La semana pasada se anunciaron los nominados a los The Game Awards de 2022. En la sección de 'Mejor juego indie' desfilaban auténticos colosos que han visto la luz este año: estaba Stray, estaba Cult of the Lamb, estaba Tunic, estaba Sifu y estaba Neon White. La lista es corta, pero la calidad, ingente. En 'Mejor estreno indie' no estaban ni Cult of the Lamb ni Sifu, sí Norco y Vampire Survivors. Resulta que el segundo está en Game Pass –y menos de 5 euros en Steam-, y entre hachazos nórdicos y paseos por Paldea he probado este peculiar roguelike al que os recomiendo que os asoméis. Me lo vais a agradecer.
Uno de los juegos sorpresa de 2022
Mi primer contacto con el juego fue extraño. No lo conocía, a pesar de que ya a principios de año te contábamos en 3DJuegos por qué Vampire Survivors es endiabladamente adictivo, así que cuando lo vi en 'Mejor estreno indie', fruncí un poco el ceño, elevé el labio inferior y expresé mi duda ante la atónita mirada de la pantalla de mi ordenador. Comentando las nominaciones en un grupo de amigos, uno de ellos dijo sobre él: "Si no se lleva la categoría, me enfadaré. Es el que más se lo merece”. ¡Inocente, pensé! Y ahora… Me tengo que tragar un poco mis palabras.
La magia de Vampire Survivors reside en eso, en lo bueno que es para lo poco que plantea
Pero vamos a ver: ¿Qué es Vampire Survivors? Es un roguelike en el cual lo único que hay que hacer es moverse. En este tipo de juegos es habitual desplazarse, claro, pero también esquivar/hacer dashes, atacar, coger objetos, saltar; en fin, un buen puñado de mecánicas características de estos. Aquí no. Aquí solo hay que moverse por el mapa, esquivando las decenas de oleadas de enemigos que tratan de darnos caza y recogiendo los elementos que sueltan estos. Los ataques se realizan solos, por lo que solo nos tenemos que preocupar de la palanca izquierda del mando.
La magia de Vampire Survivors reside en eso, en lo bueno que es para lo poco que plantea. El personaje –voy a decir "el” porque yo no desbloqueé otro, pero hay más- ataca de forma automática cada X segundos en función de lo mejorado que esté o de las habilidades que tenga o de los objetos que escojamos. Así, en cada nivel deberemos de matar una cantidad de enemigos, cada vez más y más difíciles, para recoger las esquirlas que dejan y desbloquear algo que nos siga ayudando en la partida. Esa es la premisa: sobrevive hasta rellenar la barra de nivel y obtendrás algo útil para el siguiente. Muere y obtendrás oro para mejorar permanentemente al avatar. Suena familiar, ¿no?
Es una premisa muy muy simple, la verdad. También lo parece el apartado técnico, pero nada más lejos de la realidad. Bajo una perspectiva pixel art que muchos tildarían de cutre, el juego recuerda mucho a títulos como Castlevania, con una estética en 8 bits que rezuma olor a añejo pero que le da un toque de personalidad y carisma que no tiene ningún otro nominado.
No sé explicar muy bien qué es lo que lo hace tan interesante. Porque sí, Vampire Survivors es un juego simple pero adictivo como él solo. Quizá su gracia sea que solo hay que moverse… Pero es que hasta para eso –para hacer un juego donde solo hay que moverse y elegir habilidades- también hay que valer. De la nada nos veremos afrontando nuevas partidas con nuestro látigo, muriendo, intentándolo de nuevo, ahorrando oro, mejorando al personaje, volviendo a morir. Todo para entender las sinergias de las habilidades, pasivas y armas; el conglomerado, en definitiva, que conforma este profundísimo juego que podéis probar en el catálogo de Game Pass de noviembre –y repito: a menos de lo que vale un Bic Mac en Steam-.
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