Cuando la policía acudió al cementerio de los Gorbals alertada por los gritos que se escuchaban en su interior, los agentes no podían creer lo que tenían antes sus ojos. La noche del 23 de septiembre de 1954, un centenar de niños de entre 4 y 14 años habían decidido ponerse a correr por el camposanto armados con cuchillos, estacas, y hachas improvisadas con materiales caseros. Estaban obsesionados con acabar con el culpable de la muerte de dos niños del pueblo.
Probablemente ya habrás imaginado que, por las armas que llevaban consigo, los críos buscaban un vampiro. Un monstruo de más de 2 metros de alto que había acabado con la vida de dos niños y que, tras correrse la voz por la población infantil de la zona, los niños se habían organizado para saltar los muros del cementerio acompañados de sus perros para darle caza. Ni siquiera la policía era capaz de sacarlos de aquel embrujo asesino.
La extraña historia del Vampiro de Gorbals
Tras acudir a los profesores del colegio para que les ayudasen a calmarlos, y conseguir finalmente que dejasen las armas y tranquilizasen a los perros, empezaron a intentar comprender qué narices estaba pasando allí. Al preguntar qué ocurría y repetirse uno por uno la historia del lamentable incidente de los dos críos, ninguno de los niños fue capaz de decir quienes eran realmente las dos víctimas de las que hablaban en su historia. En realidad nadie los conocía, y ninguno de los adultos había oído hablar de ello.
Sin datos o la mínima certeza que corroborase que aquello había sucedido realmente, el caso de histeria colectiva entre los críos corrió como la pólvora y llegó hasta el Parlamento de Reino Unido. No es que el Vampiro de los Gorbals se hubiese hecho famoso de la noche a la mañana, que también, sino que se enfrentaban a un problema que parecía reproducirse también en otras comunidades.
Entre los años 30 y los 50 se habían reportado múltiples casos de turbas de niños en busca de algo que cazar. En algunas historias era un vampiro, en otras el fantasma de una mujer de blanco, el hombre del saco… Así que intentando dar con algo que uniese aquellos peligrosos casos de niños enajenados y armados hasta los dientes, ocurrió lo que tantas veces hemos vivido en múltiples medios, se buscó a un chivo expiatorio.
En aquel caso, y coincidiendo con una situación similar procedente de Estados Unidos, se dictaminó que el culpable de aquella situación eran los cómics. Aunque había explicaciones bastante más razonables a la hora de intentar discernir qué había ocurrido realmente, lo que aquellos niños mataron esa noche no fue un vampiro sino una gran parte de la industria del cómic inglés.
El inicio de la censura del cómic europeo
La censura aprobó la prohibición de los cómics en Reino Unido y se frenó la publicación de los mismos durante casi 10 años bajo la Ley de Publicaciones Nocivas para Niños y Jóvenes. Una ley que daba a la policía potestad para perseguir a cualquiera que distribuyera o poseyese cualquier historia contada en imágenes que representase una actuación criminal, actos de violencia o incidentes que pudiesen resultar repulsivos. Vamos, casi cualquier cómic que pueda venirte a la cabeza.
Afortunadamente, una década después de aquello y esquivando la censura, los cómics volvieron a la vida con fuerzas renovadas, ideas más originales, y una fiebre que a partir de ese punto se volvería imparable. No deja de resultar curioso que, de hecho, la ley sigue en pie, y los cómics de terror pueden ser motivo de llevarte un susto en algún aeropuerto inglés junto a otros objetos prohibidos como los fuegos artificiales o ciertos componentes químicos.
Respecto a la respuesta sobre qué ocurrió con aquellos críos, lo que se recoge a día de hoy como la hipótesis más probable es que las propios mitos y leyendas del pueblo, sumados a una situación alarmantemente precaria, fueron el detonante de lo que hoy un día se habría catalogado como un caso de histeria colectiva en toda regla.
A la evidente sugestión que había provocado aquella historia por parte de los adultos, que ya hablaban de un vampiro con dientes de hierro que recorría la zona en busca de víctimas y les había dado más de un susto durante el turno de noche a quienes trabajaban en una fábrica metalúrgica cercana, había que sumarle una situación penosa e indecente.
Sumido en la pobreza y con casas en ruinas, los Gorbals eran una de las comunidades más controvertidas de Glasgow. En sus casas llegaban a vivir varias familias hacinadas, y unos niños sin control de unos padres que trabajaban hasta horas intempestivas, y que acostumbraban a jugar a perseguir ratas o a meterse en peleas y apuestas, tenían como único entretenimiento sano el sentarse a leer cómics. Un caldo de cultivo perfecto en el que, pese a haber cierta relación con aquellas historias de terror que leían (de hecho había un cómic llamado El Vampiro con los Dientes de Hierro), los cómics estaban lejos de ser el peor de los problemas al que se enfrentaban a diario aquellos niños.
Imagen | Robert Kelly
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