Ya está entre nosotros Machinarium, una de las aventuras gráficas más merecidamente esperadas del año 2009. El género recupera el brillo perdido tras un triste catálogo en los últimos años que no ha hecho demasiado por mantener su lustre. Amanita Design se afianza como un estudio a seguir con un videojuego para hardcores, difícil, retador… y maravilloso.
Las aventuras gráficas de la vieja escuela están de capa caída. Tras una década de los 90 sencillamente abrumadora en términos de calidad y cantidad, lo cierto es que el siglo XXI no ha sido particularmente pródigo en este género salvo honrosas excepciones.
Machinarium es, precisamente, una de estos raros ejemplos de excepción. Un encantador cuento que puede que no venda millones de copias y que no revitalizará las aventuras gráficas hasta volverlas a poner de moda pero que, sin duda, deparará un buen puñado de horas al aficionado ávido de brillantes y complejísimos rompecabezas.
Soñadores de Hojalata
En Machinarium seremos un pequeño y encantador robot que acaba arrojado a un planeta vertedero, literalmente sobre un montón de basura. Desde el momento en que comenzamos la aventura con el penoso ensamblaje de las piezas del protagonista, hasta que culminamos la aventura con el épico aunque previsible final, el videojuego de Amanita Design encuentra un sitio en nuestros corazones con su mezcla de entrañable simpatía y personajes carismáticos.
Pese a lo poco sugerente que resulta el comienzo del título, lo cierto es que poco a poco iremos hilando la historia mediante personajes secundarios y también mediante las propias memorias del pequeño héroe, que nos refrescarán en base de flashbacks misterios que nos irán quedando más claros. No hay diálogos en Machinarium, y la mayor parte de la narrativa se lleva a cabo mediante este tipo de fórmulas. Gracias a esto conoceremos al villano de turno, a la ansiada y necesaria amada, y todos los elementos necesarios para conformar una historia que, sobre el papel, tiene todo el aroma de las fábulas más clásicas.
Y es que Machinarium es tremendamente tradicional hasta en la faceta jugable, puesto que se trata de un Point and Click de la vieja escuela. Hay algunas pequeñas sorpresas como la posibilidad de alargar o encoger al protagonista, muy útil y original, y también algunos minijuegos. No detallaremos éstos últimos para no estropear su impacto, pero algunos por simples en su propio concepto y otros por no acabar de ofrecer un reto equilibrado en cuanto a dificultad en algunas ocasiones dejan algo que desear.
En este sentido el videojuego es manifiestamente complejo, en ocasiones incluso demasiado. Parece que sus creadores fueron conscientes del nivel de desafío que aporta Machinarium, y han incorporado dentro del propio título una guía que resultará imprescindible para los aficionados que se estanquen durante horas en un determinado reto y no consigan superarlo.
Pero estos esporádicos minijuegos, en ocasiones flojos, y lo mal calibrado de la dificultad son los dos únicos elementos que no acaban de triunfar en Machinarium, el resto es una oda a la aventura clásica que resulta sencillamente maravillosa y que triunfa en todos los sentidos. Es emotiva, el jugador se siente recompensado superando sus rompecabezas y tiene una ambientación impactante y de lo más inmersiva. Esto es capaz de compensar cualquier puzle excesivamente complejo, por desquiciante que sea. Y es que sin oposición no hay recompensa: Nadie dijo que fuera a ser sencillo, ¿no?
Delicia Visual
Parece increíble lo que es capaz de conseguir Machinarium con su concepto y su ejecución en un entorno Flash como el que nos ocupa, y con sólo un peso que ronda los 500 megas.
Lo que hace que el videojuego de Amanita Design brille de sobremanera no es su ejecución técnica, lógicamente algo pobre dadas las limitaciones con las que cuenta, sino sus espectaculares patrones artísticos. Todos los diseños del videojuego son sencillamente maravillosos, tanto en lo que se refiere a los personajes como a sus inolvidables entornos.
Las técnicas narrativas de las viñetas, la ambientación tan maravillosa y algunos otros elementos deliciosos ayudan a recordar aquella máxima por la que el ser humano se crece en su creatividad cuando tiene límites de algún tipo. Machinarium es un ejemplo de ello, puesto que emplea recursos surgidos seguramente de la necesidad de ajustarse a presupuestos muy limitados.
¿El sonido? La banda sonora de Machinarium es una de las composiciones más inolvidables, evocadoras y oníricas que hemos tenido oportunidad de escuchar en un videojuego en los últimos años. Piezas desconcertantes, otras depuradísimas… Todo un compendio de inspiración en forma de banda sonora electrónica, a veces calmada, a veces capaz de provocar sobresaltos. Una auténtica bendición que entronca a la perfección con el inclasificable estilo visual del videojuego.
Machinarium es una cita obligada para cualquier aficionado hardcore de las aventuras gráficas. Su, en ocasiones, desquiciante nivel de dificultad puede hacernos tirar de los pelos, pero su impecable dirección artística, su deliciosa ambientación y su fantástica música son tres pilares artísticos que completan una jugabilidad maravillosa.
