Chema Mansilla
Editor - Cine y TVAyer me quedé hasta casi las dos de la mañana viendo El Último Samurái en Pie (Last Samurai Standing) en Netflix. Y es que me encantan las buenas historias de samuráis… Ran, Yojimbo, Harakiri, La Espalda del Mal… Pero también me gustan las que no son tan buenas, pero que resultan tremendamente divertidas: 47 Ronin, Zatoichi, todas las adaptaciones de El Lobo Solitario y Cachorro, El Hombre de los Puños de Hierro… En esas, la épica esperable de este tipo de películas de ambientación histórica se adereza con dosis de fantasía y unos personajes loquísimos que me fascinan. Imagino que todo esto es culpa de haber visto Ninja Scroll tantas veces de chaval… El caso es que he encontrado todos estos elementos en este estreno que me he zampado de una sentada.
Desde los primeros minutos, la serie logra sumergirte en un Japón en plena transición, en los albores de la era Meiji, cuando los samuráis perdían sus privilegios y el país se modernizaba a marchas forzadas. El Último Samurái en Pie no pretende ser un documental histórico al uso, pero se nota que los creadores han investigado bien: los conflictos sociales, la abolición de los dominios feudales, la desaparición de la clase samurái y la llegada de un ejército moderno, todo esto está reflejado en el trasfondo de la serie. Esa mezcla entre historia real y fantasía visual funciona de manera casi hipnótica y convierte cada escena en un pequeño espectáculo, especialmente cuando desenvainan los aceros.
Una trama que engancha desde el primer minuto
La historia de El Último Samurái en Pie gira en torno a un grupo de samuráis descontentos con los cambios del nuevo Japón. Algunos quieren aferrarse al pasado, otros buscan adaptarse a la modernidad, y todos están atrapados en un juego letal que mezcla traiciones, honor y supervivencia. Lo fascinante de la serie es cómo maneja los personajes: todos tienen carisma, incluso los que parecen secundarios o mueren en los primeros episodios. Esa sensación de personajes sacados de un anime (o de un manga Shogo Imamura y Katsumi Tatsuzawa, en este caso) me ha dejado boquiabierto; sus diseños, movimientos y la manera de interactuar entre ellos son tan carismáticos que es imposible no encariñarse o emocionarse con ellos.
Esa sensación de personajes sacados de un anime (o de un manga Shogo Imamura y Katsumi Tatsuzawa, en este caso) me ha dejado boquiabierto
El Último Samurái en Pie sigue a Shujiro Saga, un veterano samurái marcado por la guerra y la tragedia, que tras sobrevivir a la Batalla de Toba–Fushimi y perder a su hija por una epidemia de cólera, se ve obligado a participar en el Kodoku, un brutal juego de supervivencia en el que 292 guerreros deben eliminarse entre sí para avanzar por siete puntos de control determinados rumbo a Tokio, acumulando las etiquetas de sus rivales para sobrevivir. Una revisión del concepto del battle royale que me ha encantado. Shujiro, casado y con un hijo que proteger, se enfrenta a rivales despiadados y a la amenaza de un Japón en plena modernización, donde la clase samurái está siendo erradicada y portar espada es ilegal, dejando a muchos antiguos guerreros sin hogar ni oficio.
El Kodoku, organizado por una misteriosa organización, mezcla estrategia, habilidad y supervivencia, y obliga a Shujiro a enfrentarse tanto a enemigos externos como a fantasmas de su pasado, incluidos antiguos compañeros de entrenamiento y un asesino prácticamente paranormal enviado por su antiguo maestro. A lo largo de la serie, Shujiro demuestra su temple y destreza, forjando alianzas y protegiendo a personajes como la joven Futaba e Iroha, una antigua compañera de entrenamiento, mientras cada combate refleja la tradición, la belleza y la brutalidad de la era samurái en un Japón que obligado a evolucionar rápidamente para no desaparecer frente a las potencias extranjeras.
Los duelos y peleas de todo tipo me ha gustado por su llamada a la suspensión de la incredulidad
La serie se mueve con un ritmo que mezcla la tensión de la vida real con la teatralidad propia del anime, y cada capítulo deja una sensación de urgencia que me ha tenido pegado a la pantalla hasta más tarde de lo que esperaba. Lo mejor es que cada muerte o traición tiene un peso emocional real, algo que no siempre ocurre en producciones de acción histórica. Los duelos y peleas de todo tipo me ha gustado por su llamada a la suspensión de la incredulidad, aunque os reconozco que hay un par de momentos un poco sonrojantes en los que se nota que la acción ha sido acelerada en postproducción porque algunos de los actores no resulta especialmente hábil…
Cuando la tradición es una traición
Aunque El Último Samurái en Pie toma muchas licencias, su base histórica no puede pasarse por alto. La serie se sitúa al inicio de la era Meiji, cuando el gobierno centralizó el poder, abolió los dominios feudales y convirtió a los samuráis en burócratas o soldados de un ejército moderno. La abolición de privilegios y la introducción del reclutamiento militar forzoso crearon tensiones enormes, y la serie refleja muy bien ese choque cultural y social. Los samuráis, antes dueños de la guerra, ahora deben aprender a adaptarse o morir.
