Si el anterior episodio fue en el que Pedro Pascal nos brindó una interpretación cargada de emoción, aquí la responsabilidad recayó en Bella Ramsey. Los conocedores del videojuego The Last of Us ya sabían lo que había cuando el episodio se ha llamado Lo que dejamos atrás, o más bien por el título en inglés: Left Behind.
En dicha expansión pudimos ver lo que sucedió mientras Joel descansaba de su profunda herida, así como un importante pasaje del pasado de Ellie. Esto se replica casi al milímetro en la serie, dándonos a conocer a una Riley interpretada por Storm Reid (la hermana de Rue en Euphoria), la algo-más-que-amiga con la que la protagonista tiene una noche inolvidable en el centro comercial.
Más allá de un pasaje inicial muy en la línea de lo realizado en Kansas City en esta adaptación, dotando de grises a una FEDRA encarnada por el Capitán Kwang, lo cierto es que se relatan ad pedem literae los hechos acaecidos en dicho DLC. Por ello, es muy necesario que las interpretaciones acaben por dotar de vida algo que muchos ya habíamos visto en píxeles.
La importancia de contar con más cosas que las palabras
Y es justo decir que eso ocurre. Se suele pensar que las grandes interpretaciones son en las que, como sucede con la recién galardonada Angela Bassett por Wakanda Forever, hay una actuación dramática de primer orden, cargada de gritos, llantos y aspavientos. Evidentemente, eso requiere un nivel interpretativo alto y no busco hacerlo de menos.
Recientemente he visto un vídeo que verbaliza a la perfección lo que yo pienso al respecto. Es una alegoría a favor de la subtle performance, o actuación sutil, y detalla momentos concretos de películas como la surcoreana Burning, o la serie también de HBO como The Last of Us, Succession. En sus poco menos de 15 minutos, Thomas Flight evidencia lo difícil que es expresar emociones profundas de los personajes cuando estos no hablan. Cuando las herramientas del actor son el lenguaje postural o la mirada.
Esto es lo que veo en el séptimo episodio de The Last of Us. En la mirada de Bella Ramsey hay momentos en los que vemos sentimientos que no termina que comprender, pulsiones que no se atreve a mostrar y hasta ese brillo en las pupilas propio de quien está enamorado. Incluso parece que la escena transcurre a cámara lenta sin hacerlo realmente, porque así es como te deja el amor, anestesiado y en la más dulce de las enajenaciones mentales transitorias.
Ni siquiera la presentación de un infectado de una forma previsible, y hasta vaga desde el punto de vista cinematográfico, empaña el resultado. Si el anterior capítulo se centraba en avanzar la trama de una forma casi enfermiza, este episodio transcurre ya no sólo en la cabeza de un personaje, si no en sus recuerdos. Una "endolipsis", si me permitís el palabro, que podría resumirse en esas manos de Ellie y Joel entrelazándose en los últimos instantes del capítulo.
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