La del videojuego es una industria complicada. Apasionante por la interactividad que ofrece, poderosa por el dinero que mueve, pero también cruel cuando aspira a convertirse en arte. Grandes obras han sucumbido ante la maldición de querer ir más allá, pero eso no impedirá que una de esas atrevidas obras abocadas a la incomprensión como Muramasa, aterrice en Europa el próximo mes de noviembre.
Una maravilla jugable inspirada en el país del sol naciente está a punto de romper fronteras para llegar a Europa. Su nombre es Muramasa: The Demon Blade y, aunque no haya sido un éxito de ventas en Japón (con menos de 50.000 unidades vendidas), sí que ha cautivado a los pocos que lo han podido probar en una Wii.
Afortunadamente nosotros contamos entre esos privilegiados que han tenido la fortuna de poner sus manos sobre lo nuevo de Vanillaware, unos de esos escasos cabezotas que, afortunadamente, siguen pensando que las 2D tienen todavía mucho que decir.
Autores de proyectos tan destacados como Odin Sphere (PS2), los japoneses realizan un derroche de talento y originalidad a partes iguales para darnos un título de acción y aventura de scroll horizontal donde lo que menos importa es preguntarse cuántos millones, desarrolladores o tiempo ha costado el proyecto. Con aire de videojuego independiente pero acabado absolutamente profesional, Muramasa: The Demon Blade, después de probarlo, nos parece la perfecta expresión del arte interactivo en movimiento que ojalá siga prolongándose a lo largo de todo este siglo XXI.
Arte jugable en el antiguo Japón
Nos quedará esperar hasta noviembre, que es cuando está prevista la salida del videojuego en Europa, pero hasta entonces podemos contaros todo lo que puede llegar a dar de sí esta adictiva epopeya jugable basada en la mitología e historia japonesas.
Concretamente, Muramasa: The Demon Blade nos sitúa en los años dorados del período Edo dentro del antiguo Japón, una época en la que la sed de poder del emperador Tsunayoshi acabará trayendo la muerte, la locura y la tragedia a tierras niponas.
Una interesante mezcla de mitos, leyendas y sucesos históricos se entremezclan así en una obra bella tanto jugable como artísticamente. Todo gracias a la posibilidad de seleccionar entre dos protagonistas, Kisuke y Momohime que, partiendo desde Tokyo y Kyoto respectivamente, nos van a demostrar la adicción que provoca dar katanazos a diestro y siniestro mientras que nos entretenemos contemplando la hermosura de los paisajes.
Ninjas de acción y exploración
De adictivo y contemplativo podría calificarse a lo nuevo de Vanillaware, un videojuego que a la acción de las más de 100 katanas que podremos desbloquear a lo largo de la aventura tenemos que sumar el enorme poder rejugable que contiene. Y es que Muramasa: The Demon Blade no sólo se basa en avanzar y acabar con cuantos enemigos nos encontremos a nuestro paso, sino que también será importante explorar el entorno y escoger entre las diferentes rutas que nos lleven hasta el otro lado del mapeado.
Un mapeado que, para que el lector se haga una idea de su importante papel, podrá quedar sobreimpresionado en la pantalla a fin de que tengamos siempre una buena referencia sobre nuestra posición.
Esto, unido al hecho de que los dos protagonistas vivirán distintas historias, con diferentes parajes y personajes (unos cien en total), nos da una buena idea sobre la ambición de un título que nos va a proporcionar hasta cinco ranuras de guardado para recordar nuestras hazañas. Nada se sabe hasta el momento sobre opciones alternativas al modo historia principal, pero ya es seguro que no gozaremos de multijugador ni de acción cooperativa.
Una belleza interactiva en dos dimensiones
Alguna carencia debía de tener Muramasa: The Demon Blade, aunque como reza el dicho: "la imperfección es bella". En este caso en particular, no podíamos estar más de acuerdo, ya que nos encontramos ante un elixir visual donde el dibujo a mano refleja escenarios místicos y casi oníricos, propios de la mejor fantasía que haya podido jamás imaginar, por ejemplo, un artista del Japón feudal.
Los desarrolladores de Vanillaware rescatan, de esta manera, el exótico arte de su país para representarlo en formato bidimensional y panorámico interconectando la sensación de movimiento que da un scroll parallax con el punto estático de unos artworks que llegan a sorprender por su calidad e idoneidad una vez los vemos formando parte del escenario.
Arte jugable e inspirado es lo que se puede apreciar en un título que, por supuesto, también va a reflejar la época de los emperadores a través de un apartado sonoro de ensueño. Hitoshi Sakimoto, compositor de Vagrant Story y de varias entregas de Final Fantasy, tendrá buena culpa de ello, gracias a un estilo tan único e independiente como el que va a ser capaz de ofrecernos, dentro de unos meses, un videojuego valiente, creativo y que logra emocionar a pesar de que los polígonos hayan conseguido en la actualidad, ganar la batalla a los sprites.