Se inspira en todo un clásico de la ciencia ficción y se ve realmente bien, pero el tiempo juega en contra de esta aventura. Análisis de The Invincible

Se inspira en todo un clásico de la ciencia ficción y se ve realmente bien, pero el tiempo juega en contra de esta aventura. Análisis de The Invincible

El walking simulator ya no se prodiga mucho por el videojuego, pero The Invincible es la última propuesta que adapta a modo de precuela la obra de Stanislaw Lem

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The Invincible

Creo que para hablar de The Invincible primero tengo que hacerlo de los llamados walking simulators. Más concretamente, por qué esta tendencia que tanta popularidad consiguió hace una década apenas tiene exponentes hoy día. Tras su momento más álgido del género, cuando aparecieron obras como What Remains of Edith Finch o Firewatch, la afluencia de este estilo de obras narrativas disminuyó mucho.

Podemos hablar de moda o hastío, pero creo que hay otro factor clave. Las producciones se dispararon hasta un punto algo insostenible. Pasaron de presentar aspectos visuales como los de Gone Home hasta algunos tan llamativos como el del propio Edith Finch, The Vanishing of Ethan Carter o Everybody's Gone to the Rapture. Y a ello se le sumó otra razón que es debate en nuestros días: el público (estemos de acuerdo o no) demanda horas de juego. Todo ello unido creo que explica bien por qué el género se ha diluido en los últimos años.

La obra en que se ubica es un icono de la ciencia ficción más clásica

Entendiendo este contexto, se comprende también por qué The Invincible quiere ser una aventura más larga, llegando a unas 6 o 7 horas de duración. Pero creo que ese es también su talón de Aquiles, al obligarse a estirar una experiencia que podría haber tenido más ritmo en menos tiempo. A fin de cuentas, la obra de Starward Industries se parece más a la estructura algo más abierta de un Firewatch que a la de un walking simulator lineal, y esas largas distancias pueden añadir horas al crono, sí, pero también reducir el ritmo narrativo de este tipo de obras.

Aterrizando en un género tan fascinante como distinto

Puede que algunos no conozcáis El Invencible, la obra de Stanisław Lem que es un icono de la ciencia-ficción clásica. Y cuando digo clásica, digo clásica. Estas novelas tenían una intención y un estilo. Casi siempre con un tipo de ciencia dura, contaban historias que estaban menos interesadas en la estructura y el sobreestímulo moderno y más en el ensayo cuasi filosófico de la época. En El Invencible, Lem explora las diatribas de la Guerra Fría, cuán poderosa es la fuerza bruta humana frente a la evolución y plantea interesantes cuestiones sobre si nuestra tan amada inteligencia es la forma definitiva de adaptación al entorno o la tenemos sobrevalorada.

The Invincible

Esta es mi forma de no contaros mucho de qué va la novela, porque no puedo hacerlo. Veréis: The Invincible no es una adaptación literal del libro. Es más bien una precuela y, por lo tanto, si no habéis leído esta historia es casi mejor que no lo hagáis todavía para que algunas sorpresas permanezcan escondidas. En el videojuego encarnamos a Yasna, una bióloga de la Mancomunidad que junto al resto de su tripulación explora planetas en expediciones pioneras y arriesgadas. En el último momento, antes de volver a casa, aceptan una nueva misión: la exploración del planeta Regis III. Yasna se despierta en el desértico planeta, desorientada y sin saber qué le ha ocurrido al resto de sus compañeros.

The Invincible tiene buenos momentos y unas cuantas sorpresas

Pese a que The Invincible cumple con las escasas mecánicas del género, sí plantea momentos en los que tenemos que aprender a orientarnos o realizar algunas acciones con nuestro equipo para explorar el terreno. Con todo, ya sabemos que el núcleo de este tipo de juegos es la historia, aunque en el caso de The Invincible destaca mucho también en la composición visual. Regis III es un planeta desértico, parecido a una especie de Marte exótico, pero el estudio se las ha apañado para conseguir sacar el máximo partido a todo tipo de entornos y a una paleta de color variada. Lo más curioso, sin embargo, es cómo han representado la tecnología, inspirándose en las ilustraciones y portadas de ciencia-ficción retrofuturista de los 50, llena de curvas, materiales reflectantes, colores intensos y mezclándolo todo con aparatos muy analógicos y grandes palancas y botones, dándole un aspecto muy conseguido.

