El abogado que salvó a Nintendo en su peor momento tuvo la mejor recompensa que podríamos imaginar

El abogado que salvó a Nintendo en su peor momento tuvo la mejor recompensa que podríamos imaginar
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Durante un tiempo fue considerada una leyenda urbana. Pero Shigeru Miyamoto en persona aseguró que todo era cierto. El nombre de Kirby, la adorable mascota rosa de Nintendo, es el particular homenaje de la corporación japonesa a un abogado que, en su día, les salvó de la catástrofe.

El pasado 2 de octubre de 2019 falleció John Joseph Kirby Junior, un abogado del estado de Virginia, en Estados Unidos, especialista en litigios de propiedad intelectual. ¿Qué tiene eso que ver con los videojuegos? Muchísimo más de lo que podáis imaginar. Porqué este letrado fue el protagonista de la mayor controversia legal en la que se ha visto metida Nintendo. Desde su fundación, la corporación de Kioto se ha visto enmarañada en docenas de pleitos, pero ninguno de la magnitud de la demanda, a principios de los años ochenta, del estudio cinematográfico Universal. Durante cinco largos años esta querella tuvo en pie de guerra a Nintendo, donde por momentos temieron por su propia continuidad.

Como no puede ser de otro modo, tenemos que empezar por el principio. En 1981 Nintendo vivió uno de sus mayores momentos de esplendor gracias al lanzamiento de Donkey Kong. La ópera primera de Shigeru Miyamoto, además de presentar por primera vez al personaje que más adelante conoceríamos como Super Mario, triunfó en los recreativos de todo el mundo y especialmente en Estados Unidos. Lo que antaño había sido una modesta delegación en territorio yanqui, se convirtió así en un negocio multimillonario que poco tenía que envidiar a su contrapartida en Japón. Nintendo of America estaba ganando millones gracias a Donkey Kong; dinero que invirtieron, entre otras cosas, en unas oficinas en Redmond, en el estado de Seattle, donde todavía continúan afincados a día de hoy.

Universal exigió tanto a Coleco como Nintendo que cesaran la comercialización[/b] de aquel videojuego

Donkey Kong causó además un aluvión de copias de otros estudios. Algunas de empresas de tanto renombre como SEGA o Electronic Arts. En aquella época todavía no acababan de estar perfilados los límites de la propiedad intelectual en la industria del videojuego, por lo que, por desgracia, aquellas tropelías eran de lo más habitual. Uno de los clones más populares fue el de Tiger Electronics, el famoso fabricante de juegos portátiles LCD, que lanzó un título llamado King Kong. El juego era una burda imitación del primer nivel de Donkey Kong, en el que Mario había sido sustituido por un bombero que ascendía por el Empire State rumbo a la cima, donde le esperaba el mismo King Kong. No era más que una imitación, eso es innegable, pero contaba con el valor único de ser un producto oficial. Es decir, contaba con la licencia del estudio Universal, los responsables de algunas de las películas protagonizadas por el simio gigante más famoso de todos los tiempos.

El abogado que salvó a Nintendo en su peor momento tuvo la mejor recompensa que podríamos imaginar

Los ejecutivos de Universal Pictures, el mismo estudio que aquel año 1982 distribuyó E.T. el Extraterrestre, apenas habían prestado atención al mercado del videojuego. Hasta entonces. A raíz de la licencia de Tiger Electronics, en el estudio supieron de la existencia de Donkey Kong y de los cientos de millones en beneficios que había ganado, no solo Nintendo, sino también Coleco, que acababa de presentar una adaptación exclusiva del título para su consola Colecovision. Asumiendo que aquel producto era una burda copia del universo de King Kong, del que entonces decían poseer su propiedad intelectual, Universal exigió tanto a Coleco como Nintendo que cesaran la comercialización de aquel videojuego, destruyeran todas sus copias y les compensasen con efecto retroactivo.

