Durante el análisis de Elden Ring, una de las experiencias más bonitas y más exigentes de mi carrera en el periodismo de videojuegos, me topé con un jefe que amenazó con cambiar los planes de toda una web. Solo tenía unos seis días y medio para pasarme el juego, así como seguir gestionando el medio que dirigía por aquel entonces e intentar equilibrar las pocas horas de sueño restantes; algo de lo que dependía llegar al embargo y que además era una tarea complicada por el hecho de no disponer de guías y tampoco poder invocar al estar los servidores cerrados.
Tras unas 15 o 20 horas me encontré de frente con el Centinela Agreste Draconiano. Su misión era impedirme entrar en Leyndell, Capital del Reino, algo que logró una y otra vez. Poco después de comer ya inicié los enfrentamientos con él, y estos se alargaron hasta altas horas de la madrugada para, como siempre pasa en estos casos, acabar con él a los pocos intentos del día siguiente. Recuerdo como si fuera hoy mismo, lanzar todo tipo de exabruptos por la boca, así como una frase en concreto que repetía como un mantra: "Este cab**n no se cansa".
Por eso quizás me ha golpeado tan fuerte un juego que quizás no debería pasar del calificativo de "curiosidad" como es The Dark Queen of Mortholme. Apenas me ha durado 25 minutos, pero es lo suficientemente inteligente como para ponerte frente a los ojos una perspectiva distinta de los títulos en los que te pegas de cabezazos contra un jefe durante horas. Como Elden Ring y ese Centinela Agreste Draconiano.
La idea es que en este título controlamos a la propia Reina Oscura de Mortholme, lo que viene a ser un jefazo en toda regla. Nada más empezar llegará una harapienta Heroína que nos pondrá a prueba y que caerá tras un simple golpe de nuestra maza. Sin embargo, cada vez que volvamos a intentar sentarnos en nuestro trono, este personaje aparecerá de nuevo para desafiarnos.
El giro es que nosotros siempre vamos a tener el mismo set de movimientos, daño base y tiempo de recarga entre habilidades. La Heroína, por su parte, no dejará de aprender tras cada enfrentamiento, mejorar su arsenal y hasta aguantar algún que otro golpe adicional. Es una carrera armamentística en la que no puedes vencer y cuya batalla durará el tiempo que tardes en asumirlo, como le pasó a Dormammu en la película de Doctor Extraño.
Lo interesante poco a poco deja de ser lo que sucede en pantalla, el combate en sí, y pasa a estar protagonizado por los pequeños diálogos entre ambos personajes previos a las peleas. El poder inabarcable y la inmortalidad sucumben frente a la posibilidad de cambiar, de mejorar, y de contar con la libertad para explotar el mundo más allá de esa fría sala del trono.
Al terminar cada lucha, la heroína cae derrotada en un pequeño charco de sangre. Nuestra Reina empieza chasqueando los dedos para hacer que su cuerpo se desvanezca en el fulgor de unas llamas púrpuras, para pasar a hacerlo rozándola con la mano y finalmente abrazándola. El mayor logro de la Heroína no es derrotar a una enemiga temible, es ser el único hilo que conecta a la Reina Oscura de Mortholme con el mundo que hay tras esas paredes.
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