El mundo de la tecnología no sería el mismo sin Bill Gates y, como consecuencia, tampoco el de los videojuegos. Más allá de ser un magnate, desarrollador, inversor y filántropo natural de Seattle, Washington (Estados Unidos), hablamos de un hombre de 67 años que pasará a la historia como el cofundador de Microsoft, una de las multinacionales más importantes e influyentes de la historia reciente, que daría paso a Windows somo sistema operativo líder a nivel mundial e incluso al PC y a Xbox como sistemas de entretenimiento de referencia.
Hijo de un destacado abogado y de una profesora universitaria y directora del First Interstate Bank, conoció en la escuela privada de élite de Lakeside a Paul Allen, junto a quien fundaría la compañía en abril de 1975. Lo hizo siendo todavía estudiante en la Universidad de Harvard, la cual abandonó en 1976 para trasladarse a Albuquerque y continuar con su nueva vida empresarial.
Paul Allen, cofundador de Microsoft, se marchó de la compañía en 1983 y no recuperó la buena relación con Gates
Tras la creación de Microsoft, la tecnológica avanzaba a buen ritmo, y el veinteañero Gates estaba obsesionado con el dinero en su primera etapa como empresario. Pero, a diferencia de otros, su aspiración no era darse ningún gran capricho, sino poder pagar las nóminas de los trabajadores. “Quería tener bastante dinero en el banco para que, si nadie nos pagaba en un año, yo pudiese asumir los sueldos”, comentaba en una serie documental de Netflix estrenada en 2019.
El padre de Windows reconocía su adicción al trabajo y lo injusto que llegó a ser con quienes no funcionaban como él. “No creía en los fines de semana, ni en las vacaciones. No era un buen sitio para trabajar. Éramos frenéticos y muy exigentes”, explicó, reconociendo que, pese a que Microsoft permitía a los trabajadores decidir cuántas horas pasar en la oficina, él lo controlaba todo. “Me sabía todas las matrículas de mis empleados, así que podía saber quién estaba trabajando y quién no”, desveló.
Sin embargo, toda esta perversión no fue el motivo de la separación entre Gates y su, hasta entonces, fiel compañero. Cuando Bill terminaba el código para IBM, Allen se marchó sin avisarle a ver el despegue del primer transbordador espacial de la NASA en 1981. Aquel código era el del programa MS-DOS, el sistema operativo de disco de Microsoft clave en el éxito de la compañía, y a Gates no le sentó nada bien no contar con Allen, aunque reconoce que le habría impedido ausentarse en ese momento. Finalmente, Allen abandonó Microsoft en 1983 tras ser diagnosticado con la enfermedad de Hodgkin (la cual superó), pero nunca recuperó una buena relación con Gates, hasta el punto de que Allen le acusó de intentar sacarle del negocio con ayuda de Steve Ballmer, un conocido inversor y empresario multimillonario.
El hombre más rico del mundo
Con el paso de los años, Microsoft se convirtió en un gigante tecnológico tan influyente que todavía hoy seguimos rodeados de algunos de los elementos que llevan su firma y utilizamos día a día. Desde Windows y la Encarta hasta Office o Xbox, aunque no sin sufrimiento. En 1996 (un año después de Windows 95, que les catapultó a lo más alto), Bill Gates tuvo una conversación interna por correo electrónico con Nathan Myhrvold, director de tecnología de Microsoft, en la que reconocía su preocupación por la amenaza que representaba Java para la industria, donde Windows era el sistema operativo más vendido del mundo y él, la principal figura.
No podía dormir ante la amenaza que representaba Java
“[…] Podría facilitar a las personas la creación de sistemas operativos competitivos. ¿Qué clase de defensa tenemos contra esto?”, preguntaba Gates, quien era entonces el hombre más rico del mundo, pero la preocupación le quitaba el sueño. Aunque los tiros iban por otro lado, no estaba tan equivocado: más adelante, Java se uniría al kernel de Linux, dando forma a Android y suponiendo prácticamente el fin de Microsoft en dispositivos móviles.
Bill Gates: I'm literally losing sleep over Java
— Internal Tech Emails (@TechEmails) January 5, 2022
September 30, 1996 pic.twitter.com/u9lduCtkW9
De oponerse a Xbox a darle todos los recursos
La relación de Bill Gates con los videojuegos tampoco fue precisamente tranquila. En una entrevista con IGN, Ed Fries, uno de los creadores originales de Xbox, recordaba la reunión inicial para tratar de convencer al magnate y a Steve Ballmer de que valía la pena lanzar una consola. “Cuatro de la tarde del día de San Valentín. Bill entra en la reunión con nuestra presentación de Xbox en papel, la tira a la mesa y dice: ‘esto es un insulto a todo lo que he estado haciendo en esta compañía’”, explicaba.
Al principio, Gates dijo que la propuesta de creación de Xbox era un insulto a su carrera
Según Fries, ni Gates ni Ballmer estaban por la labor de dar luz verde [no es un chiste] al proyecto de Xbox, del que pensaban que no tenía ningún sentido y únicamente conduciría a una pérdida de dinero Entonces, alguien hizo la pregunta: “¿qué pasa con Sony?”. Se trataba de un observador presente en la reunión junto a otras figuras como J. Allard o Robbie Bach. “Sony está invadiendo gradualmente los salones de las casas. Procesador, memoria, disco duro… Juntándolo todo, podría ser una amenaza para Microsoft”. Entonces, Gates y Ballmer se miraron y se repitieron la pregunta, para posteriormente decidir que les iban a dar todo lo que quisieran, aprobando el plan con los recursos necesarios y separándoles del resto de la empresa para que nadie interfiriese. Así pasaron, en cuestión de horas, de detestar la creación de Xbox a apoyarla con toda fuerza posible.
El resto es historia. Tras una carrera que le ha mantenido como una de las fortunas más grandes del planeta, Bill Gates abandonó definitivamente Microsoft en 2008, emprendiendo una nueva etapa en la que pasó a dedicarse a la Fundación Bill y Melinda Gates, una institución benéfica orientada a labores sanitarias y educativas. En ella trabaja junto a su esposa Melisa, con quien es padre de sus hijos Jennifer Katharine, Phoebe Adele y Rory John.
Sin embargo, su influencia en el mundo de la tecnología se mantiene a día de hoy, pronunciándose a menudo sobre los elementos que pueden marcar el futuro del globo: descarta opciones como el metaverso o las criptomonedas, pero apunta a la inteligencia artificial y a sus posibilidades como posible revolución que dominará la próxima era tecnológica, firmemente impresionado por las herramientas y el nivel de innovación que ofrece.
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