Reconozco que cuando se anuncia una adaptación de un videojuego al mundo del cine o de la televisión me quedo un poco a medio camino entre el pánico más absoluto y una cierta curiosidad por ver el producto final. Con Absolution, la nueva serie de animación basada en la saga Dragon Age de BioWare, me pasó algo similar, especialmente porque le guardo un cariño muy especial a la licencia. Ya no es solo que la narrativa de los videojuegos no termine de encajar con los medios cinematográficos, por factores tan claros como la interacción jugable o la implicación del jugador en los sucesos que acontecen, sino que tenemos en nuestra memoria reciente un montón de ejemplos de adaptaciones totalmente catastróficas; no las voy a mencionar todas porque no acabamos ni mañana, pero ahí van unos cuantos traumas reprimidos: Super Mario Bros (1993), la cinta de Street Fighter protagonizada por Van Damme, o cualquier cosa que haya tocado Uwe Boll, el anticristo según todas las religiones conocidas.
Por suerte, las tornas están cambiando, especialmente gracias a cositas como la sobresaliente Arcane, sin duda de lo mejorcito del género de la animación en los últimos tiempos, o Edgerunners, que no es tan buena pero es difícil no caer rendido ante su increíble estética y banda sonora. Pues bien, después de ver Dragon Age: Absolution mi sensación es que lo nuevo de Netflix se queda justo en un término medio, es decir, no es terrible, ni te va a traer flashes de Vietnam en tus largas noches sin sueño, pero dista mucho de ser excelente, ni cumple con los estándares de calidad que esperaba para la franquicia. Sé que fastidia; si eres fan de DA llevas más de ocho años en la estacada, esperando por un Dragon Age 4 que todavía no llega, por un atisbo más de ese universo tan especial y distintivo que es Thedas, y aunque Absolution te da eso mismo de vez en cuando, a la hora de la verdad te das cuenta de que en realidad no te ha dado prácticamente nada.
Dragon Age: Absolution, un viaje de Inquisition a Dreadwolf
No obstante, vamos a ser positivos y a empezar por lo bueno, que hoy en día es muy fácil sucumbir a la agonía existencial. Uno de los mejores aspectos de Absolution es que justamente conecta los hechos de Inquisition con los de Dreadwolf (hace poquito os hablé del lore de la cuarta entrega en un artículo), pero lo hace de una manera que no se siente forzada ni injusta con el trasfondo de ambos títulos; a grandes rasgos, la serie sigue los pasos de un grupo de mercenarios que se aventuran en el extraño y oscuro imperio de Tevinter por orden de la Inquisición. El objetivo es recuperar el Circulum Infinitus, un misterioso artefacto que no solo tiene el poder de devolver la vida a los muertos, sino que presuntamente podría traer consecuencias irreparables para el tejido de la realidad tal y como la conocemos… Vamos, que es precisamente el tipo de cachivache chungo que le interesa a los Magísteres, los tétricos magos que gobiernan el más antiguo de los imperios humanos de Thedas.
La trama rápidamente se sube a los hombros de Miriam, una elfa renegada que vive al margen de la sociedad, sumida en un submundo de crímenes, desprecios y traiciones que resuena de manera muy clara con lo que ya habíamos visto en los juegos. Ya sabes, hace incontables siglos sucedió algo muy bestia con el Velo, con los "dioses élficos" y con sus incesantes guerras internas, lo que terminó provocando la caída de Elvhenan y, un poquito después, su esclavización por parte del imperio de Tevinter. Desde entonces, los elfos malviven como ciudadanos de segunda, condenados a una vida de miserias, esclavitud y vejaciones constantes, una idea que en su momento me pareció tan interesante que fue determinando una tras otra las decisiones que tomé en mi primera partida de Dragon Age: Origins, allá por el lejano 2009. ¿Es Miriam un buen personaje? La respuesta corta es que sí, la respuesta larga incluye, como es lógico, ciertos matices, ya que hay alguna decisión por ahí en medio que no me ha terminado de convencer.
