Quien haya visto Dragon Ball es consciente de los power ups absurdos que Akira Toriyama ha llegado a sacarse de la manga para que los héroes más poderosos del universo puedan salir adelante en las peleas contra los malos malosos del manga.
Son muchas las maneras en las que el legendario autor del manga-anime ha sacado de más de un aprieto a Goku: nueva transformación que nadie se esperaba, amigos o aliados que llegan en el momento justo o el uso de diferentes mejoras durante el combate.
En este último apartado queremos destacar uno de los objetos más poderosos que ha salido desde que la serie comenzó y que, a raíz de esto, ha surgido una historia que merece la pena contar: las Semillas del Ermitaño.
Para poneros un poco de contexto, estas semillas aparecieron por primera vez en la serie una vez Goku consigue llegar a lo más alto de la Torre de Karin. Se trataba de una torre de unos 8.000 metros de altura que el pequeño luchador escaló durante días para poder conseguir un agua milagrosa que pudiera ayudarle a vencer a Tao Pai Pai, quien en ese momento era el enemigo número uno de Son Goku.
Unas Semillas del Ermitaño que cambiaron la vida de un estudiante japonés
Tras llegar a lo más alto de la Torre, el joven cae rendido por el cansancio de intentar beber el agua sagrada, pero es aquí cuando llega Karin para darle una extraña legumbre a la que él llamó Semilla del Ermitaño. Esta, según cuenta el propio guardián de la torre, es capaz de mantener a quien la come 10 días seguidos sin hambre alguna.
Pero no solo cumple este propósito, sino que su poder es tan grande que puede curar por completo a personas que están cerca de morir, como ocurre con Goku durante su entreno en la nave de viaje a Namek, donde casi pierde la vida por culpa de la gravedad.
Comentado ya el enorme poder que puede llegar a tener este alimento, toca hablar de una persona que se interesó tanto por estas semillas que ha dedicado toda su vida por emularlas en la vida real. Se trata de Mitsuru Izumo, un empresario japonés que a lo largo de los últimos años ha utilizado su empresa para desarrollar un alimento que sea capaz de erradicar el hambre en el mundo con nutrientes muy concentrados en pequeñas dosis: la Euglena.
De pequeño (y como cualquier niño japonés de la época), Izumo era un enganchado de Dragon Ball y no se perdía ni una capítulo semanal. Sin embargo, algo pareció hacerle click en la cabeza cuando vio la Semilla del Ermitaño en acción: ¿Podría un alimento así erradicar el hambre en el mundo? Es aquí cuando comenzó su búsqueda por el recurso definitivo para intentar salvar el mundo de la hambruna.
Con la carrera de Agricultura y habiendo viajado a varios países del tercer mundo, Izumo se dio cuenta de que el problema central no era el hambre, sino la escasez de nutrientes en los alimentos. Tras varios años de estudios y apoyándose en las Semillas del Ermitaño, Izumo escuchó a raíz de un amigo la llamada Euglena, una eucariota unicelular capaz de producir hasta 59 nutrientes distintos vitaminas, minerales y aminoácidos.
El poder de una célula digna de salir en Dragon Ball
Izumo parecía haber encontrado el elemento definitivo para poder empezar con su investigación y desarrollo. Sin embargo, esta Euglena ya había interesado al gobierno japonés en los años 80, que llegó a la conclusión de que no solo era una fuente de alimento, sino que también podía absorber dióxido de carbono. A su vez, también descubrieron que Euglena tenía potencial como fuente de energía, ya que tenía la capacidad para aprovechar la energía del sol a través de la fotosíntesis.
Después de varios años luchando por que un banco le ofreciera un crédito para poder empezar con su empresa de investigación, no fue hasta la llegada de su amigo Suzuki, quien le comentó el enorme poder de Euglena, cuando comenzó a acumular capital a través de otros investigadores de la misma célula por todo Japón.
Tras años y años de intentos, por fin consiguieron producir estas células en masa, lo que provocó poco a poco la venta de la Euglena a diferentes empresas de todo Japón como complemento. Llegados a 2009, Izumo y compañía descubrieron que el aceite producido por esta Euglena podía incluso funcionar de combustible para un motor a reacción.
Actualmente, Euglena Co., además de crear y vender productos alimenticios y cosméticos, continúan investigando sobre su uso como biocombustible y reducción de dióxido de carbono. En 2013, Izumo volvió a Bangladesh, donde comenzó a trabajar arduamente con otros investigadores del país para tratar de resolver los problemas de desnutrición del mundo.
Es así como un pequeño pero poderoso alimento proveniente de una obra tan importante como Dragon Ball ha provocado la producción en masa de uno de los elementos que podrían cambiar el destino de muchos países subdesarrollados para evitar uno de los mayores problemas que radica el mundo actual.
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