Los líderes de Nintendo of America renunciaron a pactar con el estudio cinematográfico

La familia Greenberg, propietaria de Coleco, capituló. No detuvieron las ventas de su adaptación de Donkey Kong, pero acordaron con Universal que les pagarían un tanto por ciento de sus beneficios con carácter retroactivo. Un trato que muchos consideraban injusto. Bajo la doctrina del fair use, en Estados Unidos se reconoce el derecho a parodiar cualquier obra registrada, si es que Donkey Kong puede considerarse una caricatura de King Kong. Pero en Coleco temían el poder del estudio cinematográfico. No querían enfrascarse en una eterna guerra en los tribunales que probablemente acabarían por perder. No fue así en el caso de Nintendo, que tras mucho estudiarlo, decidieron presentar batalla a Universal. Con el apoyo del tristemente desaparecido Hiroshi Yamauchi en persona, su presidente, los líderes de Nintendo of America renunciaron a pactar con el estudio cinematográfico. Dirimirían sus diferencias en los tribunales.

John Kirby Sr. Foto: John Kirby Jr.
John Kirby Sr. Foto: John Kirby Jr.

Fue una decisión muy osada. A principios de los ochenta, pese a tener ya cierto renombre, Nintendo era una corporación relativamente pequeña. Sobre todo si la comparamos con un estudio de la envergadura de Universal Pictures, cuyo equipo de abogados amedrentaba a cualquiera. Ahí es donde entró en escena John Kirby, entonces abogado de un bufete sito en Nueva York, especializado en casos sobre prácticas abusivas en el conflicto entre empresas. Kirby estaba convencido de que podía ganar el pleito. Desarrolló un caso muy sólido con la premisa de que era muy cuestionable que Universal Pictures tuviera en su poder la propiedad intelectual de King Kong, ya que a mediados de los setenta tuvo un conflicto similar con otro estudio. Además, convocó al tribunal a las principales figuras de Nintendo, como Shigeru Miyamoto, que explicó como creó los personajes en primer lugar, y a Howard Phillips, game master de Nintendo of America, que demostró los pocos parecidos entre ambas franquicias jugando una partida frente al juez.

Robert W. Sweet, el juez al cargo del caso, no necesitó ninguna de las alegaciones sobre quién era el propietario de aquellos derechos de autor. Concluyó que ambas obras, Donkey Kong y King Kong, pese a tener elementos en común como un simio gigante, eran totalmente distintas en su naturaleza. Además, reconoció la mala fe de Universal Pictures, por lo que Nintendo no solo ganó el caso, sino que se reconoció su derecho a reclamar una compensación por daños y perjuicios. Kirby, cual David moderno, había vencido a Goliat. Tanto entonces como en todas las sucesivas apelaciones, que se alargarían hasta bien entrado 1986.

El abogado que salvó a Nintendo en su peor momento tuvo la mejor recompensa que podríamos imaginar

Su nombre ya ha quedado, para la eternidad, ligado a la historia del videojuego

Aquella victoria cambió a Nintendo. Un pequeño estudio con sede en Japón había ganado a un gran estudio cinematográfico. La corporación no volvería a achantarse jamás, plantando cara a partir de entonces a todos los pleitos que llegasen a su sede. Incluso a aquellos tan polémicos como las docenas de demandas, a principios de los noventa, que les acusaban de haber provocado serios problemas epilépticos a niños estadounidenses. Hay quien podría decir que, todas las demandas absurdas que ha protagonizado Nintendo en los últimos años, de alguna manera, son una consecuencia lejana de este episodio.

En cualquier caso, los ejecutivos de Nintendo of America estaban muy agradecidos a Kirby. Tanto, que le obsequiaron con un barco, valorado en treinta mil dólares de la época, al que bautizaron como Donkey Kong. Años más tarde, además, cuando nadie sabía que nombre ponerle a la nueva mascota creada por HAL Laboratory, alguien votó por llamarle Kirby en honor a aquel abogado que un día salvó a Nintendo. Dice la leyenda que se lo tomó como un halago. Y con razón, porque así su nombre ya ha quedado, para la eternidad, ligado a la historia del videojuego.

Una lectura:



  • Game Over, Press Start to Continue: How Nintendo Conquered the World

  • No os voy a engañar. Este volumen es antiguo. Muy antiguo. Se escribió a finales del siglo pasado, lo que lo convierte en uno de los primeros libros de historia del videojuego. Pero precisamente por eso se ha quedado un poco anticuado. Sin embargo, fue el primer libro en hablar de este caso, y sigue siendo a día de hoy el que mejor lo ha analizado.
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