Cuando Absolution termina, te das cuenta de que no es memorable, de que no ha dejado ningún tipo de poso en ti
En general, me parece que los orígenes de Miriam no están aprovechados al máximo y que su conexión con el mundo es un pelín floja, va como a trompicones; la protagonista está unida al resto de miembros del grupo (un enano, algunos humanos, una qunari…), pero sus relaciones, un tema clave en DA, no se terminan de explorar como me hubiera gustado. Por desgracia, la serie va a toda mecha e intenta comprimir varias historias, un nuevo país y un montón de conceptos en apenas seis episodios de poco más de veinte minutos. Casi ninguno de ellos funciona particularmente bien, todo sea dicho, y aunque me alegro de que nos hayan mostrado ciertas cositas de Tevinter para ir abriendo boca, me quedo con la impresión de que se han guardado prácticamente todo lo bueno para Dreadwolf. No tenían mucho margen de maniobra, es cierto, ya que cualquier cambio de elevada magnitud podría afectar a la coherencia de los videojuegos o al desarrollo de futuras entregas, pero todo es demasiado precipitado, demasiado “leve”, y al final, cuando Absolution termina, te das cuenta de que no es memorable, de que no ha dejado ningún tipo de poso en ti.
Las referencias y las peleas de Absolution
El resto del elenco tiene también sus claroscuros. Rezaren, que viene a ser el antagonista de Absolution, no es plano, ni carece de profundidad, sino que tiene un pasado y unos motivos interesantes detrás, mientras que Qwydion, la qunari de los pósteres promocionales, desempeña un papel relativamente similar al de Rebecca en Cyberpunk Edgerunners a la hora de rebajar la tensión. Hay más ejemplos y no quiero soltarte un tocho, así que permíteme que te deje con dos ideas más únicamente: Tassia, la templaria que protege a Rezaren, es un personaje secundario genial que no me extrañaría nada que apareciera en futuras entregas o spin-offs, y también regresan algunos rostros conocidos, como Leliana, Cassandra o Meredith. Es más, la serie está llena de referencias que van dirigidas al corazón del fan de Dragon Age, aun a riesgo de que pasen desapercibidas para el resto del público. Apóstatas por aquí, Divinos por allá, el Velo, Andraste y su Heraldo, la organización político-religiosa de los reinos…
La serie está llena de referencias que van dirigidas al corazón del fan de Dragon Age
Es por eso que no termino de entender la estructura tan "shonen" de Absolution, tan de anime de peleas; hablo de un exceso de escenas de combate, planteamiento que me parece que no termina de encajar con las ideas de la franquicia. Las coreografías no están mal, aunque veces incluso resultan un tanto extemporáneas, como si estuvieran fuera de lugar, pero lo peor es que suelen evidenciar un buen número de asperezas relacionadas con las labores de animación: las CGI son más bien tirando a cutres, casi al nivel de la segunda temporada de Berserk (otro pedazo de trauma), la calidad del dibujo fluctúa más de lo normal, y hay demasiadas idas de olla en general. Por suerte, la serie va de menos a más, tanto en el plano argumental como en el estético, lo que deja instantáneas preciosas de vez en cuando, en parte porque su diseño artístico es notable. Destaca en temas de representación de razas y del mundo de Dragon Age, y ya te digo que me ha dejado con más ganas de visitar Tevinter de una vez por todas.
Con todo, creo que es muy difícil lanzarse a la piscina y recomendar Dragon Age: Absolution sin condiciones. Es una serie pensada para los seguidores acérrimos de la franquicia, pero su estructura atenta justamente contra su público objetivo, y hay algunas decisiones creativas que son, cuando menos, discutibles. Me apena que haya gente criticando el fondo LGTBI de los personajes, algo que está totalmente justificado tanto dentro de su universo como en el mundo real, porque a la hora de la verdad lo cierto es que hay otros aspectos en los que sí que habría que fijarse de cara a una más que posible segunda temporada. En definitiva, si te interesa el mundo de Dragon Age, sobra decir que encontrarás muchas razones para disfrutar de su puesta en escena, de su trasfondo y de sus incontables referencias, pero al final perdura la amarga sensación de que Absolution simplemente se ha quedado a medias en demasiados aspectos.
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