Aunque a día de hoy nuestra perspectiva respecto al tabaco es completamente distinta, lo que ha motivado no pocas soluciones de diversa índole para frenar su adicción y consumo entre la población, a principios de los 60 la situación era radicalmente más complicada. No sólo el tabaquismo estaba mucho más extendido, desde los propios gobiernos se validaba su consumo y cualquiera que intentase frenar ese negocio se encontraba con nula ayuda.
Pero para entonces ya había constancia de lo nocivo que podía llegar a ser y lo difícil que era abandonarlo, especialmente en el sector de la medicina. Es justo ahí donde entra la figura de Puzant C. Torigian, un químico y farmacéutico que, tras su paso por la guerra, decidió hacer del mundo un lugar mejor con una idea: convertir la lechuga en tabaco para ayudar a la gente a deshacerse de esa peligrosa adicción.
El hombre que inventó el tabaco de lechuga
En una época en la que en materia de seguridad pública aún se confiaba en filtros y cigarrillos light, Torigian creía que gran parte de la gracia de fumar tabaco estaba en el hábito. Debía encontrar algo que, sirviendo de sustitutivo, los fumadores pudiesen tratar de la misma forma que lo hacían con los cigarros convencionales. Debían poder abrir el paquete, encender el cigarro, aspirar y exhalar el humo, pero sin tener que lidiar con el problema que suponía la nicotina.
Tras no pocas pruebas con distintas plantas, llegando a testear hasta 200 versiones, encontró la clave en la lechuga. Curándolas de una forma específica y valiéndose de la hidrólisis enzimática para que las hojas se pareciesen a las del tabaco, permitiendo así que funcionasen de la misma forma en una liadora industrial, en 1963 protegía su primera patente y, apenas dos años después, lanzaba Bravo Smokes.
En su búsqueda de industrializar y hacer crecer la idea, incluso llegó a testificar en el senado ante la cámara de comercio para convencerlos de que su tabaco era más seguro y que, de una forma u otra, el problema de la nicotina se les estaba yendo de las manos y precisaba de una ofensiva a nivel de regulación que priorizase la salud de las personas.
Pese al empuje inicial, en 1972 Bravo Smokes cerraba sus operaciones por no haber conseguido calar entre la población. Quienes lo probaban como sustitutivo para dejar el tabaco, faltos de la nicotina que saciaba su ansiedad y el sabor que caracterizaba a los cigarrillos, decían que sabía a lechuga quemada y volvían a las cajetillas de toda la vida. Sin embargo, a mediados de los 90, algo cambió.
De la lechuga al Tomacco
Con el auge de la cultura antitabaco y la demostración en los juzgados de que Torigian tenía razón al alertar de sus peligros, el farmacéutico vuelve a la carga con una versión mejorada de sus lechugas convertidas en tabaco que, lamentablemente y pese al gran impacto mediático de su medida, corren la misma suerte entre el público.
Poco después de aquella explosión en los medios, aunque sin la confirmación oficial de haberse inspirado en aquél auge de las lechugas tabaquiles, Los Simpson lanzaban el episodio E-I-E-I-(Annoyed Grunt), en el que Homer conseguía dar forma a una planta híbrida entre el tabaco y el tomate que termina llamando Tomacco, como crítica a la adicción del tabaco y referenciando las soluciones de agro-ingeniería para intentar frenarla.
Apenas unos años después, un fan de la serie se animaba a intentar repetir el experimento que, precisamente durante la época en la que Torigian tuvo la idea, planteaba su viabilidad de la mano de las solanáceas. Los tomates, que parecían normales, contenían una altísima cantidad de nicotina que resultaba mortal y los hacía incomestibles, pero las hojas de la planta sí contaban con un porcentaje mucho más reducido sobre el que se podía trabajar.
Por razones obvias, la idea del Tomacco se hizo un hueco en la cultura popular mientras desaparecía su viabilidad comercial, justo al contrario de lo que ocurrió con Torigian y su intento de cambiar el mundo. Pese a sus dos sonoros fracasos, el farmacéutico siguió luchando por encontrar una alternativa al tabaco y, aún a día de hoy, se le recuerda como uno de los principales impulsores del antitabaquismo y el creador del primer intento de sustituto vegetal para frenar su adicción.
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