Casi dos años han pasado desde el 23 de abril de 2021, momento en el que se estrenó en Netflix la primera temporada de Sombra y Hueso. La serie de fantasía basada en la saga literaria escrita por Leigh Bardugo se convirtió por aquel entonces en una gran noticia para la plataforma de streaming. Tardaría algo menos de dos meses en ser renovada para una segunda temporada... La cual se estrenó ayer mismo.
La historia, basada en las dos subseries Sombra y Hueso y Seis de Cuervos, ha estado supervisada por la propia Bardugo. Con una producción lejos del nivel de otras series de fantasía y adaptaciones literarias que hemos visto durante este tiempo como bien podría ser Los Anillos de Poder, Fundación o incluso una compañera de casa como The Witcher, lo cierto es que Sombra y Hueso logró hacerse con una legión de fans durante su estreno.
Una serie muy inteligente y que derrocha personalidad
Quizás la inteligencia de Bardugo a la hora de adaptar su propia obra cruzando las dos subsagas a la vez, que le da bastante ritmo a la historia, o detalles más de ambientación como esa brecha de sombras que corta el planeta en dos mitades, sean las responsables del mismo.
Ayer pude ver los dos primeros episodios y pude volver a recordar la razón por la que a mi también me había gustado esa primera temporada... Así como darme cuenta de que los problemas de la serie proceden del mismo lugar: la química entre los actores, y en consecuencia, los personajes mostrados en pantalla.
En Ravka hoy hace un tiempo de muerte. La segunda temporada de #SombraYHueso ya disponible. pic.twitter.com/G850pb6QRx
— Netflix España (@NetflixES) March 16, 2023
Si me pongo a pensar en lo mejor de la primera temporada, me salen las escenas entre Kirigan (Ben Barnes) y Alina (Jessie Mei Li), Nina (Danielle Galligan) y Matthias (Calahan Skogman) o el grupo del Seis de Cuervos al completo. Son actores que funcionan genial entre ellos y responsables de la explosión de popularidad de la serie en redes como Tik Tok.
La clave está en la química entre los actores
El final de la primera temporada nos deja a Kirigan y Alina enfrentados, así como a Nina y Matthias separados. Y lo que nos da el arranque de la segunda temporada son bastantes minutos de Alina y Malyen, una pareja que es muy complicada de creer en pantalla. El hecho de que Jessie funcione con otros actores como Barnes o incluso con Daisy Head, que da vida a Genya, la sanadora, deja claro quién es el problema.
La escasa química entre ellos, así como el mayor nivel como actor de Barnes, actúan en detrimento de la trama que debería de ser central en la historia: la búsqueda de Alina de una forma de acabar con la grieta gracias a sus poderes de Invocadora del Sol. De nuevo, me encontré distraído en estos momentos, y muy animado en los heists del Seis de Cuervos o en las escenas de Kirigan.
En resumen, por supuesto que seguiré viendo la temporada, porque es una de esas series que derrochan personalidad. Sin embargo, la sombra de saber lo que pasa en los libros y tener la certeza de que explotarán una de las relaciones menos interesantes de la serie, es justo algo que sobrevolará mi mente cada minuto que pase frente a la pantalla.
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Foto extraída del Twitter de Netflix.