The Invincible

Pero, de nuevo, debo insistir en el ritmo. The Invincible tiene buenos momentos y unas cuantas sorpresas, además de algunas decisiones en la historia a través de conversaciones que sirven para implicar un poco más al jugador y alterar un poco el devenir de los acontecimientos. Pero se ve innecesariamente alargado. Algunos momentos de transición y de búsquedas poco productivas no solo no avanzan la historia, sino que la ralentizan. Starward sabe definitivamente cómo rellenar todo el conjunto con buenos paisajes, pero creo que hay un momento en que ese relleno se nota demasiado.

Al ser una precuela, eso sí, los temas son parecidos pero no iguales a la situación que se provoca en la novela. El videojuego es, en el fondo, una obra que nace con más de 60 años de diferencia y creo que por eso han decidido utilizar un contexto parecido, pero distinto, que les permita profundizar un poco más en temas, por ejemplo, de inteligencia artificial con algunos debates sobre la singularidad y el momento exacto en que se puede hablar de vida dentro de una máquina. Con todo, sigue manteniendo ese núcleo filosófica acerca de si el hombre, en su búsqueda por explorar las fronteras del universo, puede adaptarse realmente a todo tipo de entornos tal y como lo ha hecho en nuestro planeta.

En definitiva, The Invincible me ha gustado, pero no atrapado. Siempre me ha resultado relajante esta rama del videojuego que desacelera un poco los tiempos modernos y el frenetismo de los videojuegos de acción y se centra en la narración; pero en esta ocasión no me ha enganchado tanto como me esperaba. Hay en él, no obstante, una producción sólida y buenos momentos llenos de debates y planteamientos filosóficos que amenizan bien nuestras largas caminatas por Regis III, además de ir un poco más allá que la típica producción del género, mostrando bastantes personajes humanos y animaciones, que no suele ser habitual. Pero, con todo, veo en él esas razones por las que el walking simulator dejó de ser tan prolífico: la necesidad de ser más grande, más abierto, más complejo y más largo. Cosas que, en el fondo, a los que de verdad nos gustan estos juegos no necesitábamos tanto como una historia sencilla, con ritmo, que llegue directa al corazón.

Ciencia-ficción clásica

Sin sello
The Invincible análisis

The Invincible

Por: Alejandro Pascual
Sin sello

The Invincible me parece un juego muy interesante, pero no me ha atrapado todo lo que me gustaría. Su planteamiento casi a modo de precuela de los sucesos del clásico de la ciencia-ficción de Stanisław Lem logra crear una atmósfera cautivadora, pero a su vez creo que se echa a perder un poco por intentar construir una estructura algo más alargada para justificar su duración, con paseos y momentos innecesarios que diluyen la trama principal sin aportar demasiado a la misma. Visualmente es muy llamativo y consigue de un planeta desértico sacar una paleta de color y unos entornos cautivadores y, aunque se trate de un walking simulator, tiene espacios algo más abiertos.

5 cosas que debes saber:
  • Es un walking simulator, con algo más de libertad, al estilo Firewatch.
  • Exploramos los misterios del planeta alienígena Regis III.
  • Basado en el clásico de ciencia-ficción de Stanisław Lem, pero no es una adaptación directa.
  • Hay algunas decisiones que podemos tomar que varían la historia.
  • Visualmente atractivo. Logra sacar partido a una paleta de color variada para un planeta desértico.
Jugadores: 1
Idioma: Textos en español y voces en inglés
Duración: 6-7 horas
Ver requisitos del sistema
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