Cuando la fantasía cobra forma en un pequeño videojuego y cuando las palabras bailan al son de la música, es cuando se empieza a soñar despierto. Patapon 3 regresa con la misma magia de siempre, pero madurando sus bases y ofreciendo un incansable modo multijugador.
La serie Patapon ha sido una de las franquicias emblemáticas de PSP que han nacido por y para la portátil, adaptándose como uña y carne, consiguiendo que no se entienda título y plataforma como entes separados. Si el primer Patapon fue una propuesta visualmente vanguardista y bella, con un sistema de juego fresco e innovador y una maestría jugable sin igual, cierto que la segunda entrega pecó de ser muy continuista aunque asentando las bases que habían hecho grande a la nueva franquicia de Sony.
Con Patapon 3, Japan Studio y Pyramid aúnan fuerzas para exprimir los conceptos que hicieron época en el juego. Una vez más el artista vanguardista japonés Rolito nos cautiva con sus dibujos abstractos e íntimamente bellos que se mezclan sabiamente con un espíritu musical que ha llegado al corazón de multitud de jugadores de la portátil de Sony.
Tras su anuncio en el pasado E3, las distintas informaciones que nos iban llegando nos hacían presagiar un título que seguiría el patrón de la serie pero potenciando la base multijugador, que ya comenzó a tomar forma con el segundo juego. Cierto, Patapon 3 no innova en absoluto, ofrece pocas novedades y es demasiado parecido a lo que ya hemos visto, pero parece que es el punto y final de una franquicia que ha ofrecido y sacado mayúsculo partido de todo lo que puede ofrecer la actual PSP.
De Dios intangible a héroe terrenal
Para empezar ya no seremos un Dios omnipresente que guía a los pobres Patapon en su cruzada en busca de la paz, sino que ahora nuestro espíritu se reencarnará en un héroe de carne y hueso que guiará el destino de estas simpáticas y encantadoras criaturas. Al comienzo de la historia se nos permite elegir un héroe diferenciado por el arma principal que porta, sea el héroe de la espada, de la lanza o bien del escudo. En general no encontraremos diferencias relevantes usando uno u otro en el desarrollo de una historia donde una misteriosa caja ha petrificado a gran parte de los Patapon.
Para los no conocedores del funcionamiento de Patapon comentar brevemente que estamos ante un título musical estratégico, donde debemos tocar el tambor en el ritmo adecuado siguiendo una secuencia de botones determinada. Así, a través de un compás de cuatro tiempos, podemos hacer avanzar a la tropa, ordenarle que ataque, que se defienda o se repliegue. Sin ser tan fácil como parece, debemos saber leer el escenario y los enemigos que nos encontremos, no faltar a nuestra cita del ritmo y tener un ojo en el tiempo limitado que tenemos para cumplir la misión, haciendo un total de 80.
En el mundo central antes de entrar en cada misión podremos entrenarnos, cambiar la formación, mejorar armas y conseguir habilidades y algún secreto más ya característico de la serie. Como habrás observado tendremos elementos de rol en el juego, con la posibilidad de usar la experiencia y materiales adquiridos en las misiones para hacer crecer de forma individual a nuestra tropa de Patapon, dándoles prioridades o diferentes armas. Y es que lejos de ser la música el principal valedor del juego, la estrategia cobra un gran impulso en un título que esconde un gran elenco de posibilidades que no logran verse a primera vista. Por ello, jugar a Patapon 3 es indispensable para saber de qué trata realmente la propuesta.
Como dijimos, la novedad más destacada de esta nueva entrega es la potenciación del modo multijugador. Podemos jugar el modo historia en cooperativo con hasta cuatro usuarios más, desempeñando cada uno de ellos una función en las misiones. También tendremos modo competitivo al estilo capturar la bandera, tanto por ad-hoc como por modo infraestructura hasta a ocho jugadores divididos en dos bandos. Asimismo existe la posibilidad de crear clanes e incluso de intercambiar mensajes predefinidos en las batallas.
Lo bueno, tres veces bueno
En Patapon 3 seguimos teniendo ese estilo visual minimalista, de esencia en frasco pequeño, repleto de detalles, colores y efectos de delicia inconmensurable. Una fusión de distintas fórmulas que por arte de magia consiguen encajar a la perfección en el trabajo de Rolito, quién parece vivir entre los sueños y la realidad. Patapon 3 transmite sensaciones que no pueden conseguirse en otros títulos, un buen ejemplo de que la belleza es posible en productos intangibles y donde se hace una zancadilla a aquella competición de texturas y polígonos que suelen reinar en consolas de sobremesa. Quizás sea un apartado que no ha cambiado, pero no lo necesita, aunque se agradece la nueva vistosidad de la interfaz de juego, buscando una renovación que siempre es bien recibida.
Y qué vamos a decir del apartado sonoro, tan hipnotizarte como siempre. Las míticas palabras de PATA-PON-CHAKA-DON ya forman parte de la cultura de PSP, incansables, que bailotean con un sentido indescriptible por el código del juego. De nuevo es más de lo mismo respecto al pasado, pero se ha buscado remasterizar e incluir pequeñas novedades en un apartado que, una vez más, no necesita de un lavado de cara, ya que funciona a la perfección.
En general estamos ante el juego más largo de la serie, no sólo por sus 80 niveles o los distintos héroes, sino por la inclusión bastante seria del modo multijugador. Una cosa es cierta, se ha rebajado la dificultad respecto a las anteriores entregas, pero sigue siendo un reto extraordinario hincar el diente a un título realmente atractivo y fresco, para un catálogo de PSP que dará las gracias durante toda su vida a juegos como Patapon.
Patapon 3 es tan bello e hipnotizador como siempre, una entrega intencionadamente continuista con las novedades justas y con la madurez del modo multijugador. No sorprende como antes, pero sigue enamorando con sus cancioncillas, sus sonidos fantasiosos y su particular, vanguardista y encantadora propuesta. Un broche de oro para una serie que se despide de PSP homenajeándose a sí mismo y a todos aquellos jugadores impregnados de la savia llena de fantasía de Rolito y compañía.
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