Siempre me pasa lo mismo: cada cierto tiempo, vuelvo a Hunt: Showdown, como las polillas al fuego. Recuerdo que lo probé por primera vez un poquito después de su lanzamiento inicial, allá por el lejanísimo 2018, y poco a poco terminó convirtiéndose en el "juego de confort" de mi grupo de amigos, junto con League of Legends (un placer culpable que tiendo a esconder para conservar mi dignidad pública) y la última iteración del shooter cooperativo a lo Left 4 Dead, sea cual sea, y prácticamente se llame como se llame. Aquí seguimos, a la espera de ver qué pasa con Redfall, y mientras tanto ahí está Hunt: Showdown, de fondo, como quien no quiere la cosa, seduciéndonos una vez más para que nos enfrentemos juntos a su cruel, inmisericorde y oscura propuesta de shooter en primera persona en línea…
Y ahora que el título celebra su quinto aniversario con una rebaja del 60% (está a 15,99€ en Steam, frente a los 39,99€ habituales), me parece una ocasión perfecta para hablar un poquito de cómo es posible que una de las IP más originales y efectivas de su género se haya convertido, por desgracia, también en una de las más infravaloradas.
Un shooter en primera persona único
Desde luego, a Hunt: Showdown se le puede culpar de algunas cositas, especialmente en temas de marketing y de optimización, pero no se le puede acusar de no ser original. En una época no tan difusa, en la que los shooter competitivos multijugador y los mobas dominaban con puño de hierro (a veces en una especie de hibridación mutua, como Overwatch), llegó Crytek, que ya tenía cierta fama por haber dado a luz a los míticos Crysis, y dijo: "pues no me parece bien que te maten únicamente otros jugadores, en mi juego todo te va a matar".
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De ahí sale precisamente una fórmula jugable que mezcla componentes de jugador contra jugador (PVP) y jugador contra entorno (PVE), en una especie de battle royale muy atípico e íntimo, con escenarios de hasta doce jugadores (puedes ir solo o en equipos de dos o tres personas), donde tienes que asumir el papel de un cazarrecompensas que debe eliminar a una criatura sobrenatural y extraer su trofeo en un punto de extracción… y sobrevivir al proceso.
Evidentemente, entre medias sucede la magia: tiroteos desesperados entre jugadores con armamento western o previo a la Primera Guerra Mundial, emboscadas en barrancos desolados, camperos escondidos en frondosos matorrales a la ribera del río, psicópatas armados con escopetas y cócteles molotov… Hay muy pocas reglas en Hunt: Showdown; no en vano, tu objetivo pasa por quitarle el botín a otro cazador, muy posiblemente de los dedos todavía calientes de su cadáver reciente. Además, por si eso no te metiera ya suficiente tensión en el cuerpo de por sí, también te las verás con criaturas extrañas, patógenas, una suerte de infectados muy lovecraftianos controlados por la inteligencia artificial que te pondrán las cosas muy, muy difíciles hasta que aprendas a lidiar con ellos de manera óptima. Es un poco lo que te decía antes; aquí todo te mata, o al menos te plantea un cierto desafío, decisión creativa que entronca de manera perfecta con la atmósfera del título.
Caza sobrenatural en los pantanos de Luisiana
Pongámonos en situación. Estamos en Luisiana, a finales del siglo XIX, es decir, unos cuantos añitos antes de que la primera gran guerra asfixie a la humanidad; desde luego, son épocas de misterio, de incertidumbre, sobre todo en las lóbregas y pantanosas tierras del sur de los Estados Unidos, un paisaje de otro mundo gobernado por sus bayous infinitos, sus leyendas de criaturas imposibles, y su increíble cosmogonía basada en el vudú. Justo aquí, en los meandros muertos del Mississippi, comienzan a aparecer seres fantasmagóricos, unas entidades extraterrenales de enorme poder que, por supuesto, tardan poco en empezar a liarla. La gente muere, hay plagas bíblicas extendiéndose por todas partes, aparecen perros infernales, colmenas humanas que albergan bichos horribles en su interior (infernales también), agrupaciones de sanguijuelas gigantescas en los ríos, arañas semihumanas que recuerdan muy vagamente a Quelaag, de Dark Souls, espectros encapuchados rellenos de ciempiés y cuchillas…
Un desastre absoluto, vamos. Poco después se forma una liga, una especie de organización clandestina de cazadores con poderes paranormales para hacer frente a todas estas amenazas de pesadilla. Eso sí, con una salvedad: el fin justifica los medios. Las traiciones, los asesinatos y las alianzas transitorias se suceden continuamente, promovidos por cazarrecompensas ávidos de dinero, renombre o poder. Sobra decir que la idea siempre me ha parecido bestial, ya que todos sus elementos, tanto los jugables como los narrativos, trabajan en perfecta consonancia para crear una atmósfera opresiva, cargada de tensión, donde la muerte acecha detrás de cada esquina y cada bala cuenta. Es más, el gunplay es bastante exigente, de uno o dos tiros te vas a la tumba, y pierdes tanto al cazador que llevabas, como todo el equipo (armas, consumibles, etc.) que llevabas con él y las habilidades que había aprendido. Por suerte, no es tan desesperante como puede llegar a hacerse Escape from Tarkov (otro juegazo), ya que el armamento lo puedes comprar antes de entrar en partida y hay otros modos de juego que te pueden ayudar a conseguir dinero rápido en caso de necesidad.
Hay más cositas que me dejo en el tintero, muchas más; si te quedas con ganas de saber cuáles son, te recomiendo que te pases por el análisis que hicimos en 3DJuegos en su momento. Con todo, siempre me ha sorprendido que Hunt: Showdown no haya terminado de petarlo, que no haya encontrado una fama que, en mi opinión, siempre se ha merecido. Es verdad que es una propuesta algo más de nicho, un título un pelín durillo que se aleja sustancialmente de enfoques más directos y distendidos como Fortnite o Apex Legends, pero ahora que está de oferta, y que tiene un inventario súper amplio de armas, skins, y distintos escenarios de juego, me parece la ocasión idónea para probarlo e incluso para redescubrirlo. Es uno de esos shooter online que, como te gusten, se te graban a fuego en la memoria.
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