El paso del tiempo es impasible. Lo que antes era un furor ahora puede haber caído en el olvido y si bien siempre hay obras que trascienden generaciones, otras pueden quedarse ancladas a su época. Conocí Las Crónicas de Belgarath por casualidad. Encontré el segundo libro en un supermercado perdido de la mano de Dios entre una pila de ofertas. Por aquel entonces, era una adolescente que hacía muchos viajes largos sentada en la parte de atrás de un coche y me aferraba a cualquier lectura para matar el tiempo. No existían las redes sociales (no al menos como las conocemos ahora), por lo que cualquier lectura era buena para hacer el trayecto más llevadero. Hoy he encontrado ese pequeño libro de bolsillo en mi estantería y no solo he sentido el gusanillo de volver a leerlo, sino de hablaros de la propia saga; una que recuerdo tan elaborada como Juego de Tronos, pero sin la gracia de haber dado con la suerte de una adaptación para HBO Max. Si os gusta la fantasía más pura, nada de dark fantasy o romantasy, seguramente os llame la atención.
Una crónica medieval fantástica
Tengo la manía involuntaria de empezar la casa por el tejado. Os he comentado que mi primer contacto con la saga fue con el segundo libro, pero es algo recurrente en mí que siempre tenga contacto con grandes obras en un orden erróneo. Me pasa también con los videojuegos, como Final Fantasy VII o con Cyberpunk 2077. Debe de ser una fórmula que me funciona.
Las Crónicas de Belgarath es una saga de cinco libros. Yo conocí La reina de la hechicería en primer lugar; un punto de la historia en el que el contexto y el villano ya estaban establecidos, pero que añadía nuevos personajes. Por ese motivo, leí la novela como si se tratara de una lectura independiente y, además, con unos protagonistas más cercanos a mi perfil de aquel entonces, conseguí engancharme. Eso me llevó a buscar la primera parte, La senda de la profecía, y el resto es historia.
Esta saga se basa en un mundo de fantasía creado por siete dioses. Uno de ellos, Torak, ávido de poder, intenta hacerse con el Orbe de Aldur para ganar poder y soberanía sobre el resto, pero es detenido por Belgarath el Hechicero, el rey Cherek y los hijos de Cherek. Garion, un joven granjero, se ve envuelto en la trama cuando el Orbe es robado y se ve obligado a formar parte de la expedición que trata de recuperarlo.
En ese sentido, esta saga se engloba en esas narraciones épicas que, si os soy sincera, siempre me recuerda a la obra Taron y el Caldero Mágico de Disney, que a su vez se basa en Las Crónicas de Prydain publicada entre 1964 y 1968. Es un mundo mágico, austero y medieval al estilo Juego de Tronos, Eragon o incluso a la leyenda del Rey Arturo. En los años ochenta, este tipo de historias eran de lo más populares y, entre ellas, Las Crónicas de Belgarath se hizo un hueco.
La saga es un relato cronológico en el que los personajes crecen y se transforman a lo largo de cinco entregas (la última de ellas se extendió hasta 1998). Cuenta con todo: romance, epopeyas, dramatismo y acción. En su momento, esta fue muy valorada gracias a la construcción compleja del mundo y de los propios personajes que sufren toda clase de cambios, arcos internos y superaciones personales. También podemos añadir un villano temible a la ecuación.
La saga no es compleja de leer. Si bien la influencia de Tolkien es indiscutible, el estilo de David Eddings es mucho más cercano al lector. Su ritmo no es perfecto y a veces adolece en algunas partes, pero en general te atrapa desde casi el primer momento. No la verás en las tiendas. En ese sentido, Sarah J. Maas y Rebecca Yarros parecen haber ocupado todo el hueco. Hace tiempo que busco completar la colección de novelas y ahora tan solo los portales digitales son capaces de mantener vivo su legado. Sin embargo, vivimos en una época en la que, si queremos, podemos. Por lo tanto, si tenéis oportunidad, os recomiendo darle un huequito entre vuestros ratos de lectura. No decepciona.
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