Se nota que los guionistas se inspiraron en hechos reales, como la resistencia de ciertos clanes samuráis a entregar sus dominios, los conflictos internos entre progresistas y conservadores, las políticas aperturistas hacia occidente y la transformación de Japón en una potencia industrial. Aunque no se menciona explícitamente, es imposible no pensar en Saigō Takamori y la Rebelión de Satsuma, que representa esa mezcla de honor, frustración y romanticismo que atraviesa toda la narrativa. La serie logra transmitir la sensación de un país que cambia a marchas forzadas, y lo hace con un cuidado visual impresionante.
Personajes que derrochan carisma
Una de las mayores sorpresas de El Último Samurái en Pie son los personajes. Cada uno parece sacado de uno de esos animes de torneos de artes marciales: los hay astutos, valientes, traicioneros, brutales y hasta grotescos, pero todos con una profundidad que los hace memorables. Incluso los que mueren de buenas a primeras dejan su marca. Esa capacidad de hacer que cada combate y cada interacción tenga peso emocional es algo que rara vez se ve en series de acción histórica modernas. Además, la trama deja tanto espacio a la sorpresa que resulta totalmente adictivo: está siguiendo la historia de un personaje, te cuentan su origen, simpatizas con él, y cuando se acaba de convertir en tu favorito, chop!, le cortan la cabeza.
La serie también acierta al mostrar la complejidad de los samuráis: no son héroes absolutos, ni villanos perfectos
Entre mis favoritos está el joven ninja Kyojin, un estratega sonriente que se alía con Shujiro y Kocha Kamuy, el honorable arquero ainu... La química entre los protagonistas y los antagonistas, la forma en que los diálogos mezclan filosofía samurái con humor negro, y la evolución constante de los personajes son factores que convierten esta serie en una auténtica joya. Pero la serie no solo brilla por su historia y personajes, sino también por su estética. Cada duelo está coreografiado con un cuidado extremo, combinando movimientos realistas con gestos estilizados que recuerdan al cine de artes marciales más desatado. En uno de lso capítulos hay una pelea multitudinaria en un local que me ha gustado muchísimo por saber mantener el equilibro entre esos dos valores tan opuestos de realismo y espectáculo.
Este punto me parece muy destacable: hay un componente visual que hace que cada pelea sea memorable por la forma en que la cámara sigue a los personajes, los detalles de sus técnicas de lucha, la iluminación y la ambientación por un lado. Por el otro hay momentos en los que la serie abraza la fantasía sin perder el peso dramático: espadas que brillan bajo la luna, movimientos imposibles, y escenas que parecen extraídas de un videojuego, donde cada ataque y cada defensa cuentan. De hecho, en uno de los primeros episodios hay un momento que parece sacado tal cual de uno de los duelos de Ghost of Tsushima. Esa mezcla entre realismo y fantasía es para mí uno de los mayores atractivos de El Último Samurái.
Un homenaje a la cultura samurái y a su legado
El Último Samurái en Pie no se limita a entretener: también funciona como homenaje a la cultura samurái y al espíritu de una época que desapareció. Los samuráis, aunque ya no existen como clase social, siguen vivos en la narrativa, en la ética, en la estética y en la influencia cultural que esta serie demuestra tener. Ver a estos personajes enfrentarse a los cambios del mundo moderno, adaptarse o morir, es una manera de entender cómo Japón pasó de un sistema feudal rígido a una nación industrial y moderna, sin perder del todo su identidad.
La serie también acierta al mostrar la complejidad de los samuráis: no son héroes absolutos, ni villanos perfectos. Son personas atrapadas entre la tradición y la innovación, entre la lealtad y la supervivencia, y eso los hace fascinantes. Los diálogos sobre honor, deber y familia se mezclan con momentos de humor, estrategias inesperadas y escenas que te dejan con el corazón en un puño. Todo esto contribuye a que la serie tenga un equilibrio perfecto entre emoción, entretenimiento y reflexión.
Creo que he cometido un error, pero no he podido resistirme
Después de haber visto la serie de una sentada, solo puedo decir que estoy deseando que llegue la próxima temporada. Lo mismo ha sido un error porque, ¿ahora que hago? Es inevitable pensar en cómo se desarrollarán los conflictos, qué personajes sobrevivirán. Menos mal que pronto tendremos noticias de las temporada 2 de Shogun en Disney+ y de Blue Eye Samurai, y que cualquier momento es bueno para volver a perderse por los paisajes de Ghost of Yotei. Pero pensar que voy a tener que esperar al menos un año para saber cómo sigue esta historia…
En 3DJuegos | Si este año tienes que ver una peli distópica, yo te recomiendo esta adaptación de Stephen King
En 3DJuegos | Kurt Russell se queda atrapado en medio de un duelo entre titates que tiene más de 60 años de historia cinematográfica
Ver 0 comentarios