En un panorama como el actual, con la sequía asolando gran parte del planeta y las temperaturas alcanzando máximos históricos, la idea de una lluvia capaz de durar 2 millones de años nos parece de ciencia ficción. Pero no, aunque tiene poco que ver con el de la Biblia, la Tierra sí tuvo su propio diluvio universal.
Fue hace 230 millones de años, cuando las placas tectónicas de Pangea empezaron a dar forma a los continentes que hoy en día conocemos y, como resultado, al final del periodo Triásico le siguió un festival de volcanes en erupción que llenaron el cielo de humo y ceniza provocando una gran extinción entre la fauna y la flora del momento. Y por si aquello era poco, a la lava le siguió la lluvia.
La lluvia que duró 2 millones de años
La razón por la que a las erupciones volcánicas suele seguirle la lluvia está precisamente en la ceniza. Cuando todas esas partículas de ceniza se lanzan con violencia rodeadas de humo y se quedan en la atmósfera en suspensión, recolectan gotas de agua que, sumadas a la evaporación provocada por el aumento de la temperatura, son capaces de dar forma a un ciclo sin fin capaz de durar hasta 2 millones de años.
Como ya habrás imaginado, para poder dar a conocer ese relato por allí no había nadie con un barco cargado de animales. Gracias a los sedimentos encontrados en distintos lugares del planeta, creando con ellos distintas capas de tierra que se van amontonando unas sobre otras contando su historia, sabemos que tras una larga sequía hubo un diluvio universal que se ha dado a conocer como el Evento de Carnia.
Más allá de la curiosidad, de la idea de pensar que en la Tierra hubo una época en la que llovió durante 2 millones de años (y lo bien que nos vendría ahora un mesecito de aquellos), lo más importante de este curioso fenómeno es que, con la extinción provocada por sus lluvias, dejando ecosistemas vacíos y reduciendo la competencia por la comida, el evento fue clave para que los dinosaurios pudiesen reinar sobre la Tierra.
Imagen | Raychel Sanner
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