para que no se vaya por encima de los 6, 7 u 8 minutos, y saber de verdad cosas relevantes sobre ellos?
El asunto es que esto es como el descanso de la SuperBowl, y el minuto de anuncio se paga al peso. De ahí la estructura guadianesca e hipertrofiada de una gala que atraviesa valles de una hora patrocinados por MMOs de estética anime que no tienen demasiado que anunciar pero tienen que fichar, y el enésimo shooter de extracción hecho por veteranos de la industria. Mira, y hasta en los anuncios del descanso de la SuperBowl se paga a estrellas de Hollywood para que alguien se acuerde de ellos.
A esto hay que sumar otra cosa y que no debería pillarnos por sorpresa, y menos en una semana en la que Rockstar ha vuelto a sentar cátedra en el asunto: no se hacen buenos tráileres en la industria del videojuego. Poneos Exodus, el juego de Matthew McConaughey, y veréis todos los clichés. Desde una cinemática con voz en off, cortes lentos al principio y rápidos después al ritmo de la música y un tramo final para frames inapreciables de gameplay después de una mayoría de CGI.
La mayor crítica que se puede hacer a los The Game Awards no es la falta de tiempo para agradecer el premio, o que haya anuncios peores que otros; es señalar que justo lo que buscan hacer, lo que justifica el modelo de negocio y que moldea la estructura de la gala, lo están haciendo mal.
Ver 9 comentarios