De un tiempo a esta parte la búsqueda de vida fuera de nuestro planeta parece haber catapultado nuestro interés sobre lo que hay ahí fuera. El ruido generado por las transiciones de 3I/Atlas dan buena cuenta de hasta qué punto ese deseo está generalizado. No es nuevo, en realidad, pero la ansiada conquista del espacio que hoy nos caracteriza se frenó en seco hace cerca de 50 años por un simple error, el de la NASA cuando acudió a Marte para comprobar si había vida allí.
En los años 70, la NASA envió al planeta rojo sus sondas Viking con el objetivo de analizar la superficie del planeta. Haber encontrado vida allí, aunque fuese microbiana, habría catapultado nuestras ganas de seguir explorando el planeta en busca de más pistas tal y como está ocurriendo ahora. Pese a tener esas pistas en nuestras narices, los expertos decidieron obviarlas.
Los experimentos de las sondas Viking de la NASA incluían varios acercamientos. Los principales implicaban mezclar suelo marciano con nutrientes para ver si ocurría algo, por ejemplo en forma de gases como cuando una masa empieza a fermentar. En tres de ellos hubo un eureka, revelando señales extrañas que, frente a un análisis más concienzudo, podían terminar encajando con algo vivo.
Sin embargo fue el último el que tiró por los suelos ese sueño. El objetivo de ese cuarto experimento pasaba por calentar el suelo para ver si los gases producidos revelaban moléculas basadas en carbono de la misma forma que ocurre en la Tierra de la mano de plantas, animales y bacterias. Klaus Biemann, el jefe al cargo del proyecto, lo dejó muy claro con una afirmación que mataría el sueño marciano. No se apreciaban moléculas, así que "sin orgánicos, no hay vida".
Lo curioso es que esas moléculas sí estaban ahí en forma de cloro, pero el experimento las descartó asegurando que lo más probable es que esas lecturas estuviesen contaminadas por restos orgánicos arrastrados desde la Tierra hasta allí. Nunca hubo una respuesta sobre cómo podría haber ocurrido algo así, pero la afirmación fue tan tajante que se coló en el imaginario de la opinión pública. Si no había vida en la Luna y tampoco en Marte, seguir gastando dinero para explorar el espacio era una misión inútil.
En la NASA prefirieron la cautela a la ilusión, así que se agarraron a la explicación más razonable y terminaron poniendo en pausa la vida en Marte. El tiempo ha demostrado que aquello fue un grave error, y los descubrimientos más recientes han terminado confirmando que sí hay compuestos orgánicos en el planeta, incluido el cloro que captó Viking en su momento. De haberse apostado por el interés y la curiosidad, nuestra conquista del espacio podría estar hoy en otro nivel completamente distinto.
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