Si al descubrir un logro científico alguna vez te has preguntado quién narices perdería su tiempo y dinero en estudiar eso, entonces te sorprenderá aún más saber que hay una ceremonia de premios dedicada a estudios de investigación tan aparentemente absurdos como, por ejemplo, cómo debes caminar y coger la taza para no derramar el café.
El estudio analizaba cómo la frecuencia natural -la vibración de un sólido alterado de su posición de descanso- y la resonancia -el fenómeno que amplifica una vibración- afectaban al movimiento del café dentro de una taza al caminar. Al movernos con una taza en la mano nuestro cuerpo mueve la taza y esta, a su vez, mueve el café, provocando así un vaivén que sigue aumentando hasta que la ola supera los límites del recipiente.
El experimento de Jiwon Han utilizó máquinas de vibración para simular el movimiento del cuerpo humano, que normalmente tiene una frecuencia natural de unos 2 Hz, y sumó la resonancia producida por la taza hasta alcanzar una cifra de alrededor de 4 Hz, suficiente para generar ese vaivén que más de una mañana nos ha hecho acudir a la fregona pese a caminar con todo el cuidado posible.
Cómo evitar tirar el café al caminar
Para paliar esa resonancia el estudio alcanzó tres soluciones distintas. La primera de ellas, la menos práctica y la que menos nos interesa, era modificar la forma de la taza. Las otras dos, en cambio, sí pueden sernos útiles en nuestro día a día: agarrar la taza por la parte superior con la mano en forma de garra y caminar hacia atrás. Ambas acciones reducen esa frecuencia de 4 Hz a menos de 2 Hz, suficiente para mitigar el efecto de esa ola y evitar que derramemos el café.
El estudio le valió el premio de fluidos dinámicos en los Ig Nobel Prize, una ceremonia a modo de parodia de los Nobel que, bajo la coletilla de ignoble (infame, indigno), otorga premios anuales a "logros que primero te hacen reír y luego te hacen pensar".
Por estúpido que parezca, lo cierto es que a menudo las investigaciones más triviales pueden dar lugar a avances inesperados, y los IG Nobel cuentan con varios ejemplos de ellos entre sus premios, como cuando se crearon trampas de queso para los mosquitos de la malaria al descubrirse que estos insectos se sienten igualmente atraídos hacia el olor del pie humano como al queso Limburger.
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