A doble pantalla y con un lápiz táctil como katana, el gran Ryu Hayabusa logra meterse en una Nintendo DS para ofrecernos acción, algo de violencia y una abrumadora jugabilidad. Aunque no vaya a manchar el suelo de sangre en la portátil, Ninja Gaiden se puede decir que por fin ha logrado su último objetivo en la era Itagaki: llegar a todos los públicos.
Tomonobu Itagaki es genio y figura. El famoso desarrollador japonés creador de la saga Ninja Gaiden no puede recibir unos calificativos más apropiados, prácticamente, porque no nos deja ver mucho más a través de sus oscuras gafas de sol. Esconde sus ideas y, además, las protege a capa y espada. No tiene ningún complejo, incluso, al enfrentarse al presidente de su propia compañía e iniciar una revolución por la que cerca de 300 trabajadores han exigido recientemente lo que se les debía. Ahora mismo Itagaki no tiene trabajo en Tecmo, pero puede estar orgulloso de lo que ha conseguido, entre otras cosas, no limitando a Ryu Hayabusa a protagonizar videojuegos que tendrían una calificación de +24 si es que esto fuera posible.
Ninja Gaiden: Dragon Sword es el intento de Itagaki por crear un videojuego que, en sus palabras, sus propios hijos pudieran disfrutar. Un título que conserva la esencia de los originales para darnos una jugabilidad tan rápida como el ninja al que controlamos. Ryu Hayabusa vuelve y lo hace con una historia marca de la casa Team Ninja, lo que quiere decir que tendremos que rescatar a una joven, en este caso la ninja Momiji, a la vez que descubrimos el poder de una espada que fue capaz de derrotar al Dragon Oscuro, un ser que causó estragos en tiempos inmemoriables. En definitiva, un argumento muy simple pero que es capaz de justificar una acción marcada por el filo de una katana que, esta vez, no quedará manchada por la sangre de nuestros enemigos.
Un lápiz táctil convertido en katana
Tampoco se teñirá de rojo nuestro stylus, y eso muy a pesar de que tiene un papel primordial en el diseño de un videojuego que, de partida, nos obliga a coger nuestra consola como si se tratase de un libro (estilo empleado por contados títulos como Brain Training). Esta disposición no es ni mucho menos caprichosa, sobre todo cuando nos damos cuenta de que los “katanazos” propios de la saga ahora se desencadenan con una facilidad pasmosa sobre la pantalla derecha de la portátil, que recibe los cortes de un lápiz táctil dispuesto, incluso, a dibujar determinados caracteres que nos permitirán realizar ataques especiales.
Todo esto en base a una mecánica de juego “beat ‘em up” donde recurrentemente estamos rodeados de ninjas hostiles y otro tipo de criaturas aún menos amistosas que dejarán como colofón final de fase a un enemigo con una dificultad digna de cualquier Ninja Gaiden que se precie. Y es que, aunque Dragon Sword esté pensado para todo tipo de audiencias, hay señas de identidad que nunca se pierden, como es la necesidad imperiosa de estudiar una estrategia con la que superar a un rival aparentemente invencible o de la investigación de una zona para encontrar el camino a seguir (siendo en ocasiones necesario el uso del mapa dispuesto en la parte izquierda de la consola, aparte del micrófono, que también tendrá su protagonismo).
Jugabilidad ninja intacta
En pocas palabras, para resumir la jugabilidad de este Ninja Gaiden: Dragon Sword, podríamos decir que su mecánica de juego no tiene mucho que envidiar a las sensaciones que el jugador habrá experimentado en sus versiones mayores y más “adultas”. Esto es un gran punto a favor del título, puesto que, a pesar de las limitaciones técnicas de una consola como Nintendo DS, sabe traernos de manera intacta la fuerza y rapidez de Ryu Hayabusa gracias a unas combinaciones de golpes que se hacen más violentas según vayamos recogiendo “esencias”, las cuales podríamos denominar como la moneda de cambio empleada en Dragon Sword para obtener nuevas habilidades y mejoras en nuestra espada.
Nada será realmente suficiente para atravesar los trece niveles de los que consta una aventura que tiene una duración similar al resto de los Ninja Gaiden, lo cual no es nada negativo. Aquí hay acción para rato, y mucho más si consideramos la ajustada curva de dificultad que contiene el título, en ocasiones demasiado elevada si tenemos en cuenta el posible público al que va dirigido. Dragon Sword no es un videojuego fácil, aunque ahí está la gracia de toda la saga, que reta al jugador a repetir una y otra vez la misma parte de la trama a fin de salir victorioso. Pero no nos engañemos, ya que aunque la jugabilidad del ninja no se haya perdido un ápice por el camino, en el terreno gráfico sí que vamos a ver notables cambios.
Un Ninja Gaiden para todos los públicos
Evidentemente, Nintendo DS no es que incluya el último procesador gráfico, pero esto es algo que Team Ninja ha resuelto perfectamente gracias al empleo de unos fondos prerrenderizados en 2D que, una vez dentro de la acción, logran dar una sensación de tridimensionalidad. Una percepción que no es necesario que ofrezcan los personajes, ya que estos sí que se encuentran ya en 3D, presumiendo de una variedad de movimientos y de una fluidez que, en el caso de nuestro ninja, tenemos que decir que son realmente impecables. Es digno de elogio lo que ha hecho el equipo de desarrollo en este aspecto, leyendo las limitaciones de la máquina y ofreciendo a los usuarios la que era, seguramente, la mejor opción posible.
En cuanto a la perspectiva empleada, hemos de decir que es en tercera persona, aunque bastante estática, lo cual es consecuencia directa del uso de fondos prerrenderizados. Esto, sin embargo, no es ningún inconveniente, sobre todo cuando vemos que hay, eso sí, un algo limitado “scroll” horizontal y vertical con el que seguir temporalmente el camino de Ryu. Técnicas de desarrollo, en definitiva, de las que no se dará cuenta el usuario, más que nada porque están implementadas de manera ideal y acompañadas por unos efectos sonoros y una banda sonora muy acorde con la temática de ninjas, luchas y ciertos elementos fantásticos que acompañan siempre a cualquier Ninja Gaiden que se precie.
La saga Ninja Gaiden, tal y como la conocemos ahora, se despide de nosotros con el videojuego que Itagaki hubiera querido para sus hijos. Un título sin los charcos de sangre ni las amputaciones de sus hermanos mayores, pero que logra conservar una jugabilidad que encuentra en el lápiz táctil a una katana perfecta con la que desplegar todo el poder de Ryu Hayabusa. En definitiva, una obra de gran valor, sobre todo ahora, cuando sabemos que Itagaki se ha marchado de Tecmo y el futuro de su más reconocido videojuego es toda una incógnita.
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