Es muy probable que al enfrentarte a la IA sigas pensando que todo ese contenido que llega hasta ti lo hace como por arte de magia, saliendo de los centros de datos de Silicon Valley en los que la inteligencia artificial escoge las mejores respuestas para cada pregunta realizada. Lo que muchos desconocen es que, para llegar a ese punto, previamente ha habido un proceso de etiquetado de datos y entrenamiento en el que trabajadores humanos han sido de vital importancia.
A partir de ahí llega la siguiente presunción, la que nos lleva a pensar que, si los centros de datos están en China o en California, es ahí donde se entrenan. La realidad, en cambio, nos lleva por otro camino, el que se ha dado a conocer como la Ruta de la Seda Digital y que nos lleva hasta el lugar menos pensado, hasta Kenia.
Kenia empezó a andar para que China pueda correr
Para dar forma a ese entramado de trabajadores que desde Nairobi entrenan a la IA, las compañías americanas realizaron una inversión mastodóntica en el país que se ha venido abajo durante los últimos meses. La clave está en todos los escándalos éticos que han ido saliendo a la luz sobre cómo esos trabajadores se enfrentaban a condiciones de trabajo inhumanas mientras se encargaban de filtrar contenido traumático o tóxico para limpiar las respuestas de modelos de lenguaje de ChatGPT.
Con esas mismas empresas valiéndose de la IA ya entrenada para entrenar a la nueva, ahora la que precisa de mano de obra barata con el mismo objetivo es China. Mientras sus salarios suben, la explotación de la fuerza laboral a la que se veía sometida el país en su época de crecimiento ahora es inviable a nivel comercial, por lo que el país asiático ha vuelto su mirada hacia Kenia para hacer que la rueda siga girando.
Lo hace, en cualquier caso, bajo las mismas pobres y tóxicas condiciones laborales que sacaron a las empresas americanas de allí en primer lugar para evitar el daño de imagen que se cernía sobre ellos. La gran diferencia no es sólo que su opacidad sea mayor y que el deber moral sobre los derechos de los trabajadores sea aún más laxo, sino que además traen bajo el brazo un problema adicional.
Pese a estar a miles de kilómetros de distancia, esos trabajadores de Nairobi se enfrentan ahora al desafío de entrenar los modelos de lenguaje como si lo hicieran desde China. Es decir, que deben hacer frente al desafío desde un punto de vista que esté alineado con sus costumbres, su entendimiento del mundo y, por supuestísimo, de forma que no choquen de lleno con lo que el Partido Comunista Chino entiende como ofensivo o que cruza líneas rojas a nivel político y cultural.
El proceso es controvertido porque tanto la red como el beneficio de esas horas de trabajo en condiciones cuestionables no termina de impulsar a Kenia de forma alguna. La intención del país de convertirse en un HUB tecnológico para el resto del mundo, de empujar esa Ruta de la Seda Digital, por ahora sólo se traduce en mano de obra barata enfrentándose a un trabajo hercúleo que deja más secuelas en su salud mental que dinero en sus bolsillos.
Imagen | Donoghgodeep en Midjourney
Ver 0 comentarios