To the Moon ha sorprendido desde su lanzamiento a muchos jugadores. Ahora, con su salida también para Nintendo Switch, es un buen momento para descubrirlo, si no lo has hecho ya. Te damos algunas razones (y motivaciones) tras el éxito de este pequeño gran videojuego.
El otro día, quizá por estos cambios de año que nos llevan a ser algo más ambiciosos, pensé en lo que buscaba de la cultura, en general. Me di cuenta que a menudo, cuando me distraigo, me dejo llevar más por la forma que por el contenido, cuando en lo que se refiere a historias busco, ante todo, significado. To the Moon es uno de esos juegos que huyen de todo aspecto formal para centrarse exclusivamente en el mensaje. La falta de recursos hizo a Freebird Games apoyarse en ese RPG Maker que pocos de los que lo probamos en su momento nos atrevimos a mirar más allá de su diseño enfocado en la creación de juegos de rol japoneses. To the Moon, sin embargo, es una aventura gráfica puramente narrativa. Ni siquiera creo que ese género lo defina bien. Es, sencillamente, una historia de amor y ciencia-ficción que busca impactar al jugador. Que signifique algo para nosotros.
Por ello quiero reanimar las ganas de jugar a este título. Sobre todo, para aquellos que lo han visto desfilar por multitud de campañas de ofertas o que incluso lo tienen acumulando polvo en su catálogo de juegos, a veces incluso conseguido completamente gratis. «Ya jugaré». Ahora, aprovechando su lanzamiento también en Nintendo Switch, es un buen momento. To the Moon es una historia que, para aquellos que necesiten una buena referencia, recoge buena parte de su inspiración en películas como Olvídate de Mí (Eternal Sunshine of the Spotless Mind), Origen (Inception) o Memento. Incluso diría que tiene algo de la filosofía de Big Fish. Una historia sobre un hombre en su lecho de muerte que contrata a una compañía para implantar un nuevo recuerdo antes de fallecer: viajar a la luna.
Como en las buenas historias, nada es lo que parece
Para conseguir este deseo, los doctores Rosalene y Watts tendrán que navegar por los recuerdos de John, buscando claves que les permitan viajar cada vez más hacia atrás en su memoria. Pero, como en las buenas historias, nada es lo que parece. Si bien el deseo de John es viajar a la luna, él mismo no sabe realmente por qué. Poco a poco, buceando en sus recuerdos, encontraremos los verdaderos motivos, que tienen más que ver con el gran amor de su vida.
Por tanto, To the Moon huye de las mecánicas clásicas de un videojuego. Incluso, al usar el famoso motor RPG Maker, llega a hacer alguna broma con los clásicos combates por turnos. En el primer acto, además, se incluyen algunos rompecabezas, pero creo que se sienten algo forzados y que el desarrollo del juego logra más ritmo cuando se centra en lo que debe hacer, que es deshilvanar su historia que, cual película de Memento, se cuenta al revés. En el proceso, el juego desarrolla un sistema bien planificado, sobre todo en lo que tiene que ver con el trabajo y el proceso de creación de recuerdos de los doctores protagonistas, que aportan la visión más científica de las circunstancias. Tanto ha gustado, de hecho, la cooperación entre estos dos colegas que han repetido y repetirán papel en Finding Paradise e Impostor Factory, respectivamente.
Aunque su historia, apoyado en una gran banda sonora, conformen una aventura de tintes románticos, no hay que olvidar el lado existencialista de To the Moon, que funciona perfectamente en el subtexto de la obra. Es uno que casa perfectamente con la vertiente de ciencia-ficción que contiene el videojuego y lleva a exponer un sutil, pero claro contraste entre la visión más idealista en contraposición a la realista; las distintas perspectivas con las que vemos el mundo nosotros mismos. Esto es algo con lo que cualquier jugador de videojuegos se puede sentir perfectamente identificado. Al fin y al cabo, Mundos imaginarios, imposibles, pero que cobran vida ante nuestros ojos y se antojan más reales que en otros medios ya que podemos interactuar con ellos. Son entornos que sabemos perfectamente que no existen, pero que, de alguna manera, otorgamos cierta verosimilitud para poder escapar de lo real, hacia ellos.
To the Moon plantea estas cuestiones a lo largo de sus apenas tres o cuatro horas de juego. No solo es una bonita historia de amor, sino que indaga en lo profundo de la mente para cuestionarse no solo qué es real y qué no, sino qué es más importante. Cada uno tendrá una respuesta personal a esa pregunta y no tiene por qué ser compartida por otros jugadores, ya que todos tenemos formas distintas de contemplar el mundo. Pero lo importante no es la respuesta. O si podemos ir a la luna. Lo importante es que en este mundo material, donde a veces solo se da validez a aquello que podemos ver o tocar, no debemos olvidar que existe un mundo interior en nuestra mente que sigue sus propias reglas, intangible e inalcanzable para los demás y que puede ser tanto o más real que lo cotidiano.
To the Moon es como las buenas historias de ciencia-ficción
To the Moon es como las buenas historias de ciencia-ficción. Aquellas que nos llevan a escapar a un mundo asombroso, en el que los avances tecnológicos y sus aplicaciones nos hacen soñar con las posibilidades, con unas reglas bien fijas y estructuradas, pero que, al final del camino, nunca olvidan el objetivo de toda buena historia, que es narrar la condición humana. Para ello, lo técnico es prácticamente anecdótico, ya que su motor gráfico apenas deja lugar para expresarse más allá que con cuadros de textos y un puñado de piezas musicales. Pero quizá ahí está también la magia que logra sumergirnos en este cuento moderno y transportarnos a otro lugar. A la luna.